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La derecha francesa busca su hueco hacia el Elíseo entre Macron y Le Pen

Los Republicanos corren el riesgo de la irrelevancia en las presidenciales de 2022

Marc Bassets
Francia
El político de Los Republicanos, Christian Jacob, a su llegada a una reunión de su partido, el 20 de mayo de 2020 en ParísPOOL (Reuters)

La derecha tradicional francesa, que ha dado cinco de los ocho jefes de Estado de la V República, afronta las elecciones presidenciales de 2022 sin líder ni programa. La situación es crítica. Los Republicanos (LR), última marca de la formación que bajo Jacques Chirac y Nicolas Sarkozy congregó a centristas y conservadores, están atrapados entre dos fuerzas que no han dejado de laminarla en los últimos años. A un lado, el presidente Emmanuel Macron, que ha conquistado a su electorado más moderado. Al otro, la extrema derecha de Marine Le Pen, que aspira a hacerse con los votos del ala derechista de LR.

“No es exagerado decir que la derecha, por primera vez en su historia, corre peligro de muerte”, escribió hace dos años Guillaume Tabard, editorialista del diario conservador Le Figaro, en el libro La malédiction de la droite (La maldición de la derecha), una historia de 60 años de querellas personales e ideológicas en un campo ideológico y partidista marcado por la figura del general De Gaulle. El peligro, desde entonces, no ha hecho más que agravarse.

“La próxima elección presidencial será la prueba de la verdad”, dice Tabard por teléfono. El desgaste de Macron en el poder y la dificultad de Le Pen para aparecer como alternativa creíble ante una mayoría de franceses podrían permitir a los LR “recrear un espacio” que, con un candidato adecuado, le devolviese el papel central que ha tenido en el país desde la posguerra mundial.

“Pero también puede suceder lo contrario”, avisa Tabard. Es decir, que Los Republicanos se viesen ahogados por una doble tenaza. A la derecha, por una Le Pen que intenta limar los ángulos más antipáticos de su carácter y presentar una imagen de moderación, y “cuya victoria ya no es impensable como hace cinco años”. Y en el flanco centrista, por un Macron que, pese a haber sido ministro en un Gobierno socialista, se rodeó desde el primer momento de ministros procedentes de las filas conservadoras, ha gobernado con políticas de centroderecha y, desde que accedió al poder en 2017, ha captado para su proyecto a buena parte de los votantes conservadores.

Entre Macron y Le Pen, Los Republicanos disponen de un pasillo cada vez más estrecho. ¿Cómo distinguirse del presidente de la República que, hasta la irrupción de la pandemia en 2020, impulsó reformas económicas que la derecha siempre había prometido? ¿Cómo competir con la retórica de mano dura en materia de seguridad, inmigración e islamismo del ministro del Interior, Gérald Darmanin, exmilitante de LR? Y, si miran a la derecha, ¿cómo competir en populismo o euroescepticismo con Le Pen si LR es un partido burgués e institucional?

Un consuelo para el partido es que la otra gran formación de las últimas décadas en Francia, la socialista, aún está peor, y las divisiones de la izquierda son más profundas que las de la derecha que, pese a todo, conserva la mayoría en el Senado y es el segundo grupo con más diputados en la Asamblea Nacional.

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La paradoja es que “nunca la sociedad francesa había estado tan derechizada, y nunca la derecha política había estado tan fuera de juego”, según Tabard, quien cita una frase atribuida al socialista François Mitterrand: “Francia es un país de derechas en el que la izquierda solo puede ganar por accidente”. La derechización explicaría por qué, en plena pandemia, es la inseguridad ciudadana o el islam los temas que en muchos momentos han monopolizado el debate político. Pero Los Republicanos no sacan ningún rédito.

Otra dificultad es encontrar un líder. La última elección presidencial que ganó la derecha fue con Sarkozy en 2007. Con la derrota de Sarkozy contra el socialista François Hollande en 2012, empezó lo que Tabard llama en su libro el “descenso a los infiernos”. Fueron unos años no tanto de discusiones doctrinarias sino de peleas de egos y escándalos de corrupción. Y desembocaron en la debacle de las presidenciales de 2017, cuando el aspirante de LR ni siquiera se clasificó para la segunda vuelta. La candidatura del ex primer ministro François Fillon explotó en pleno vuelo al revelarse que durante décadas el aspirante había remunerado a su esposa con dinero público por un empleo ficticio.

Fillon fue condenado en 2020 a cinco años de prisión. El pasado marzo, Sarkozy fue condenado a tres años por otro caso. Ambos han recurrido las sentencias. Pero la situación judicial de los últimos conservadores en gobernar Francia, y la fuga hacia el macronismo de dirigentes con proyección de futuro —Darmanin, el ministro de Economía Bruno Le Maire o el popular ex primer ministro Édouard Philippe— evidencian la magnitud del problema. Otra señal de la confusión: el único candidato derechista con alguna posibilidad es, según los sondeos, el presidente de la región Hauts-de-France Xavier Bertrand, quien dejó de militar en LR en 2017. Bertrand va por libre y se niega a participar en un proceso de primarias si se acabasen celebrando.

Varios candidatos en las quinielas, pero pocas opciones

Xavier Bertrand, exagente de seguros, ministro tanto con Jacques Chirac como con Nicolas Sarkozy y actual presidente de la región de Hauts-de-France, ha sido el primer político de la derecha en postularse como candidato para las elecciones presidenciales de abril y mayo de 2022. Bertrand es un candidato atípico. Ya no milita en Los Republicanos (LR) y hasta ahora sus posiciones moderadas le acercaban más a la línea del presidente Emmanuel Macron.

Si la primera vuelta de las presidenciales se celebrase hoy, Bertrand quedaría en tercera posición por detrás de la líder de la extrema derecha, Marine Le Pen, y del presidente Macron. Todos los sondeos coinciden. Por tanto, no se clasificaría para la segunda vuelta, que se disputaría entre Le Pen y Macron.

No es que Los Republicanos tengan muchas alternativas, aunque la lista de quienes sueñan con el palacio del Elíseo es larga y aún queda tiempo para postularse. En las quinielas figuran desde Valérie Pécresse, la presidenta de Île-de-France —la región de París—, hasta otro barón regional y exjefe de LR, el presidente de Auvernia-Ródano-Alpes Laurent Wauquiez.

Un candidato de peso, y que sin duda se deja querer, podría ser Michel Barnier, veterano eurócrata y negociador del Brexit en Bruselas. Disfruta de una imagen de experimentado estadista, pero a la vez se hace difícil pensar cómo podría captar al votante de derechas que siente la tentación de votar a la euroescéptica Le Pen. Barnier, además, pertenece a una derecha moderada que perfectamente podría integrarse en el Gobierno de Macron.

Un candidato con opciones sería el político en activo más popular de Francia, según algunos sondeos, pero ya ha dado a entender que no será candidato a menos que el actual presidente de la República renuncie a serlo, un postulado que no entra en las previsiones. Se trata de Édouard Philippe, antiguo miembro de Los Republicanos y primer ministro con Macron entre 2017 y 2020, cuando el presidente lo relevó por Jean Castex.

La idea de una candidatura de Philippe, ahora alcalde de la ciudad portuaria de Le Havre, pone nerviosos a algunos macronistas. Philippe, que acaba de publicar el libro Impressions et lignes claires (Impresiones y líneas claras), ha declarado: “Que nadie dude de mi lealtad, ni de mi libertad”.

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Sobre la firma

Marc Bassets
Es corresponsal de EL PAÍS en París y antes lo fue en Washington. Se incorporó a este diario en 2014 después de haber trabajado para 'La Vanguardia' en Bruselas, Berlín, Nueva York y Washington. Es autor del libro 'Otoño americano' (editorial Elba, 2017).

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