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Marruecos decide en las urnas si revalida el mandato del partido islamista PJD

El país celebra elecciones generales, regionales y locales en un día para intentar que remonte la participación, que empezó a caer en 2011

El jefe de Gobierno de Marruecos y candidato del islamista Partido de la Justicia y el Desarrollo (PJD), Saadedín el Otmani, vota en un colegio electoral de Salé, ciudad contigua a Rabat, este miércoles.
El jefe de Gobierno de Marruecos y candidato del islamista Partido de la Justicia y el Desarrollo (PJD), Saadedín el Otmani, vota en un colegio electoral de Salé, ciudad contigua a Rabat, este miércoles.Mohamed Siali. (EFE)
Francisco Peregil

Dieciocho millones de marroquíes están llamados este miércoles 8 de septiembre a las urnas en las elecciones legislativas, regionales y locales. La política Exterior y de Seguridad del régimen no cambiará. Los llamados ministerios de “soberanía”, como el de Interior, Exteriores o el de Asuntos Religiosos, dependen directamente del rey Mohamed VI y responden ante él. Pero todo el poder que queda al margen de lo que no controla el Palacio Real sigue siendo poder. Y está por ver si los islamistas del Partido Justicia y Desarrollo (PJD) siguen manteniendo la jefatura de Gobierno en un tercer mandato. Este partido se juega también las alcaldías de las principales ciudades.

El colegio electoral de Moulay Youssef, en el centro de Rabat, presentaba un aspecto muy tranquilo a las diez de la mañana, dos horas después de abrir las puertas. En una de las salas donde se votaba había cinco observadores electorales. Solo la mujer que representaba al islamista PJD sabía cuál era el nombre de su formación. Los otros tuvieron que mirarlo en un papel. Simplemente, habían sido contratados por los partidos.

Esa anécdota revela el panorama en las grandes ciudades: los islamistas del PJD, que llevan 10 años al frente del Gobierno de coalición, disponen de verdaderos militantes en las urbes. Las otras formaciones tienen que contratar a sus interventores. Ahora, el objetivo del régimen y de sus principales formaciones es superar la apatía y la desconfianza de la población hacia el sistema político. Por eso, por primera vez se celebran en el mismo día las tres elecciones. El objetivo es superar la participación, que viene bajando desde las legislativas de 2011 (45%) y las de 2016 (43%). A las cinco de la tarde la tasa de participación se situaba en el 36% en el país, según el Ministerio del Interior. Finalmente la participación ha sido del 50,18%, mayor que en las anteriores por el efecto de arrastre de las elecciones generales se celebraran a la vez que las regionales y locales.

Rabia Ismali, una mujer de 68 años, confesaba que había votado por la Reagrupación Nacional Independiente (RNI), la formación que lidera Aziz Ajanuch, ministro de Agricultura, amigo del rey y propietario de la mayor fortuna del país, después de la del rey Mohamed VI. “Espero que el nuevo Gobierno que salga trabaje de verdad”, decía Ismali. “Porque aquí el único que trabaja es Su Majestad”.

Una mujer, representante local del Partido Autenticidad y Modernidad (PAM), el que resultó el segundo más votado en las anteriores elecciones, declaró que ella luchaba por un país que se ocupe de los jóvenes, de las mujeres, de la salud… “Son ocho o nueve temas de los que hay que ocuparse, espere un momento”. Tras buscar el argumentario del partido en el teléfono, continuó: “Los ancianos, el coste de los hidrocarburos, una mejor gobernanza…”.

Al mediodía llegó al colegio Moulay Youssef, un joven con una bolsa con alimentos. Preguntó por el interventor del PJD, se la dio y siguió su ruta hacia otros colegios. Los interventores de los otros partidos aún seguían sin comida. Es esa capacidad de organización de los islamistas del PJD, esa fidelidad de sus militantes, que se llaman entre ellos “hermanos”, lo que ha hecho que el Palacio Real haya desconfiado de sus intenciones a largo plazo.

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Sin embargo, hasta el momento, el PJD ha ido aceptando una tras otra las grandes líneas estratégicas diseñadas por el Palacio: suscribió la ley que permitirá la comercialización del cannabis para uso terapéutico, a pesar de las críticas internas. Y ha apoyado también la normalización de las relaciones con Israel, que se hicieron públicas el 10 de diciembre tras un acuerdo tripartito entre Marruecos, Israel y Estados Unidos mediante el cual el entonces presidente Donald Trump reconoció la soberanía de Rabat sobre el Sáhara Occidental.

Prohibidas las encuestas

En Marruecos están prohibidas las encuestas electorales. Tampoco se ofrecen sondeos a pie de urna. Los centros electorales se cierran a las siete de la tarde y desde las nueve de la noche hay toque de queda en todo el país, a causa de la pandemia. Varios analistas políticos aseguran que la participación en las zonas rurales será más alta que en las grandes ciudades.

En el colegio electoral de Benir Bror, a una hora de Rabat, en pleno campo, la gente se apiñaba a las cuatro de la tarde, sin mascarillas, dentro de la única sala de votación. Parecía, en efecto, que el colegio estaba mucho más concurrido que en la capital. Pero la visión era engañosa. “Lo que ocurre es que hay mucha gente que ha venido a votar y les dicen que no están registrados”, señala Sukaima, una mujer en torno a los 60 años. A cinco kilómetros de ese pueblo, en la localidad de Shoul, donde el médico solo acude al centro de salud una vez al mes, un agricultor en paro con una barba negra que le llegaba hasta la mitad del pecho confesaba haber votado al RNI del ministro y multimillonario Ajanuch.

Entre los grupos que boicotean las elecciones se encuentran el izquierdista Vía Democrática, que es muy minoritario, y el islamista Justicia y Espiritualidad. Esta asociación, con un gran poder de convocatoria en las calles, no reconoce al rey como comendador de los creyentes o máxima autoridad espiritual del país. Abdeluahid Mutauaki, presidente del círculo político de esta formación, declaró la semana pasada en un debate por internet: “El Majzén [el poder verdadero, en referencia al Palacio Real] antes intervenía directamente en las elecciones. Pero poco a poco ha aprendido a controlarlas de forma más sutil. El Majzén pone al Gobierno que quiere y tiene la última palabra en todo”.

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Sobre la firma

Francisco Peregil
Redactor de la sección Internacional. Comenzó en El País en 1989 y ha desempeñado coberturas en países como Venezuela, Haití, Libia, Irak y Afganistán. Ha sido corresponsal en Buenos Aires para Sudamérica y corresponsal para el Magreb. Es autor de las novelas 'Era tan bella', –mención especial del jurado del Premio Nadal en 2000– y 'Manuela'.

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