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Brasil vive el ocaso de la fiebre de la cloroquina

La medicina que Bolsonaro promocionó como un salvavidas contra la covid ha sido cuestionada por el Ministerio de Salud. Mientras avanza la vacunación, el presidente promueve ahora otro fármaco

Marina Rossi
Jair Bolsonaro sostiene una caja de cloroquina frente al Palacio de la Alborada, en julio del año pasado.
Jair Bolsonaro sostiene una caja de cloroquina frente al Palacio de la Alborada, en 2020.ADRIANO MACHADO / REUTERS

Un año y medio después del primer caso oficial de covid-19 en China, el mundo aún no ha encontrado un medicamento capaz de curar la enfermedad. En Brasil, sin embargo, el presidente Jair Bolsonaro se aferró a la cloroquina, un remedio para malaria, pese a que su eficacia contra la enfermedad no estaba comprobada. Su amor al medicamento le hizo ir en contra de las recomendaciones internacionales, incluida la Organización Mundial de la Salud (OMS), cesar a los ministros que no seguían su instrucción de usarla en combinación con otros medicamentos como “tratamiento precoz” e incluso intercedió ante el Gobierno de India a favor de las farmacéuticas que allí lo producen.

Pero con el avance de la vacunación en Brasil, donde casi el 50% de la población tiene al menos una dosis, su cruzada parece estar tocando su fin. Además, su propio Ministerio de Sanidad ha reconocido que el medicamento no es eficaz para tratar a los pacientes con coronavirus. Por su parte, Bolsonaro está recurriendo ahora a un nuevo fármaco, la proxalutamida, de eficacia tan dudosa o más que la cloroquina.

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Al principio de la pandemia, el Ministerio de Sanidad autorizó el uso de la cloroquina para tratar los síntomas graves de la enfermedad, siempre que médico y paciente asumieran juntos el riesgo de los efectos secundarios. Luego, cambió su posición al admitir que su eficacia no estaba probada, el fármaco podría prescribirse incluso para quienes tuvieran síntomas leves. Sin embargo, el paciente tendría que firmar un formulario de consentimiento en el que declaraba expresamente que sabía que no había estudios concluyentes de que la cloroquina mejorara su estado de salud y que era consciente de los numerosos efectos secundarios. Aun sin pruebas de su eficacia, el medicamento ha sido distribuido en el sistema público de todo el país incluso para pacientes asintomáticos.

Dos ministros han sido cesados por Bolsonaro porque estuvieron en contra la amplificación de la oferta de cloroquina como remedio eficaz para la covid-19, Luiz Henrique Mandetta y Nelson Teich. Hubo incluso un intento de modificar el prospecto de la cloroquina, vía decreto, para contemplar la covid-19. La propuesta no prosperó. Esto no impidió que el Gobierno insistiera en la distribución de cloroquina. A principios de este año se puso en marcha una plataforma de carácter experimental, conocida como Tratecov, para el tratamiento precoz de pacientes con coronavirus en Manaos. Todo eso en plena crisis de falta de oxígeno en la capital del Estado de Amazonas.

Los repetidos estudios sobre el uso ineficaz del fármaco en la pandemia y los casos de lesiones en los riñones por el uso precoz del tratamiento combinados con el deseo de la población de prevenir la enfermedad con una vacuna y no con medicamentos han dejado a la cloroquina en un segundo plano. Pero en ese tiempo el medicamento dejó a muchos beneficiados en el país.

Por ejemplo, el Laboratorio Químico y Farmacéutico del Ejército (LQFEx) produjo miles de pastillas del fármaco. Solo el año pasado, fabricó unas 3,2 millones de tabletas de cloroquina, un aumento considerablemente alto respecto al lote de 250.000 comprimidos cada dos años que producía antes de la pandemia. El Ejército dice que recibió el pedido para aumentar la producción del Ministerio de Defensa y de Sanidad. En Defensa, por su parte, dicen que siguen las orientaciones de Sanidad. Y desde Sanidad aseguran que no han pedido nada a nadie, y que han recibido los comprimidos como donación.

Con un millón de pastillas en stock, el laboratorio donó todo el medicamento al Ministerio de Sanidad, según dice una nota técnica enviada desde ese ministerio a la Comisión Parlamentaria de Investigación (CPI) de la Pandemia que trabaja en el Senado desde mayo. El documento señala que, a finales de marzo del año pasado, tras la publicación de una nota informativa por parte de Sanidad en la que se recomendaba el uso de la cloroquina como “terapia coadyuvante en el tratamiento” (complementario) de las variantes graves del coronavirus, se informó al ministerio de que el laboratorio del Ejército disponía de ese stock para su pronta entrega a la red sanitaria pública. “Se entiende que la cantidad fue recibida como donación del LQFEx, es decir, sin coste para el Ministerio de Salud”, concluye la nota.

El LQFEx es uno de los seis laboratorios acreditados por la Agencia Nacional de Vigilancia Sanitaria (Anvisa) para producir el medicamento en Brasil. Los otros cinco son Farmanguinhos/Fiocruz, Sanofi-Medley, Cristália, EMS y Apsen. La materia prima para la producción del fármaco se importa de India y uno de los principales laboratorios que lo produce allí es el indio IPCA. El empeño del presidente en su proyecto de producción de cloroquina incluyó un pedido al primer ministro indio, Narendra Modi, en abril del año pasado, para que acelerara la exportación de insumos para la fabricación de los fármacos, como reveló la prensa brasileña.

La presión del presidente benefició a al menos dos empresas cercanas al él: Apsen y EMS. Renato Spallicci, presidente de Apsen, declaró haber votado por Bolsonaro en 2018 y es un seguidor fiel del presidente, como demuestra en sus redes sociales. Todo esto llamó la atención de los senadores de la CPI, que ya le han llamado a declarar ante la comisión. Carlos Sánchez, director general de EMS, es más discreto, pero ha estado en reuniones con Bolsonaro en el palacio presidencial y en una cena con empresarios celebrada en São Paulo en abril en la que el presidente fue aplaudido.

Bolsonaro ha promocionado los productos de las dos empresas. El 26 de marzo del año pasado, el presidente mostró una caja de Reuquinol, fabricada con hidroxicloroquina por Apsen, en la reunión virtual del G-20, transmitida a todo el mundo. Spallicci aprovechó el acontecimiento y compartió la imagen en sus redes sociales. En julio, cuando había dado positivo en el test de covid-19, Bolsonaro afirmó en una transmisión en directo que había tomado cloroquina. “Recomiendo que hagan lo mismo”, dijo con una caja de EMS en sus manos. Además, añadió: “No estoy ganando nada con ello. No tengo ningún negocio con esa empresa”.

En respuesta a EL PAÍS, Apsen señala, a través de una nota, que “desde 2016, el volumen de ventas del medicamento Reuquinol, a base de hidroxicloroquina, ha aumentado un promedio un 16% anual, de forma orgánica.” Sin embargo, debido a la mayor demanda del fármaco durante la pandemia, el volumen de comprimidos vendidos en 2020 aumentó un 30,7% con respecto al año anterior. Sobre el contacto del presidente con el Gobierno indio, la empresa dice que “como había un bloqueo de las exportaciones por parte del Gobierno indio, Apsen se dirigió, en marzo de 2020, a la Cámara de Comercio Brasil-India, que se mostró dispuesta a ayudar en esta cuestión diplomática, incluso ante el Ministerio de Relaciones Exteriores. Posteriormente, hubo contactos entre el Presidente de la República y el Primer Ministro indio”. El bloqueo, aclara la empresa, era de materias primas compradas en 2019.

EMS también dijo que hizo un pedido al proveedor indio a finales de 2019 y que en marzo el Gobierno de la India comunicó el bloqueo del envío de estos insumos, “pero la empresa ya había realizado el pago anticipado del 100% del valor de la mercancía al proveedor”. La empresa solicitó entonces el apoyo del Ministerio de Asuntos Exteriores de Brasil. La EMS afirma que el año pasado las ventas de hidroxicloroquina representaron el 11,6% del mercado total de este medicamento.

Bolsonaro empieza ahora a sembrar esperanzas entre sus seguidores con un nuevo medicamento para la covid-19, del que tampoco tiene pruebas de su eficacia. “Hay algo que vengo siguiendo desde hace algún tiempo, algo que tenemos que estudiar aquí en Brasil. Se llama proxalutamida. Ya lleva unos tres meses... Está en fase de estudio”, dijo el presidente cuando salía de un hospital de São Paulo, este mes, donde fue ingresado para el tratamiento de una obstrucción intestinal. Bolsonaro repite que el medicamento “ha curado a gente” sin dar pruebas. La proxalutamida es un bloqueador de hormonas masculinas, como la testosterona, que está aún en fase de pruebas y se la señala como fármaco experimental contra el cáncer de próstata.

El medicamento se fabrica en China, pero aún no se comercializa. Su nombre fue recordado por el presidente después de que se realizara un estudio con el medicamento en Manaos, en colaboración con la empresa estadounidense de biotecnología Applied Biology, especializada en medicamentos para la piel y el cabello, y el grupo amazónico Samel. Sin embargo, hay sospechas de fraude y de graves fallos en el experimento de Manaos, como la muerte de un elevado número de voluntarios, algo que debería haber supuesto la suspensión inmediata de la investigación.

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Sobre la firma

Marina Rossi
Reportera de EL PAÍS Brasil desde 2013, informa sobre política, sociedad, medio ambiente y derechos humanos. Trabaja en São Paulo, antes fue corresponsal en Recife, desde donde informaba sobre el noreste del país. Trabajó para ‘Istoé’ e ‘Istoé Dinheiro’. Licenciada en Periodismo por la PUC de Campinas y se especializa en Derechos Humanos.

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