La pandemia desmonta la revolución económica prometida por Johnson
El ministro de Economía británico anuncia la congelación del sueldo de los funcionarios y la secretaria de Estado de Exteriores dimite en protesta por el recorte en la ayuda al desarrollo
El ministro de Economía británico, Rishi Sunak, ha comparecido este miércoles ante la Cámara de los Comunes para anunciar oficialmente lo que ya era una verdad compartida: el Reino Unido se enfrenta a una descomunal “emergencia económica que apenas acaba de comenzar”. El Gobierno terminará el año con un nivel de endeudamiento como no se conocía desde el final de la Segunda Guerra Mundial, y los latigazos de la crisis perdurarán hasta la mitad de la década. El rostro amable, eficaz y popular de Downing Street, Sunak, ha sido el encargado de explicar a los ciudadanos que las promesas electorales del Partido Conservador tendrán que esperar, y que la caridad comienza por uno mismo. El recorte en la ayuda al Desarrollo Exterior, de unos 4.500 millones de euros, se destinará a paliar los estragos que la covid-19 ha causado en el norte de Inglaterra, la región que Johnson prometió inundar con inversiones en infraestructuras y tecnología. La secretaria de Estado de Exteriores, Liz Sugg, ha dimitido en protesta por la decisión.
Sunak comparecía para presentar el Compromiso de Gasto del Gobierno, una previsión que normalmente cubre periodos de cuatro años, pero que el ministro estrella de Johnson ha decidido limitar a uno solo dada la incertidumbre económica. “La emergencia sanitaria no ha terminado aún, y la emergencia económica apenas ha comenzado. Nuestra prioridad inmediata debe ser la protección de la vida y el bienestar de los ciudadanos”, dejaba claro desde el inicio de su intervención. A partir de ahí, la lista de malas noticias: un aumento de la deuda pública de 440.000 millones de euros solo este año (el mayor incremento de la era posbélica). Un descenso del PIB del 11,3% (nunca visto en 300 años). Y una situación económica que solo volverá a niveles de crecimiento similares a los anteriores a la pandemia a mediados de 2025.
Boris Johnson permanecía aislado en cuarentena en Downing Street —tras estar en contacto con una persona que días después dio positivo en un test de coronavirus— mientras su ministro desgranaba las malas noticias. Dos eran las destinadas a ocupar todos los titulares de la prensa británica: El sueldo de los funcionarios públicos, con la excepción del personal sanitario y de aquellos que están en los niveles más bajos, será congelado el año que viene. Y la ayuda al Desarrollo Exterior, consolidada en un 0,7% del PIB desde el mandato del conservador David Cameron, pasará a ser del 0,5%. La consecuencia inmediata de una decisión que ha recibido críticas de todos los sectores, por lo que supone de renuncia a la influencia externa del Reino Unido justo cuando está a punto de emprender una nueva política exterior en solitario, ha sido la dimisión de Sugg. Este recorte “corre el riesgo de socavar tus esfuerzos de promocionar una Gran Bretaña Global [el término con que Johnson ha definido su nueva política internacional] y reducirá nuestro poder de influencia sobre otras naciones para que hagan lo correcto”, ha explicado Sugg en su carta de dimisión al primer ministro. Sunak ha admitido la dificultad de justificar el recorte, y en todo momento ha intentado mostrar “su respeto” a las críticas, pero “en un momento de crisis sin precedentes, el Gobierno debe tomar decisiones duras”, explicaba.
Una cantidad equivalente a la extraída de la ayuda exterior será la que se destine a las regiones del norte de Inglaterra, tradicionalmente laboristas, que en las pasadas elecciones de diciembre dieron un sorprendente respaldo a Johnson. Sunak ha anunciado un “plan de nivelación del país” de 4.500 millones de euros para destinar a “carreteras, líneas de ferrocarril, bibliotecas o museos”. “Nivelación” era la palabra talismán tanto de Johnson como de su hasta ahora asesor estrella, Dominic Cummings, bajo la que latía la promesa de un vuelco nacional en prioridades de inversión. La cifra palidece, comparada con los más de 300.000 millones destinados solo este año a sostener los empleos y empresas devastados por el coronavirus, o los ya comprometidos 60.000 millones para el año que viene.
Y la visión pesimista ofrecida por Sunak todavía escondía un panorama más preocupante. Sus cifras y previsiones coinciden con las adelantadas por la Oficina de Responsabilidad Fiscal (OBR, en sus siglas en inglés), el organismo supervisor independiente. Pero la OBR ha hecho sus cálculos contando con que finalmente Londres y Bruselas sean capaces de alcanzar un acuerdo comercial del Brexit, cuyas negociaciones, de momento, siguen estancadas. Si ese acuerdo no se alcanza, ha pronosticado el organismo, el descenso previsto del PIB será de dos puntos porcentuales más, y la inflación, el desempleo (7,5% en la actualidad) y la deuda pública, se verán disparados. “En menos de 40 días terminará el periodo de transición, y usted ni siquiera ha mencionado ese aspecto en su discurso”, ha reprochado a Sunak la portavoz laborista de Economía, Anneliese Dodds. “¿De verdad cree que este Gobierno está preparado para ayudar, o ha hecho ya lo suficiente para ayudar, a todas las empresas que van a verse seriamente afectadas?”, ha añadido.
Sunak, preocupado también por su propia promoción política personal —horas antes del discurso filtraba a los medios una impecable y kennedyana foto de él trabajando el documento en casa enfundado en un jersey de punto—, ha intentado cerrar su presentación con un guiño al espíritu liberal de los conservadores: “Estimular la brillantez de cada individuo y comunidad, de las que depende una sociedad pujante, sigue siendo una tarea inacabada”, aseguraba el ministro después de relatar al detalle los miles de millones que el Gobierno se verá obligado a seguir volcando en una economía en la cuerda floja.
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