Miles de personas desafían el estado de emergencia en Tailandia y retoman las protestas
El primer ministro, Prayut Chan-ocha, ha decretado la medida este jueves para prohibir las manifestaciones y tratar de parar un movimiento prodemocracia que crece cada día
El pulso entre los manifestantes tailandeses y las autoridades se tensa. Miles de personas han tomado de nuevo las calles de Bangkok la tarde del jueves, desafiando abiertamente la prohibición de manifestarse contemplada por el estado de emergencia, decretado horas antes para poner fin a varios meses de protestas que piden la dimisión del primer ministro, Prayut Chan-ocha, y reformas de la monarquía. Pero la orden ha sido, de momento, en vano. “Como perros acorralados, lucharemos hasta nuestras muertes”, ha advertido Panupong Jadnok, conocido como Mike Rayong, uno de los líderes del movimiento aún en libertad. Más de 20 han sido detenidos.
De nada sirvieron las advertencias emitidas a través de altavoces para urgir a los manifestantes que se dispersaran ni la fuerte presencia policial. Desde primera hora de la tarde, primero centenares, luego miles de personas, han ido ocupando las inmediaciones del cruce de Ratchaprasong de Bangkok, uno de los principales distritos comerciales de la capital tailandesa. “No nos rendiremos, no huiremos. No nos vamos a ningún lado”, ha respondido Mike Rayong, vitoreado por la muchedumbre, según Reuters.
“¡Abajo la dictadura..! ¡Liberad a nuestros amigos!”, han gritado los manifestantes, en su mayoría jóvenes en edad universitaria y hasta estudiantes de instituto. Piden la puesta en libertad de una veintena de compañeros, entre ellos dos de los líderes más prominentes de las protestas, el abogado Anon Nampa y Parit Chiwarak, Penguin, que habían sido detenidos horas antes. Vídeos publicados en redes sociales muestran a otra de las más relevantes, la estudiante Panusaya Sithijirawattanakul, alias Rung, evacuada en silla de ruedas mientras hacía el saludo de tres dedos extraído de la saga Los juegos del hambre, convertido en símbolo de las protestas. Los arrestos se produjeron en la madrugada del jueves, poco después de que Prayut declarara el estado de emergencia –que prohíbe los encuentros de más de cuatro personas- para evacuar a los centenares de personas que aún acampaban junto a la sede del Gobierno. Su frustrado objetivo era permanecer allí hasta que dimitiera el primer ministro.
“Es extremadamente necesario introducir medidas urgentes para poner fin a la situación de manera efectiva e inmediata para mantener la paz y el orden”, apunta la orden, que entró en vigor de manera inmediata y además prohíbe la publicación de noticias que puedan dañar la seguridad nacional. Su decreto se producía horas después de que unos 20.000 manifestantes, según algunas estimaciones, llenaran las calles de Bangkok desde la víspera, en plena visita a Bangkok del rey Maha Vajiralongkorn.
En un anuncio publicado en la gaceta real, el Gobierno aseguró que declaraba el estado de emergencia en parte por “los hechos que habían impactado al convoy real”. Se refería a la escena insólita vivida cuando la caravana que transportaba a miembros de la familia real en Bangkok el miércoles quedó prácticamente paralizada por los manifestantes, entre gritos de protesta. Un desafío a la tradición y leyes tailandesas hasta hace poco impensable. En Tailandia el rey es considerado un semidiós, y consecuentemente la normativa urge a evacuar la vía por donde pase el convoy y a los presentes postrarse a su paso. La ley de lesa majestad, por su parte, contempla penas de hasta 15 años de prisión para quien insulte al rey.
Esta veneración, sin embargo, ha quedado progresivamente atrás con las protestas. Aunque cuando arrancaron en enero se centraban en la dimisión de Prayut –detrás del golpe de Estado de 2014 y quien ganó unas controvertidas elecciones en 2019- y en la redacción de una nueva Constitución, con el paso del tiempo incluyeron entre sus exigencias reformas en la sacrosanta monarquía. La institución ha perdido mucho prestigio desde que ocupa el trono el rey Vajiralongkorn, quien sucedió a su popular padre, Bhumibol, a la muerte de este en 2016.
Es precisamente la inusual presencia de Vajiralongkorn en Bangkok lo que ha caldeado aún más el ambiente. El rey vive la mayor parte del tiempo en Alemania, en un hotel junto a una veintena de concubinas, y mantiene una actitud distante hacia su país, a diferencia del cercano Bhumibol. Sus ausencias y la acumulación de poder del soberano –convertido oficialmente en uno de los más ricos del planeta al decidir, en contra de la tradición, gestionar de forma directa las multimillonarias propiedades reales–, han colmado la paciencia de muchos ciudadanos tailandeses.
Así, ni siquiera la declaración del estado de emergencia, justificado también por los efectos negativos de las protestas en las medidas de control de la pandemia de coronavirus, ha disuadido a sus participantes. La joven Rung, una de las caras más reconocibles del movimiento desde que en agosto leyó en público un manifiesto exigiendo reformas en la monarquía, ha urgido a continuarlas.
Por el momento, la policía está actuando con contención. Tailandia lleva décadas siendo escenario de periódicas protestas callejeras, pero es la primera vez que se ataca directamente a la monarquía. Algunas, como las previas al golpe de Estado de 2014, han acabado con decenas de muertos y heridos por enfrentamientos con las fuerzas de seguridad. “No hemos podido restaurar aún la democracia”, anticipó Sun Pathong, uno de los manifestantes. “Volveré. Tenemos que continuar con la lucha aunque arriesguemos nuestra vida”, concluye.
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