Hollande: “Si me hubiese presentado, Macron no sería presidente; sería Le Pen o Fillon”
El expresidente francés aborda en una entrevista su relacion con su sucesor, la amenaza de Trump y Putin, el auge del populismo y la intervención en Siria
Ya no es el momento de arrepentirse, para François Hollande (Rouen, 1954), aunque nunca podrá dejar de pensar en hipotéticos universos alternativos. Qué hubiera ocurrido si hubiese entendido antes que su colaborador más aventajado iba a quitarle el puesto. O si se hubiese presentado él a las elecciones presidenciales. O, quién sabe, si los franceses hubiesen sido más benévolos con su legado.
“Si yo me hubiese presentado, no sería Emmanuel Macron quien hoy sería presidente”, dice en su despacho de la rue Rivoli, en el centro de París, donde recibe a EL PAÍS y a los corresponsales de los diarios del grupo LENA. “Sería François Fillon o Marine Le Pen”, añade en alusión a los candidatos de la derecha y de la extrema derecha.
Todo esto es pasado y, a punto de cumplirse un año del 14 de mayo de 2017, el día que entregó las llaves del Palacio del Elíseo a Emmanuel Macron, Hollande publica un libro, Las lecciones del poder, en el que repasa sus cinco años como presidente, entre 2012 y 2017, años marcados por la crisis económica europea, los atentados terroristas en Francia, el avance de la ola populista en una Europa dividida e inestable y el hundimiento de su partido, el socialista.
“El riesgo mayor para el planeta es la cierre y el repliegue, son los imperios que se afirman, es la democracia que recula”, dice. “Y corresponde a la izquierda el trabajo de la removilización de los espíritus”.
El expresidente sobre la crisis catalana: “Lamento el bloqueo actual; el diálogo debe prevalecer”
François Hollande ya había dejado el Palacio del Elíseo durante la fase más intensa de la crisis catalana, a partir del pasado el pasado otoño, pero vivió su gestación durante los últimos años como presidente de la República francesa.
"En mi posición hoy no debo intervenir en la vida política de España ni pronunciar juicios sobre su gobierno", dice a EL PAÍS, en respuesta a una pregunta sobre las lecciones que pueden extraerse de la gestión de esta crisis —Las lecciones del poder es el título de sus memorias recién publicadas en Francia— y sobre su inquietud respecto la evolución del conflicto. "Pero esta crisis catalana es un problema europeo. En esta búsqueda de identidad hay el riesgo del separatismo. Y no sólo en España. Así que, juntos, debemos encontrar formas de vida común para que los estados-nación puedan permanecer. Porque Europa no puede construirse contra las naciones. Respecto a la actitud de los dirigentes catalanes que proclamaron la independencia, nadie podía admitir tal posición. Pero lamento el bloqueo actual y pienso que el diálogo debe prevalecer".
A la pregunta sobre si cree que la solución debería ser política y no judicial, Hollande responde: “Este es el interés de todos, porque hay que respetar las identidades, reconocer las singularidades, imaginar fórmulas institucionales, pero la unidad de España no es negociable”.
Hollande coincidió apenas cinco meses con Donald Trump en la Casa Blanca, pero la lección es clara: la capacidad de seducción de Macron probablemente no baste. “En diplomacia”, dice, “están las relaciones personales, la calidad de los argumentos, la inteligencia de las situaciones. Pero usted no puede hacer nada ante un presidente o un jefe de Gobierno que persiga intereses sin tener en cuenta el bien común, y que sólo conozca la relación de fuerza”.
En otro momento de la entrevista, y tras reflexionar sobre la necesidad de avanzar no sólo la integración económica europea sino también en la defensa, argumenta: “Con un presidente de Estados Unidos imprevisible y un presidente ruso demasiado previsible, es necesaria una Europa que garantice su propia seguridad”. Porque no es Trump el único problema. El ruso Vladímir Putin, dice, “mezcla la seducción con una forma de brutalidad”. “Soy lúcido sobre lo que piensa de Occidente y de Europa en particular. La ve como un cuerpo débil, moralmente herido, sin cohesión. En resumen, en declive. Y es por eso que está muy vinculado a las extremas derechas por todo Europa”.
Hollande hablaba el lunes, 48 horas después de que Macron ordenase un ataque militar contra supuestas instalaciones químicas en Siria, acción que el expresidente apoya. Para él podría ser un círculo que se cierra. En 2013 quiso hacer lo mismo, pero Barack Obama, entonces presidente de EE UU, dio marcha atrás en el último momento. Pero atacar hoy no es lo mismo que hace cuatro años y medio. Quizá sea tarde.
“El régimen ha ganado militarmente parte del territorio”, dice Hollande. “Turquía, Rusia, Irán están en una posición que es la del reparto de Siria. Las condiciones para salir de la crisis son más difíciles. Ahora, después de los ataques, hay que hacer presión para evitar una partición del país que no resolvería en nada la propagación del terrorismo y mostraría al mundo que un dictador sanguinario puede sobrevivirse a sí mismo”.
A la pregunta sobre si Trump habrá resultado un aliado más fiable que Obama, responde que, en el ataque a Siria de abril de 2017, cuando Hollande aún era presidente, el actual presidente de EE UU evitó asociar a Francia a la operación. “Lo lamenté”, dice. “Ahora constato que lanza esta operación al mismo tiempo que va a retirar soldados americanos de Siria. Al final, esta réplica justificada podría esconder una retirada más general”.
Alemania le sirve a Hollande para explicar que “el populismo no prospera sólo en los desórdenes económicos”. “Se nutre”, precisa, “de la cuestión migratoria y del miedo a la disolución de las identidades”. La crisis de la socialdemocracia —atrapada entre la derecha que “agita con los temas de seguridad, inmigración y lucha contra el terrorismo”, y la izquierda que la considera demasiado alejada de los principios— contribuye a este fenómeno. “¿Quién gana? Siempre los populistas”, dice el expresidente.
Hollande no cree que los franceses sean injustos con él, que abandonó el cargo como uno de los presidentes más impopulares en tiempos recientes. “Si uno considera que el pueblo yerra, es que raramente ha tenido razón. Espero que me verán de manera distinta y que, sobre todo, juzgarán los resultados”.
Macron intenta revestir la institución de la autoridad y la distancia de la monarquía republicana que es la Francia, un estilo con el que Hollande se sentía incómodo“Es necesaria una autoridad. En Francia, el sufragio universal da la legitimidad más fuerte al presidente de la República. Pero los franceses no eligen un monarca. No es necesario concentrar todos los poderes ni adoptar una forma de distancia con el pueblo. Es lo que yo llamé la presidencia normal”.
Y durante más de una hora de entrevista, no desmiente esta impresión, la del político que aspira a la normalidad —sin carisma, ni alardes retóricos, ni excentricidades, acaso demasiado humano— pero que supo gestionar algunas de las crisis más graves de Francia en las últimas décadas. Macron aún no ha afrontado una prueba similar.
¿Fue ingenuo con Macron, su ministro de Economía antes de abandonar el Gobierno para lanzarse a la carrera presidencial? “No lo creo”, responde. “Cuando trabajo con ministros, no es para sospechar que quieran ocupar mi sitio. Confío en ellos”.
Su discípulo, el candidato que en 2017 podía garantizar la continuidad de sus políticas, es ahora una figura distante. El libro, que algunos en Francia han leído como una ajuste de cuentas, no ayudará a la reconciliación.
—¿Cuándo hablaron por última vez?
—En el momento del traspaso de poderes.
El silencio ya dura casi un año.
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