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Macron avanza en su ofensiva para conquistar el voto de la derecha con vistas a las presidenciales

El apoyo del partido del jefe de Estado a un candidato conservador en las regionales dispara las alarmas en Los Republicanos

Elecciones presidenciales Francia
Emmanuel Macron, en el palacio del Elíseo, el pasado sábado.POOL (Reuters)
Marc Bassets

Emmanuel Macron pisa el acelerador ante las elecciones presidenciales de 2022. El presidente francés quiere culminar la refundación del sistema partidista en Francia. En 2017, precipitó el hundimiento del Partido Socialista y ganó gracias al apoyo de antiguos votantes y dirigentes de esta formación. Ahora intenta liquidar a Los Republicanos (LR), el partido de la derecha tradicional. La primera etapa son las regionales de junio. La alianza de Macron con un candidato conservador en la región de Marsella ha disparado las alarmas en LR.

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El nuevo episodio en la opa de Macron sobre la derecha se escenifica en la campaña para las regionales, ensayo general para las presidenciales de abril y mayo del año próximo. El detonante ha sido el anuncio, por parte del primer ministro, Jean Castex, de la retirada de la lista de La República en Marcha (LREM), el partido del presidente, en Provenza-Alpes-Costa Azul.

La decisión responde a la debilidad de LREM, un partido que, en los cuatro años que Macron lleva en el Elíseo, no ha logrado implantarse ni en ciudades ni en regiones. En solitario, los macronistas no tenían ninguna posibilidad de gobernar en la región meridional.

La alianza puede servir para consolidar el muro contra la extrema derecha. El candidato del partido del Reagrupamiento Nacional en la región es Thierry Mariani, un antiguo ministro de Nicolas Sarkozy, el último presidente de LR. Mariani es favorito a ganar la primera vuelta y, si sus oponentes se dividen, mantiene opciones para gobernar la región.

Pero esa alianza permite también a Macron acercarse a otro objetivo. Es lo que los macronistas llaman “recomposición” del paisaje político. Es decir, el paso de un sistema en el que se enfrentaban el centroizquierda contra el centroderecha a otro dominado por un centro amplio enfrentado a los populistas y nacionalistas.

Los colaboradores del jefe de Estado describen a la formación conservadora como un castillo de naipes a punto de desmoronarse. “LR se ha convertido en un partido de fachada, un decorado de cine con personas sin la misma línea en los temas fundamentales”, dijo el portavoz del Gobierno, Gabriel Attal, en la cadena Europe1.

La cúpula de LR recibió la renuncia de LREM a su candidatura y el apoyo a Renaud Muselier, actual presidente de Provenza-Alpes-Costa Azul, no como una mano tendida, sino como una ofensiva para cooptar a sus votantes y dirigentes locales. El presidente del partido, Christian Jacob, declaró que Muselier no podría ser investido como candidato de la formación y atribuyó la operación a las “maniobras politiqueras” de los macronistas para desestabilizar a Los Republicanos. Muselier se defendió el martes en una reunión de la directiva en París y negó que existiese un acuerdo formal con La República en Marcha. “¡Mi columna vertebral son Los Republicanos!”, aseguró.

Una pieza más

Provenza-Alpes-Costa Azul es una pieza más en la partida que el presidente francés lleva jugando desde 2016, cuando lanzó su primera campaña presidencial. Macron provenía de un Gobierno de centroizquierda: había sido ministro de un presidente socialista, Françoise Hollande. El PS se hundió en aquellas elecciones.

Hoy la izquierda francesa está “hecha migajas”, como decía hace unos días, en un encuentro con periodistas, un histórico socialista, Jack Lang, el poderoso ministro de Cultura de François Mitterrand. Dividida ideológicamente y sin líderes visibles, sus opciones para presentar en 2022 a candidatos con opciones de pasar a la segunda vuelta se antojan remotas.

Una vez en el poder, Macron pasó a ocuparse de la derecha. Nombró a un primer ministro de derechas, Édouard Philippe. Este era antiguo miembro de LR, como lo son su sucesor, Jean Castex, y otras figuras claves en el actual Gobierno como el ministro de Economía y Finanzas, Bruno Le Maire, o el de Interior, Gérald Darmanin. Al mismo tiempo, ha cortejado al expresidente Sarkozy, quien, pese a su reciente condena por corrupción, sigue siendo el referente de la derecha: si en las presidenciales, como ha sugerido, declarase su apoyo a Macron, la implosión de Los Republicanos podría precipitarse.

La ocupación del campo de la derecha no es solo una cuestión de nombres. En las reformas económicas de la primera etapa del mandato, antes de la pandemia, y también en políticas de seguridad o de inmigración, el jefe de Estado no ha dejado de lanzar señales al votante de LR.

La idea detrás de esta estrategia es que, pese a su historia como país de revoluciones y protestas callejeras, Francia es sociológicamente de derechas. El presidente cree que su reelección el año próximo se disputará en este terreno y que, en la posterior Asamblea Nacional, necesitará a los conservadores para gobernar. También ha concluido que Los Republicanos, sin candidato ni programa a un año de las presidenciales, están divididos entre dos franjas irreconciliables, una próxima a la extrema derecha y otra moderada.

La primera podría acabar votando a Marine Le Pen, candidata de RN al Elíseo. La segunda, a Macron. Ambos se disputan los restos de la vieja derecha de Sarkozy y de Jacques Chirac, y consolidan día a día su duopolio en la política francesa.

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Sobre la firma

Marc Bassets
Es corresponsal de EL PAÍS en París y antes lo fue en Washington. Se incorporó a este diario en 2014 después de haber trabajado para 'La Vanguardia' en Bruselas, Berlín, Nueva York y Washington. Es autor del libro 'Otoño americano' (editorial Elba, 2017).

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