El oro del Rin: los puentes en el centro que España no tiene
Los países de la cuenca del río, entre los más prósperos de Europa, exhiben por lo general una fluida cooperación entre partidos moderados
El oro del Rin son, quizás, sus puentes. Al margen de la que fuera la inspiración de Wagner para su célebre ópera, los puentes en el centro político que permiten el diálogo y la cooperación entre formaciones moderadas a ambos lados son probablemente hoy el auténtico tesoro. En las orillas del gran río, y más en general en su cuenca, se multiplican los ejemplos de constructiva cooperación política por encima del eje central de los hemiciclos, lo que parece imposible en España.
Estrasburgo, sede del Parlamento Europeo, ofrece el primer ejemplo vigoroso, con la habitual y pragmática cooperación de los grupos populares, socialista, verde y liberal en muchos asuntos. Son la llamada mayoría europeísta, y en nombre de un objetivo superior común cooperan y alcanzan acuerdos con frecuencia.
Al otro lado de la orilla, en Alemania, gobierna el tercer Ejecutivo de coalición entre democristianos y socialdemócratas en las últimas cuatro legislaturas. Ha habido coaliciones en el ámbito federal entre socialdemócratas y verdes y entre democristianos y liberales, y en cuanto a Estados federales se dan múltiples opciones de coalición.
Más al norte, Holanda tiene un largo historial de gobiernos de coalición entre partidos de corte democristiano, socialista y liberal. Más al sur, Suiza, con su modelo confederal, es la quintaesencia del consenso, la componenda, los equilibrios. Austria, aunque solo muy tangencialmente involucrada en la cuenca del río, comparte ese espíritu, con larga tradición de coaliciones en el sector central entre democristianos y socialdemócratas, o ahora entre democristianos y verdes. Luxemburgo, que también pertenece a la cuenca, muestra la misma actitud hacia las coaliciones.
Un historial político diferente es el de Francia, en la orilla occidental, tendencialmente polarizado entre derecha e izquierda, aunque ahí también la aparición en el centro del espectro de Macron y su formación, La República en Marcha, ha destruido la dinámica bipolar y construido nuevas potencialidades de diálogo político en el arco parlamentario.
Frente a estos ejemplos, España parece instalada de forma muy rígida en una polarización beligerante. La renovada disposición de Ciudadanos a negociar con el PSOE no ha dado grandes frutos, con los socialistas abrazados al trío Podemos-Esquerra-Bildu, con el que puede compartir proyectos de políticas sociales pero no una visión de Estado. El dominio bipartidista no afectó a la gobernabilidad en España mientras los dos partidos mayoritarios tuvieron una fuerza casi hegemónica. Con la fragmentación actual, el panorama es mucho más problemático. El juego de bloques atrincherados al que asistimos reduce las opciones, y en su vertiente más enfermiza merman políticas de Estado y reglas del juego.
Hay distintos estados de interacción política. El que se podría definir como gaseoso de Italia, con acelerada y confusa interacción de partículas (pero interacción al cabo); el estado fluido de la cuenca del Rin; el estado de rigidez —¿olor a rigor mortis?— al estilo español.
Los países de la cuenca del Rin figuran —junto con los escandinavos— entre los más prósperos de Europa. ¿Tendrán algo que ver los puentes políticos del Rin?
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