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El subestimado heredero de Merkel

Laschet ha escalado peldaños con discreción hasta llegar a ser el sucesor de la canciller alemana en la CDU. Su política migratoria a favor de la integración le costó la crítica de sus rivales

Elena G. Sevillano
Armin Laschet, durante su discurso en el congreso de la CDU celebrado el 15 y 16 de enero de 2021.
Armin Laschet, durante su discurso en el congreso de la CDU celebrado el 15 y 16 de enero de 2021.CHRISTIAN MARQUARDT / POOL (EFE)

Se le ve en su salsa. Tocado con un gorro de colores llamativos y metido en una jaula dorada en medio del escenario, Armin Laschet da un discurso en verso durante el Carnaval de Aquisgrán, en febrero del año pasado. El público, entre ellos su rival Friedrich Merz, se parte de risa con los chistes sobre temas de actualidad política. “¿Quién será la próxima mamá de Alemania?”, pregunta con retranca utilizando el apodo de Angela Merkel, mutti (mamá, en alemán). El público grita: “¡Túúú, Armin!”. “No, no, qué tontería”, descarta él con modestia. Pero Laschet ya llevaba unos meses en la carrera para suceder a la canciller alemana, la más destacada figura política europea de los últimos 15 años. El primer tramo lo superó este fin de semana, cuando se hizo con la presidencia de la Unión Democrática Cristiana (CDU), el partido de la canciller, tras batir en un congreso digital a Merz, el candidato de la ruptura que pretendía escorar la CDU a la derecha en busca de los votos migrados a la ultraderecha.

Una oferta de centrismo, promesa de cohesión interna y continuismo con la línea ideológica de la canciller dio la victoria a Laschet, abogado de 59 años nacido en la ciudad fronteriza con Bélgica y los Países Bajos de Aquisgrán. Superada la primera etapa, tiene por delante otra no menos compleja: ser el candidato conservador a la Cancillería en las elecciones del próximo 26 de septiembre, las primeras sin Merkel. Markus Söder, el popular líder del partido-hermano bávaro de la CSU y primer ministro de Baviera, arrasa ahora mismo en las encuestas como el preferido por el electorado. Söder ha ganado popularidad gracias a la gestión de la pandemia en su Estado, proponiendo medidas de contención más duras o más controvertidas y asegurándose así mucha presencia mediática. Laschet, en cambio, ha recibido críticas en el Estado que dirige, Renania del Norte-Westfalia, el más poblado del país, por aliviar las medidas restrictivas demasiado pronto para tratar de recuperar la economía. Pero no sería la primera vez que las encuestas se equivocan con Laschet, un hombre conocido por ser afable, conciliador… y paciente.

Su biografía política, llena de altibajos y reveses, podría titularse Laschet el improbable. El mayor hito, y el que le ha permitido hacerse con la jefatura del partido —era el único candidato con experiencia de gobierno—, fue ganar en 2017 las elecciones de Renania del Norte-Westfalia. Lo hizo contra todo pronóstico, en un Estado feudo tradicional del SPD y con las encuestas a favor de la popular candidata socialdemócrata Hannelore Kraft. La CDU le colocó de candidato sin muchas esperanzas después del fiasco del anterior, Norbert Röttgen, el tercero en liza en el congreso de la CDU de este fin de semana. “Parece que ser subestimado es una especie de rasgo distintivo de la carrera de Laschet, como le ocurrió a Angela Merkel al principio”, señala el periodista Moritz Küpper, coautor de una biografía reciente sobre el político renano.

Laschet consiguió un escaño en el Parlamento federal en 1994, a la vez que Röttgen y Merz, pero lo perdió en las siguientes elecciones. Fue su primer revés, pero entró en el Parlamento Europeo en 1999. “Parecía que había encontrado su camino, pero entonces le ofrecieron un puesto en el Gobierno de Renania del Norte-Westfalia”, recuerda Küpper. Era su casa. Aceptó y volvió. Y se tomó en serio su puesto de ministro de Integración: elaboró un plan para integrar a los extranjeros, lo puso en marcha, y en 2009 escribió un libro donde alababa las ventajas de la inmigración para Alemania. Los halcones de su propio partido no tardaron en apodarle Armin el Turco. Él siempre justificó sus políticas apelando no solo a la caridad cristiana —Laschet nació en una familia católica practicante que según sus biógrafos ha marcado sus decisiones políticas— sino al pragmatismo: “Debemos integrar; estos son los únicos niños que tenemos”. Laschet defendió con firmeza la decisión de abrir las fronteras que tomó Merkel durante la crisis de los refugiados del verano de 2015, uno de los momentos más difíciles de la canciller, criticada por su propio partido y por parte de sus vecinos europeos.

Casado, con tres hijos adultos, Laschet sigue viviendo en la misma casa del barrio de Burtscheid de Aquisgrán donde la pareja crió a su descendencia. La vivienda de su padre, que trabajó en una mina de carbón antes de convertirse en maestro de escuela, está solo unas calles más allá. Durante su carrera le han acusado de tener poca ambición, poco empuje, de ser algo caótico, ese renano simpático que quizá es demasiado provinciano para la política con mayúsculas de Berlín. “Su receta para el éxito es que tiene un carácter fuerte y a estas alturas ya sabe que la carrera hacia la cúspide no es un camino de rosas. Su lema podría ser ‘Espera y verás”, dice su biógrafo.

Continuismo

“Laschet continuará la política de Merkel en la Unión Europea”, opina Ursula Münch, profesora de Ciencias Políticas de la Universidad Bundeswehr. Está convencido, como ella, de la necesidad de que Alemania esté integrada en la UE y defiende la idea de la solidaridad europea, añade. Pero apunta: “Todavía no sabemos si tendrá las mismas cualidades negociadoras que Merkel, y si, como ella, será capaz de llegar a acuerdos que satisfagan a todos”. Laschet pasó seis años (1999-2005) como eurodiputado en Bruselas, donde trabajó en política exterior y cuestiones presupuestarias. Solo en contadas ocasiones ha criticado al Ejecutivo de Merkel por ser poco ambicioso en Europa, como cuando el año pasado dijo en la conferencia de Seguridad de Múnich que Macron estaba haciendo propuestas, pero Alemania estaba “tardando demasiado en responder”.

“Polarizar es fácil, eso puede hacerlo cualquiera”, dijo Laschet el sábado ante los delegados de la CDU, tras nombrar el ejemplo de Donald Trump y el asalto al Capitolio del pasado 6 de enero. Lo difícil, añadió, lo que cuesta trabajo, es integrar. Con esa promesa llega a la presidencia de la CDU. Los analistas creen que peleará por ser el candidato a la Cancillería, porque siempre ha asociado una cosa con otra. Curiosamente fue su rival en esa carrera, Markus Söder, quien presentó su biografía en septiembre pasado. Le preguntaron si Laschet tenía empuje suficiente, madera de líder: “Si alguien gana unas elecciones en Renania del Norte-Westfalia, no hay que subestimarle”.

Los votantes conservadores prefieren al bávaro Söder

A Laschet todavía le queda un largo camino hasta convencer a los votantes conservadores de que él sería una mejor opción que el primer ministro bávaro para las elecciones generales del próximo septiembre, según una encuesta que recoge Reuters.

Según una encuesta realizada a 2.000 personas tras la votación del congreso de la CDU del sábado —en el que Laschet fue elegido sucesor de Angela Merkel— por la empresa demoscópica Forsa para la cadena de televisión RTL, el 36% de los votantes conservadores preferiría que el bávaro Söder fuera el candidato de la CDU-CSU a la Cancillería alemana, mientras Laschet obtuvo solo el 21% del apoyo de los encuestados.

Söder, de 54 años, es un político que últimamente se ha ido desplazando de la derecha más hacia el centro moderado. Y se muestra más bien reservado en cuanto a sus ambiciones políticas: “Mi lugar está en Baviera”, repite. Sin embargo, el líder bávaro ha dejado en manos de la alianza CDU-CSU la decisión sobre quién debe presentarse finalmente a las elecciones.

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Sobre la firma

Elena G. Sevillano
Es corresponsal de EL PAÍS en Alemania. Antes se ocupó de la información judicial y económica y formó parte del equipo de Investigación. Como especialista en sanidad, siguió la crisis del coronavirus y coescribió el libro Estado de Alarma (Península, 2020). Es licenciada en Traducción y en Periodismo por la UPF y máster de Periodismo UAM/El País.

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