“La izquierda israelí sufre aún el odio que sembró Netanyahu y condujo al asesinato de Rabin”
La diputada feminista intenta hacer resurgir en las urnas a la fuerza política que dirigió durante tres décadas los destinos del Estado Judío
Su imagen, siempre vestida de negro, ya era familiar entre los israelíes como periodista de televisión y política defensora del feminismo. Merav Michaeli, de 54 años, es ahora la única mujer que encabeza una lista para las elecciones legislativas del martes entre 14 partidos con opciones de escaño. En enero dio un golpe de mano en las primarias del agonizante Partido Laborista para desbancar a la vieja guardia, que en 2020 aceptó integrarse en el Gobierno de Benjamín Netanyahu. Frente al éxito del primer ministro en los acuerdos de normalización de relaciones con cuatro países árabes y su liderazgo mundial en la campaña de vacunación contra la covid-19, esta diputada, que se negó a pactar el año pasado con un gobernante encausado por corrupción, protagoniza una intensa campaña por todo el país, predicando la buena nueva del cambio con un programa socialdemócrata. Incluso durante el sabbat judío, en el que hace un alto en su agenda electoral para conversar con EL PAÍS por teleconferencia.
Mientras la pugna en las urnas gira en torno a la disyuntiva Netanyahu sí o no —en otro día de la marmota para los votantes de Israel, con cuatro comicios en apenas dos años—, Michaeli también habla de cuestiones como economía, igualdad de género, reconocimiento a la comunidad LGTBIQ, separación entre religión y Estado, cambio climático e, incluso, de la solución de los dos Estados para el conflicto con los palestinos, relegadas al silencio en la campaña.
Ha resucitado de la tumba extraparlamentaria que amenazaba al viejo partido Avodá, que durante tres decenios dirigió ininterrumpidamente los destinos del Estado Judío tras su creación en 1948. Pero su misión de hacer resurgir al laborismo parece heroica. Del 34% de los votos que obtuvo el primer ministro Isaac Rabin en 1992 y el 11,5% que recibió el partido en 2013, cuando Michaeli entró en política, los sondeos no prevén que supere ahora el 5%.
Pregunta. ¿Ha cambiado tanto Israel en tres décadas o son ustedes los que no han cambiado? ¿Qué ha pasado?
Respuesta. Netanyahu. Eso es lo que ha pasado. En 1993 se convirtió en líder del Likud y agitó una campaña de odio e incitación [a la violencia] para deslegitimar al centroizquierda con una intensidad que Israel no había conocido hasta entonces. Iba contra Rabin, los Acuerdos de Oslo, contra los árabes... contra la democracia. Su discurso cambió radicalmente al país y condujo al asesinato de Rabin [en 1995], un hecho que hizo sufrir a la izquierda el desmoronamiento de su poder político.
Lo más sorprendente es que creo que las ideas progresistas están ganando, pero existe una desconexión entre lo que la mayoría de los israelíes quiere y lo que les ofrece la política. Mi misión es revivir el laborismo como partido de poder en el centroizquierda, y eso es lo que estoy haciendo: recuperar peso político y volver al modelo de Rabin. Ahora solo hay un partido de Gobierno [el Likud de Netanyahu] y eso no es exactamente una democracia.
P. A la socialdemocracia tampoco le va bien en otros países. ¿Ha perdido la mayoría social?
R. Por supuesto, es un asunto global. La socialdemocracia tuvo un papel esencial tras la Segunda Guerra Mundial en la reconstrucción de los países occidentales, pero desde hace cuatro décadas, el mundo giró hacia una realidad de desigualdad social y económica con el neoliberalismo. Hemos fallado a la hora de convencer a la gente de la importancia de valores esenciales como la igualdad, la tolerancia o la inclusividad. Ese es hoy nuestro desafío.
P. ¿Espera que le voten mujeres que antes no apoyaron al laborismo en las urnas?
R. Soy conocida desde hace 30 años por mi defensa de los derechos de la mujer y de la igualdad en general. Hay muchas mujeres comprometidas políticamente con esos derechos, pero también muchos hombres. El feminismo es para todos, como la igualdad. Por eso pido el voto a todo el mundo. No creo en la exclusión. Nuestra lista es completamente paritaria [en cremallera] y con alternancia de géneros también en los puestos de salida.
P. En Israel solo hay un 25% de diputadas en el Parlamento (Kneset), frente al 32% de media en Europa, y el 42% en España
R. Presenté una propuesta de ley en el Parlamento israelí hace siete años para reservar una cuota mínima del 40% a las mujeres en las papeletas electorales, pero no salió adelante por el voto en contra de los partidos ultraortodoxos, que no admiten mujeres en sus listas. Desgraciadamente, ellos tienen una gran capacidad de veto sobre muchas cosas en Israel a causa del apoyo político que prestan a Netanyahu.
P. Usted se ha mostrado a favor de apoyar al centrista Yair Lapid como primer ministro tras las elecciones. Pero ¿cómo formar una coalición antiNetanyahu entre fuerzas tan opuestas como pacifistas y populistas, nacionalistas judíos y partidos árabes? ¿Es posible el cambio o habrá que volver a votar por quinta vez?
R. Netanyahu necesita una alternativa después de 28 años de deslegitimación del centroizquierda, hasta el punto de que ahora no hay ninguna fuerza política que le plante cara en las urnas. La gran pregunta de estas elecciones es si va a poder sumar el apoyo de 61 diputados [en una Cámara de 120 escaños] para formar un Gobierno xenófobo y anexionista [de los territorios palestinos] o puede surgir una coalición por el cambio con mayoría suficiente. Sin el laborismo no hay alternativa posible. Si salen los números, todos los partidos de oposición deberemos encontrar un consenso, sobre todo en torno a la economía tras la crisis que deja la pandemia, para desbancar al líder del Likud. Apearlo del poder no es suficiente, pero es requisito necesario para que Israel empiece a recuperar el pulso democrático.
P. ¿También para reanudar las negociaciones de paz con los palestinos, una cuestión que está ausente de la campaña?
R. De entrada, en la vida cotidiana, la pandemia y la crisis económica ocupan la mayor parte de sus preocupaciones. En segundo lugar, los ciudadanos han tenido durante 12 años un primer ministro que les ha dicho que no existe solución para la cuestión palestina. La mayoría de los israelíes no ve a los palestinos por ninguna parte, ni en los medios de comunicación. Le preocupa que pueda haber violencia, pero no cree que [la solución de los dos Estados] sea posible, porque el primer ministro les lleva diciendo lo mismo desde 2009. El laborismo está comprometido en la búsqueda de una salida: es extremadamente importante para la seguridad, la estabilidad y el futuro de Israel. Creemos en una solución regional y para ello es necesario reanudar el debate sobre el conflicto palestino-israelí, devolver la cuestión a la agenda política. Eso lo que hemos estado anunciando durante la campaña: que vamos a volver a hacer las cosas como Isaac Rabin.
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