Muere a los 92 años George Bizos, el incansable abogado de Mandela
De los grandes líderes antiapartheid a los mineros masacrados en Marikana, el abogado de derechos humanos defendió los casos más brutales y célebres de Sudáfrica
Es difícil imaginar la historia de Sudáfrica sin George Bizos, el niño griego que llegó a Sudáfrica a los 13 años huyendo de los nazis en la Segunda Guerra Mundial y que murió este miércoles, a los 92, después de haber defendido a los personajes y causas más prominentes de la convulsa historia reciente del país. De Nelson Mandela a los mineros masacrados en Marikana, el incansable abogado eligió siempre el lado de aquellos cuyos derechos las autoridades vulneraron y batalló para hacer prevalecer los derechos humanos, tanto antes como después del apartheid. Ha fallecido en su hogar de Johannesburgo, por causas naturales y rodeado de su familia.
Si Nelson Mandela murió en 2013 a los 94 años como expresidente de una Sudáfrica sin apartheid, y no a los 45 condenado por traición, es porque George Bizos, junto con los otros abogados del equipo de la defensa, evitaron su pena de muerte durante el célebre juicio de Rivonia (1963-64). El proceso, que fue la tribuna de denuncia que dio a conocer al mundo las políticas segregacionistas, acabó con ocho pesos pesados del Congreso Nacional Africano (CNA), entre ellos Nelson Mandela, encarcelados en Robben Island. Pero les mantuvo en vida. Además de Madiba, en Rivonia salvó a iconos como Walter Sisulu, Govan Mbeki o Ahmed Kathrada. Bizos tenía entonces 36 años y el futuro iba a cambiar mucho en Sudáfrica.
Bizos “se une ahora a todos los convictos de Rivonia”, ha dicho la Fundación Kathrada, refiriéndose a la gran estirpe de luchadores políticos antirracistas que ya ha pasado página. El pasado mes de julio falleció el último de los supervivientes de la generación antiapartheid, el último convicto de Rivonia, Andrew Mlangeni.
Pero la carrera de fondo de George Bizos va mucho más allá de este capítulo clave. Su compromiso contra las políticas antirracistas empezó inmediatamente después que el régimen legalizara el apartheid en 1948. Bizos llevaba ya un periplo infantil y juvenil expuesto a las injusticias, desde la ocupación nazi en su Grecia natal a la manifestación de pronazis con la que Bizos y su padre fueron recibidos en su llegada a Johannesburgo, en la que les llamaron la “basura de Europa”. Y a pesar de sus flaquezas en inglés y en afrikáans, y de haber perdido dos años de escuela por su condición de refugiado, Bizos empezó a estudiar Derecho tres años después que se instaurase el apartheid.
Desde entonces aceptó los casos más duros. Y los más difíciles. Cuando al fin cayó el régimen racista y todas su leyes, a principios de los 90, Bizos participó en la redacción de la nueva Constitución. Es considerada de las más progresistas en todo el mundo y selló la entrada a una nueva Sudáfrica. En el proceso se estableció la dolorosa y valiosa Comisión de la Verdad y la Reconciliación, que abrió el melón de los crímenes cometidos durante el apartheid, buscando más la memoria que el castigo y concediendo amnistías por cooperar.
Es durante la Comisión que Bizos acompañó legalmente a las familias de Steve Biko y Chris Hani, intentando evitar que se amnistiase a los autores de sus crímenes. Biko, líder estudiantil y creador del movimiento Conciencia negra, fue asesinado por la policía en 1977. Y Hani, líder del partido comunista y del Umkonto we Sizwe, el brazo armado del CNA, fue liquidado en vísperas de la democracia.
Los aires cambiaron radicalmente en Sudáfrica durante los años 90. Todos los ciudadanos pasaron a tener los mismos derechos ante la ley, Mandela salió de la cárcel y llegó a la presidencia, y se escrutó el pasado y (algunos de) sus crímenes. Pero el 16 de agosto de 2012, la policía de la nueva Sudáfrica mató a 34 mineros que se manifestaban por sus condiciones laborales. La masacre fue considerada, también por Bizos, un punto de inflexión en la democracia sudafricana. Las autoridades, de nuevo, disparando a los más vulnerables. Y cuando se inició la comisión de investigación para buscar responsables, allí estaba Bizos, ya anciano, cuestionando con vehemencia a la jefa de la policía sudafricana y defendiendo a las familias de los mineros muertos.
El arzobispo sudafricano y premio Nobel de la Paz Desmond Tutu dijo, en su siempre divertido estilo, que si no hubiera sido abogado, su amigo Bizos hubiera sido un actor digno de Oscar. Se ha quedado sin estatuilla, pero su nombre queda esculpido en las páginas más relucientes de Sudáfrica.
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