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La coexistencia arde en choques sectarios en Israel

Tras cuatro noches de violencia entre las comunidades judía y árabe, los disturbios se extienden por las ciudades con población mixta desde el conflictivo suburbio de Lod

Fuerzas de seguridad israelíes cachean a un grupo de árabes israelíes detenidos en Lod, el jueves. En vídeo, imágenes de los destrozos provocados por los ataques de este viernes.Vídeo: AFP | REUTERS
Juan Carlos Sanz

A un lado está el descuidado cementerio musulmán, donde la concejala Maha Maqib, de 50 años, observaba este viernes con pesar las lápidas quebradas por vándalos la noche anterior. Monta guardia junto a un puñado de activistas de la comunidad árabe. Al otro extremo de la calle Shokolov, donde aún queda rastro de los coches calcinados en anteriores jornadas de violencia sectaria, la profesora de física Ayelet Wadler, de 44 años, pastorea a un centenar de jóvenes ultranacionalistas judíos. Han llegado de los asentamientos de colonos de Benjamín, en Cisjordania, ondeando banderas de la estrella de David dispuestos a mantener la posición.

“Mi familia lleva aquí hace más de 400 años. No podrán echarnos. Vamos a resistir”, sostiene con determinación Maqib, que se cubre con un simbólico velo de respeto al camposanto pese a su militancia comunista. “Llegué hace 15 años a esta ciudad, y nunca había tenido problemas con los árabes, pero ahora tenemos que protegernos”, explica Wadler, que el miércoles colaboró en el rescate de los rollos de la Torá, las sagradas escrituras hebreas, de una sinagoga que había sido incendiada la víspera por extremistas. Ambas son ciudadanas de Israel y viven en Lod, un suburbio metropolitano 15 kilómetros al sureste de Tel Aviv.

La concejala árabe Maha Naqib, ante lápidas rotas por vándalos judíos en el cementerio musulmán, este viernes en Lod.
La concejala árabe Maha Naqib, ante lápidas rotas por vándalos judíos en el cementerio musulmán, este viernes en Lod.Edward Kaprov

Lod es un lóbrego lugar del que nadie querría acordarse si no fuera por el cercano aeropuerto internacional, al que durante muchos años dio nombre antes de que fuera bautizado en memoria de David Ben Gurion, padre fundador del Estado de Israel en 1948. En aquel entonces era una ciudad árabe en una fértil llanura de naranjos. La población original fue expulsada por la guerra tras la partición de la Palestina bajo mandato británico. Hoy cuenta con unos 80.000 habitantes, de los que el 80% son judíos. Es una de las llamadas ciudades mixtas israelíes en las que la inestable coexistencia entre ambas comunidades semitas ha saltado por los aires esta semana en el estallido de violencia sectaria más grave de las últimas décadas.

El Gobierno israelí ha ordenado la movilización de unidades de reserva de la policía de fronteras (cuerpo militarizado) tras la oleada de ataques con cuchillos, tiros al aire e intentos de linchamiento que se han saldado con decenas de heridos y más de 400 detenidos. En Lod no se ve a ningún agente patrullando. Un pelotón policial custodia el colegio donde van a pasar la noche decenas de colonos nacionalistas judíos. Otro destacamento monta guardia ante la sede del Ayuntamiento, cuyo alcalde, el derechista Yair Revivo, ha reconocido que las autoridades locales han perdido el control de la situación. Desde el martes rige el estado de emergencia y un toque de queda nocturno.

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Maha Maqib, del partido Hadash (comunista), integrado con otras fuerzas árabes en la coalición Lista Conjunta, acusa a Revivo de haber fomentado “el asentamiento de colonos radicales en barrios árabes para forzar la salida de la población, como en el centro histórico de Hebrón (Cisjordania)”. Al otro lado de la calle, entre decenas de nacionalistas judíos movilizados durante el fin de semana en Lod, Ayelet Wadler se alarma por la presencia de jóvenes árabes armados con pistolas y de bandas que queman vehículos cada noche. “Son jóvenes delincuentes que ahora están de parte de su pueblo”, había dicho poco antes Maqib, que rechaza de plano la violencia. “Tenemos derecho a defendernos, la policía ya no puede hacer más”, justificaba a su vez Wadler, también partidaria de la paz entre ambas comunidades.

La profesora y activista judía Ayelet Wadler, este viernes en Lod.
La profesora y activista judía Ayelet Wadler, este viernes en Lod.Edward Kaprov

Dos manzanas en dirección al centro histórico —un desangelado escenario de arquitectura islámica rural que parece haberse quedado detenido en 1948—, una partida de hombres ha instalado por su cuenta lo que parece un puesto de control de los vehículos que entran en un vecindario judío. “Sigan, sigan, ha habido un pequeño accidente, no se preocupen”, invitan a proseguir el camino sin vacilación. Al final de la avenida, ya en la estación de autobuses, un grupo de fieles custodia permanentemente la histórica mezquita de Dahmas tras la oración del Eid el Fitr, en la festividad posterior al Ramadán. “La protegemos para que no vuelva a arder como en 1948”, asegura Mohamed Qashen, conductor de autobús de 34 años. “Entonces perdieron aquí la vida cerca de 200 personas”, cuenta.

Bat Yam, al sur de Tel Aviv; Acre, al norte del país, como Um el Fahm y Tamra; o las emblemáticas Nazaret, en Galilea, o Jaffa, en la costa. A todas las ciudades mixtas, incluida Jerusalén, se ha extendido el odio sectario como un veneno sin antídoto. También a Haifa, la tolerante y multicultural urbe portuaria del norte. Tres hermanas de 23, 20 y 16 años fueron apedreadas y apaleadas el miércoles por la tarde en el garaje de su casa por tres decenas de jóvenes judíos. Eran las hijas de Wadi Abunasser, cónsul honorario de España en Haifa, un israelí árabe cristiano. “La policía acudió a protegernos ya de madrugada, después de haber ignorado todas mis peticiones”, se indigna Abunasser. “Como si no me consideraran un ciudadano normal de Israel”. Su voz sonaba a profunda decepción al otro lado del teléfono.

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Sobre la firma

Juan Carlos Sanz
Es el corresponsal para el Magreb. Antes lo fue en Jerusalén durante siete años y, previamente, ejerció como jefe de Internacional. En 20 años como enviado de EL PAÍS ha cubierto conflictos en los Balcanes, Irak y Turquía, entre otros destinos. Es licenciado en Derecho por la Universidad de Zaragoza y máster en Periodismo por la Autónoma de Madrid.

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