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Conte salva la votación en el Senado, pero solo podrá gobernar en minoría

El primer ministro no logra la mayoría absoluta reclutando a tránsfugas y ahora deberá consultar con el presidente de la República sobre la viabilidad de un Ejecutivo tan frágil

El primer ministro italiano durante su intervención este martes en el Senado. En vídeo, declaraciones de Giuseppe ConteVídeo: ANDREAS SOLARO / POOL / AFP. EFE
Daniel Verdú

El primer ministro de Italia, Giuseppe Conte, ha tenido que conformarse con sobrevivir a la crisis abierta en las últimas semanas. Los números en el Senado solo le han permitido obtener una mayoría simple para sustituir a los 18 parlamentarios de Italia Viva, el partido de Matteo Renzi, que finalmente se abstuvo. Después de días convencido de que podría hacerlo holgadamente, solo logró una prórroga con una ajustadísima votación (156 votos a favor y 140 en contra) que no augura un gran futuro a la coalición. Ahora Conte deberá consultar con el presidente de la República, Sergio Mattarella, y valorar la posibilidad de dimitir. Pero todo indica que seguirá adelante, al menos, unos días más para aprobar las medidas pendientes y tratar de reunir a más parlamentarios.

Matteo Renzi sacó el revolver pasadas las cinco y media de la tarde y desafió al primer ministro. “Usted ha decidido enrocarse. Quiere jugar la carta del ataque llamándonos irresponsables. Señor Conte, veamos si llega a 161 senadores”. Sabía que no lo conseguiría y, si hubiera querido, podía tumbar al Ejecutivo. El órdago, sin embargo, terminó siendo menor. Porque Renzi ordenó al mismo tiempo a su partido abstenerse en una caótica votación en la que Forza Italia expulsó en directo a sus parlamentarios tránsfugas y en la que, en el colmo del surrealismo, hubo que tirar de repetición de la jugada para comprobar la validez de uno de los sufragios. La decisión de Renzi de ponerse de perfil rebajó el umbral mínimo que necesitaba Conte para superar la prueba, evitó liquidarle con una votación negativa y le permite legalmente seguir adelante sin dimitir. Visto desde el punto de vista estratégico de Renzi, se trata más bien de dejar que el Ejecutivo se cueza en su propia salsa en los próximos días.

Italia, sin embargo, que gobierna desde hace años poniendo una vela al sismógrafo de las crisis, es el lugar menos indicado para un Ejecutivo en minoría: ha sucedido 13 veces de los 67 Gobiernos que ha habido desde la Segunda Guerra Mundial. Esta vez servirá, como mínimo, para aprobar algunas medidas clave en los próximos días y ganar tiempo. Luego habrá que pensar en una solución más sólida. La oposición, liderada por Matteo Salvini (Liga) y Giorgia Meloni (Hermanos de Italia) anunciaron nada más terminar la votación que quieren reunirse con el presidente de la República.

Conte intentó desesperadamente en las últimas horas formar un grupo en el Senado de tránsfugas a los que él llamaba “constructores”. Era una petición expresa del presidente de la República. “Un mercadeo indigno”, criticó Renzi en su intervención. La mayoría absoluta en el Senado está fijada en 161 votos y Conte podía contar seguro con solo 139 votos: 91 del Movimiento Cinco Estrellas (un senador no votaba por enfermedad), 35 del PD, seis del izquierdista Libres e Iguales y siete de las Autonomías. El resto había que ganárselos.

La idea era que se convencieran de la necesidad de mantener el Gobierno en pie y ofrecerles un pacto de legislatura. De ese modo podía sustituir a Italia Viva en la coalición de Gobierno sin tener que dimitir. Pero la seducción de parlamentarios no llegó a buen puerto. Ahora Conte deberá consultar con el presidente de la República, Sergio Mattarella, la viabilidad de una operación altamente inestable.

Conte compareció por la mañana en el Senado para tratar de convencer a los parlamentarios con dudas de que le dieran su apoyo. El discurso realizado, calcado al del día anterior, solo puso de manifiesto la finalidad de estas dos jornadas de solemne puesta en escena parlamentaria: materializar el trabajo en los pasillos para conseguir apoyos. Pero enseguida se vio que Conte intuía que debía rebajar sus expectativas. “Los números son importantes, pero lo es más la calidad del proyecto”, señaló anticipando un posible fracaso en conseguirlos.

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Los senadores que cambiaron su postura lo hicieron por motivos variados. Anunciaron su intención de apoyar a Conte el ex primer ministro Mario Monti o la senadora vitalicia y superviviente del Holocausto Liliana Segre. Por responsabilidad, dijeron. Otros lo iban a hacer también por intereses personales. Están en juego cargos, mayor presencia, conservar un escaño para evitar elecciones... La mayoría había tomado ya la decisión antes de que el primer ministro empuñase el montón de papeles con los que repitió el discurso del día anterior, casi punto por punto. Algunos, como Emma Bonino, líder de +Europa, decidieron votar en rechazo al Ejecutivo pese a haber sido sondeados.

Ganar tiempo

Los números para la mayoría absoluta no cuadraban. Estaba ya muy claro por la mañana. Pero Conte volvió a cerrar la puerta a la reconciliación con Renzi con las mismas palabras del lunes. “Hay que pasar página”. Sabía que, como mínimo, ganaría tiempo.

La realidad es que casi nadie quiere ir a elecciones. Ni el Ejecutivo, ni el Palacio del Quirinal. Tampoco todos los que forman parte de los partidos que a priori podrían ganarlas. Muchos de los parlamentarios, especialmente después de la reducción de escaños impuesta en ambas Cámaras por este Ejecutivo, no podrían repetir. Pero Conte, como novedad respecto al día anterior, añadió el argumento del malestar social que puede convertirse en rabia si no se llega a acuerdos. “Necesitamos fuerzas voluntariosas. Necesitamos personas disponibles para reconocer la importancia de la política. Tenemos la urgencia de hacer política. Solo la política nos ofrece la posibilidad de interpretar el malestar de la sociedad impidiendo que explote en rabia y en formas destructivas”.

El reclutamiento de tránsfugas, eso fue lo más sorprendente, se hizo a la luz del día y sin complejos. El propio Conte les pidió ayuda. “Quien tenga ideas y proyectos, voluntad de hacerse constructor, que sepa que es el momento justo de contribuir a esta prospectiva”. Pero la crisis, con este resultado, no se cerrará definitivamente.

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Sobre la firma

Daniel Verdú
Nació en Barcelona en 1980. Aprendió el oficio en la sección de Local de Madrid de El País. Pasó por las áreas de Cultura y Reportajes, desde donde fue también enviado a diversos atentados islamistas en Francia o a Fukushima. Hoy es corresponsal en Roma y el Vaticano. Cada lunes firma una columna sobre los ritos del 'calcio'.

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