Johnson amaga con renunciar a un acuerdo del Brexit, pero no rompe las negociaciones con la UE
La canciller alemana, Angela Merkel, avanza que los 27 tendrán que prepararse por si no prospera el diálogo
El primer ministro británico, Boris Johnson, ha respondido a la Unión Europea elevando el tono de su desafío. El primer ministro británico ha dado ya por hecho que el Reino Unido debe comenzar a prepararse para un Brexit a las bravas el próximo 1 de enero. Solo si Bruselas cambia su planteamiento negociador -si ofrece alguna cesión-, Londres se replantearía su decisión, ha sugerido. Pero sin romper del todo los puentes. Johnson ha evitado expresar claramente que su Gobierno daba por rotas las negociaciones.
El pasado 7 de septiembre, Johnson anunció una especie de ultimátum. Iba a esperar a comprobar el tono y las conclusiones del Consejo Europeo de este jueves y viernes, para anunciar si el Reino Unido se levantaba definitivamente de la mesa y comenzaba a prepararse para encarar un Brexit sin acuerdo. Ya dijo entonces que su Gobierno prefería alcanzar algún tipo de entendimiento con sus antiguos socios, pero fue preparando a los ciudadanos para que contemplaran la idea de una salida a las bravas de las instituciones comunitarias. Durante todo este periodo, Johnson ha jugado con la idea de dos posibles soluciones: un tratado comercial con la UE similar al que tiene Canadá (con la desaparición de algunas cuotas y aranceles) u otro como el de Australia (mucho más escueto en sus ambiciones). La idea que se escondía detrás de esos ejemplos era la de resaltar que Londres se limitaba a pedir lo que Bruselas ya había concedido a dos países pertenecientes a la Commonwealth (Comunidad de Naciones). “A no ser que veamos un cambio fundamental de planteamiento [por parte de la UE], vamos a elegir la solución australiana”, ha dicho Johnson, quien se ha resistido, sin embargo, a afirmar claramente que su anuncio era una ruptura completa de las negociaciones. “Lo que les estamos diciendo es, 'venid hacia aquí, aproximaos hacia nuestra postura, pero solo si realmente tenéis un cambio de planteamiento”, ha dicho.
El tono empleado por Johnson, quien ha señalado más claramente que en otras ocasiones que la responsabilidad de un futuro fracaso sería en exclusiva de la UE -"quieren seguir controlando nuestra libertad para legislar y nuestras reservas de pesca de un modo completamente inaceptable para un país independiente"-, sugiere que el primer ministro está de nuevo dispuesto a forzar una crisis, en un último intento por lograr que la balanza de las negociaciones se incline del lado británico.
Como ya hizo el 7 de septiembre, Johnson ha indicado a los ciudadanos y empresarios británicos que deben prepararse para una nueva relación con la UE a partir del 1 de enero, y ha intentado transmitir un optimismo que, en la crisis actual provocada por la covid-19, ya no suena del mismo modo para los receptores de su mensaje. La libra ha caído con fuerza respecto al euro minutos después de que el primer ministro compareciera ante las cámaras. “Dado que han sido ellos los se han negado a negociar seriamente durante los últimos meses, y que el Consejo parece haber descartado explícitamente acordar un acuerdo a la canadiense, he llegado a la conclusión de que debemos prepararnos para ir el 1 de enero hacia una situación sometida a los simples principios básicos del libre comercio internacional”, ha dicho.
El Consejo Europeo exigió el jueves a Johnson que diera él los pasos necesarios para asegurar que el Reino Unido no sería en el futuro un competidor desleal con la UE, y puso bajo la responsabilidad de Johnson la necesidad de realizar “los movimientos necesarios para hacer posible el acuerdo”. El negociador británico, David Frost, quien había sugerido al primer ministro que mantuviera vivas las negociaciones al menos dos semanas más, fue el primero en expresar, a través de su cuenta en Twitter, una “decepción” que Johnson ha repetido en su intervención televisiva de este viernes.
Sin embargo, el clima de los últimos días en Londres era de relativo optimismo. Las negociaciones entre las dos partes, decían los que tenían información al respecto, habían avanzado considerablemente, y solo dos puntos, los relativos a las cuotas de pesca y a las ayudas públicas a empresas, permanecían como escollos. Y en el segundo caso, la propuesta de establecer un campo común de reglas de juego que permitiera a Londres escapar de la jurisdicción del Tribunal Europeo de Justicia parecía estar cobrando vuelo.
Sin embargo, la voluntad del negociador jefe de la UE, Michel Barnier, de viajar a Londres la próxima semana para continuar negociando -que podría ser interpretado como un gesto de respuesta al “venid hacia nosotros” sugerido por Johnson- ha sido recibido con frialdad por Downing Street. “No tiene mucho sentido si no está dispuesto a negociar todos los aspectos clave, sobre la base de un texto legal y de modo acelerado, mientras solo se exija al Reino Unido que sea el que aproxime su postura”, ha dicho un portavoz gubernamental.
Por eso las primeras conclusiones, después de la esperada intervención de Johnson, apuntan hacia dos direcciones. Bien se trata de un desafío final a la espera de cualquier mínima cesión que permita a Johnson aparecer victorioso, bien es la indicación del primer ministro de que el Brexit sin acuerdo es ya una realidad inevitable, y de lo que se trata ahora es de negociar los “aspectos técnicos” necesarios para evitar que el 1 de enero se solape un desastre económico y logístico sobre la crisis actual.
“Un margen escaso”
Mientras tanto, al otro lado del Canal de la Mancha, la canciller alemana, Angela Merkel, ha dicho al terminar la cumbre europea en Bruselas que en los últimos días ha estado viendo “luces y también sombras” y ha repetido la idea que lleva meses circulando: la UE busca un acuerdo, y esa es su “voluntad”, pero el tiempo se agota y empieza tener consecuencias. “Tenemos que prepararnos por si no sale”, ha afirmado. “Nadie, ni la UE ni Londres puede querer un acuerdo a cualquier precio”, ha dicho, una frase que se ha vuelto casi un mantra entre los líderes de los Veintisiete. La canciller ha asegurado que aún hay “margen”, pero escaso, pues se han de tener en cuenta los tiempos de ratificación. Y ha añadido que las cuestiones principales que circulan como puntos de desencuentro –pesca, competencia desleal, gobernanza– “no son los únicos” puntos de fricción entre ambos bloques. “No estamos negociando un mero acuerdo comercial, sino cómo se separa el Reino Unido de la UE”.
El presidente francés, Emmanuel Macron, ha ido incluso más allá: al ser preguntado por la prensa si estaba dispuesto a bloquear un acuerdo por un asunto pesquero ha replicado: “Creo que eres víctima de un envenenamiento de información”. Según su versión: “No es que estemos tropezando sobre el asunto de la pesca; este es el argumento táctico del Reino Unido. Estamos tropezando en todo”. Hay otras cuestiones, según Macron, como el acceso de los británicos al mercado energético europeo, hoy interconectado, un jugoso pedazo del pastel. “La pesca representa para nosotros unos 750 millones de euros. El acceso al mercado único de la energía tiene un valor económico para los británicos de entre 750 millones y 2.500 millones de euros. Sería un mal negocio” para los británicos, dijo. Los líderes de los Veintisiete, ha dicho “no están aquí solo para hacer feliz al primer ministro británico”. Ha pedido “esfuerzos” a Londres para alcanzar un acuerdo con Bruselas, y ha dejado una cuestión clara: “Lo necesita más que nosotros”.
Charles Michel, presidente del Consejo, ha repetido también el mantra bruselense del “estamos decididos a lograr un acuerdo, pero no a cualquier precio”, palabras que también ha tuiteado calcadas Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión, desde su aislamiento preventivo por haber estado en contacto cercano con un positivo por covid. “Como estaba planeado”, ha añadido Von der Leyen, “nuestro equipo negociador viajará a Londres la próxima semana para intensificar las negociaciones”. Michel, en cualquier caso, se ha expresado al término de la cumbre en un tono esperanzado, pragmático y con final abierto: “Necesitamos seguir las negociaciones y espero que sea posible hacer progresos en el futuro”.
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