Las remesas resisten a la pandemia
El Banco Mundial asegura que los planes de estímulo de las economías desarrolladas mitigaron el impacto de la crisis en los países emergentes


Las remesas han pasado a ser algo más que calderilla para los países en desarrollo. El envío de dinero por los trabajadores migrantes a sus familias en sus países de origen desafió los pronósticos más pesimistas y apenas se redujo un 1,6% el año pasado pese a la pandemia. En total, las remesas alcanzaron los 540.000 millones de dólares (unos 447.337 millones de euros), muy cerca de los 548.000 millones de 2019. Los estímulos fiscales adoptados por las economías más desarrolladas para hacer frente a la crisis permitieron mantener los ingresos de los trabajadores que envían dinero a casa, sostiene el informe Migración y Desarrollo del Banco Mundial, hasta convertirse en la principal vía de ingresos
La crisis financiera de 2008 y 2009 redujo un 4,8% el envío de remesas hacia los países en desarrollo y el propio Banco Mundial temía que la situación fuera incluso peor en esta ocasión: hace un año auguraba un descenso del 20% en los giros de dinero. No ha sido así. Sí se ha producido un desplome de la inversión extranjera directa en los países de rentas medias y bajas del 30%, si se excluye a China. De esta forma, el conjunto de las remesas supera a la suma de la inversión extranjera directa (259.000 millones de dólares) y a la ayuda oficial al desarrollo (179.000 millones), lo que de muestra la creciente importancia de esta vía de ingresos para las economías más desfavorecidas.
“Mientras la covid-19 sigue devastando a las familias de todo el mundo, las remesas siguen siendo un salvavidas fundamental para los más pobres y vulnerables”, explica Michal Rutkowski, director mundial de Protección Social y Empleo del Banco Mundial en la nota enviada por el organismo. “Las respuestas políticas de apoyo, junto con los sistemas nacionales de protección social, deben seguir incluyendo a todas las comunidades, incluidos los migrantes”. El Banco resalta la creciente importancia de los envíos de dinero en formato digital, en lugar de hacerlos en efectivo, y por canales regulados en lugar de informales. La entidad estima que, incluida la economía sumergida, las remesas del conjunto de la economía deben ser aún mayores, aunque desconoce el impacto que la pandemia haya podido tener en la economía informal.
El organismo espera que el repunte de la economía global en 2021 y 2022 eleve los giros de dinero un 2,6% y un 2,2%, respectivamente, hasta alcanzar los 553.000 millones de dólares este año y 565.000 millones el que viene. Con semejantes volúmenes de remesas, el Banco Mundial pone el acento en la importancia de reducir el coste de los envíos de dinero, una negociación que ha llevado a la agenda del G20. No le falta razón. A finales de 2020, el coste medio por enviar 200 dólares se situaba en el 6,5%, más del doble del objetivo fijado por Naciones Unidas del 3%. Aunque el coste no es uniforme: es más barato en el sureste asiático (4,9%) y muchísimo más caro para el África subsahariana (8,2%). Hay casos concretos aún peores: enviar dinero de Sudáfrica a Botswana cuesta de media un 19,6%, si es a China cuesta de media un 13% o un 11,5% si el envío se hace desde Japón a Brasil.
Por regiones, mientras las remesas cayeron notablemente en la región del sudeste asiático y el Pacífico (-7,9%), el África subsahariana (-12,5%) y hacia Europa y Asia central (-9,7%), los envíos de dinero crecieron un 6,5% en Latinoamérica y el Caribe gracias a la mejora del empleo en Estados Unidos y “pese a que la débil situación económica en España afectó negativamente los flujos de remesas hacia Bolivia (-16%), Paraguay (-12%) y Perú (-11,7%)”, subraya el informe. También registraron incrementos los envíos de dinero hacia la región de Oriente Próximo y el norte de África (2,3%) y el sur de Asia (5,2%).
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