El exdictador chadiano Hissene Habré muere en Dakar de covid
Cumplía una pena de cadena perpetua tras ser condenado por crímenes contra la humanidad, violación, ejecuciones sumarias y torturas en 2016
El exdictador chadiano Hissène Habré ha fallecido este martes a los 79 años en un hospital de Dakar, la capital senegalesa, tras contraer la covid-19. El anciano dirigente cumplía una condena a perpetuidad en este país por crímenes contra la humanidad, violación, torturas y otros delitos cometidos entre 1982 y 1990, el tiempo que estuvo en el poder. Hace una semana se puso enfermo debido al coronavirus y fue trasladado a un centro hospitalario. Apodado el Pinochet africano por su crueldad, se calcula que durante su régimen fueron asesinadas unas 40.000 personas.
El ministro de Justicia senegalés, Malick Sall, confirmó el fallecimiento de Habré en declaraciones a la televisión privada TFM. Dado su frágil estado de salud y ante el inicio de la pandemia de covid-19, Habré fue puesto en libertad en abril de 2020 y durante un periodo de dos meses hasta que la prisión de Camp Manuel, donde cumplía condena, fue desinfectada. Posteriormente sus abogados presentaron varios recursos solicitando su excarcelación, pero los tribunales lo desestimaron. Una vez cayó enfermo, el Gobierno estudiaba la posibilidad de enviarlo a su casa con un brazalete electrónico si lograba recuperarse.
El presidente de Chad, Mahamat Idriss Déby, lamentó la muerte de Habré y envió sus condolencias a su familia a través de su perfil de Facebook. “A Dios pertenecemos y a Él volvemos”, escribió. Horas antes, la esposa del exdictador, Fatimé Raymonde, había confirmado en un comunicado que su marido se encontraba ingresado en un hospital donde estaba siendo tratado de manera adecuada tras haberse contagiado de coronavirus.
Reed Brody, el abogado estadounidense apodado el cazador de dictadores que logró llevar al expresidente chadiano ante la justicia 25 años después de dejar el poder, mostró su tristeza por su muerte. “Desde hace meses insistíamos en que fuera vacunado. Habré pasará a la historia como uno de los dictadores más despiadados del mundo, un hombre que masacró a su propia gente para tomar y mantener el poder, que quemó pueblos enteros, obligó a mujeres a servir como esclavas sexuales para sus tropas y construyó mazmorras clandestinas para infligir tortura medieval a sus enemigos”, comentó.
Habré llegó al poder al frente de una rebelión armada en 1982 y durante su mandato se convirtió en aliado imprescindible de Occidente para contrarrestar la creciente influencia africana de la Libia de Moamar al Gadafi. Sin embargo, obsesionado ante posibles traiciones, desató un auténtico calvario de represión contra opositores y grupos rebeldes, pero también contra sus familiares o miembros de la etnia hadjarai a la que consideraba desafecta a su régimen. El exdictador convirtió las cárceles y campos militares en infiernos donde torturaba sistemáticamente a sus supuestos enemigos. Se calcula que unas 200.000 personas fueron víctimas de esta violencia atroz que incluía violaciones, aplicación de electricidad en los genitales o la técnica del arbatachar, colgar a los prisioneros durante horas con las piernas y brazos por detrás del cuerpo.
Derrocado en 1990 por la rebelión de Idris Déby, Hissène Habré encontró refugio en Senegal de la mano del entonces presidente Abdou Diouf. Sin embargo, una campaña lanzada por las víctimas con el apoyo de Reed Brody y organizaciones internacionales como Human Rights Watch logró, 25 años más tarde y tras un cambio de gobierno en Senegal, llevarlo ante un tribunal en aplicación del principio de justicia universal. Habré fue detenido en 2013 después de llevar una plácida vida en Dakar durante más de dos décadas. Para procesarlo se crearon las Cámaras Africanas Extraordinarias. Por primera vez, África juzgaba a uno de sus peores dictadores.
Tras un proceso en el que casi un centenar de víctimas relataron los horrores de las prisiones de Habré, las ejecuciones extrajudiciales e incluso una violación que el propio exdictador cometió, la sentencia del 30 de mayo de 2016, confirmada al año siguiente, lo condenó a cadena perpetua por crímenes contra la humanidad, torturas, violación, esclavitud forzada, homicidio voluntario, práctica masiva y sistemática de ejecuciones sumarias, secuestro y actos inhumanos. Desde entonces se encontraba preso en la prisión de Camp Manuel.
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