Francia juzga al ex primer ministro Fillon por el caso que precipitó la implosión de la derecha
El favorito presidencial de 2017, acusado de desvío de fondos públicos por el supuesto empleo ficticio de su esposa
Los ecos de la caída del ex primer ministro francés François Fillon, candidato favorito en las elecciones presidenciales de la primavera de 2017, no se han apagado en Francia. Las revelaciones sobre la remuneración durante décadas de su esposa por empleos sin justificar arruinaron su carrera política. Y aceleraron la implosión de Los Republicanos (LR), el partido de la vieja derecha conservadora.
El juicio a Fillon y a su esposa, Penelope Clarke, comenzará este miércoles, después de aplazarse el lunes por una huelga de abogados. Ambos, junto con su colaborador Marc Joulaud, se exponen a penas de hasta diez años de prisión y multas cuantiosas.
El acusado ha prometido aportar pruebas de que, efectivamente, su esposa trabajó para él mientras era diputado de su feudo en el departamento de Sarthe, y para Joulaud entre 2002 y 2012, su sustituto en la Asamblea Nacional cuando él era ministro y primer ministro.
Según la acusación, Penelope Clarke, así como los hijos de ambos, cobraron de los fondos asignados a los diputados para remunerar a sus colaboradores sin ofrecer a cambio ninguna contrapartida laboral. Se les reprochan el desvío de más de un millón de euros en dinero público entre 1998 y 2013. También se acusa a los Fillon por otro posible empleo ficticio de ella, entre 2012 y 2013, en la revista literaria Revue des deux mondes, propiedad del hombre de negocios Marc Ladreit de Lacharrière. A cambio cobró 135.000 euros.
El caso estalló el 25 de enero de 2017, cuando el semanario Le Canard Enchaîné reveló los cobros. El candidato de Los Republicanos, que combinaba propuestas liberales en lo económico y conservadoras en lo moral, era el favorito indiscutible para conquistar el Palacio del Elíseo. Había derrotado unos meses antes en las primarias de su partido a dos pesos pesados, el expresidente Nicolas Sarkozy y el ex primer ministro Alain Juppé.
En la campaña de las primarias de LR, y para atacar a su antiguo jefe y rival, Sarkozy, encausado en varios procesos judiciales, Fillon dijo que era inimaginable que un candidato a presidente de la República se encontrase en tal situación. "¿Quién se imagina al general De Gaulle imputado?", dijo el ex primer ministro, quien, además, se presentaba como un hombre austero en contraste con su rival, habitual en las revistas del corazón y proclive al lujo y la ostentación.
Unas semanas después de las revelaciones de Le Canard Enchaîné, Fillon fue imputado. Y salió a la luz su apego a un tren de vida elevado. Otro caso estalló entretanto: el regalo a Fillon, por parte de Robert Bourgi, un empresario amigo de Sarkozy, de trajes por un valor total de unos 13.000 euros.
Fillon, pese a haber prometido que dimitiría en caso de imputación, mantuvo la candidatura. Ni se clasificó para la segunda vuelta. Emmanuel Macron, principal beneficiario del terremoto, acabó derrotando a la candidata de la ultraderecha, Marine Le Pen. Quizá no sería presidente sin aquel escándalo.
Hoy Fillon, irrelevante en la vida pública, quiere demostrar que no fue un delincuente sino, como máximo, un político de otro tiempo, cuando imperaba una mayor permisividad ante prácticas ahora inaceptables. Pero los efectos de su caída y de las luchas fratricidas de aquellos años perviven. Su partido no levanta cabeza. Algunos de sus dirigentes se han sumado a las filas de Macron. Sarkozy no ha saldado todas sus cuentas con la justicia. El proceso Fillon es, también, el juicio a una época.
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