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El comisario europeo de Comercio se resiste a dimitir tras saltarse las normas contra la pandemia

Von der Leyen ha pedido al irlandés Hogan “un informe completo con lo sucedido” antes de tomar una decisión

Álvaro Sánchez
El comisario europeo de Comercio, Phil Hogan, en febrero.
El comisario europeo de Comercio, Phil Hogan, en febrero.

La pandemia está poniendo a prueba como nunca antes la ejemplaridad del comportamiento de los políticos en el ámbito privado. El último ejemplo es el irlandés Phil Hogan, comisario europeo de Comercio, a quien su asistencia a una cena en su país junto a otros 80 comensales puede acabar costándole el puesto por incumplir las leyes que limitan las reuniones bajo techo a seis personas. El evento, organizado por el club de golf del Parlamento de Irlanda, tuvo lugar la noche del miércoles en un hotel de Clifden, una pequeña localidad costera del condado de Galway. Allí compartió mesa y mantel con otros altos cargos de la política y la judicatura. Y sus primeras consecuencias ya se han dejado notar: el ministro de Agricultura, Dara Calleary, ha dimitido. Y las miradas del Golfgate, como han bautizado el caso en medios locales, se centran ahora en Hogan, que se resiste a dejar el cargo pese a las crecientes presiones para que lo haga.

El primer ministro irlandés, Micheál Martin, y su segundo, Leo Varadkar —este último miembro de Fine Gael, el mismo partido al que pertenece el comisario—, creen que el error es imperdonable, y han instado al dirigente comunitario a que abandone sus responsabilidades en Bruselas. “He escuchado atentamente sus opiniones, las cuales respeto. He mantenido al día a la presidenta de la Comisión Europea sobre todos estos asuntos”, ha señalado Hogan en un comunicado difundido este domingo, en el que transmite sus disculpas “totales” y “sin excusas”. Fuentes comunitarias señalan que la presidenta Ursula Von der Leyen ha pedido al comisario “un informe completo con todos los detalles de lo sucedido” antes de tomar una decisión.

Por ahora, su renuncia no llega. Y mientras el escándalo crece, Hogan ha optado por añadir al perdón su propia versión de los hechos para defenderse de las acusaciones. “Asistí a la cena bajo la clara premisa de que los organizadores y el hotel cumplirían con las normas aprobadas por el Gobierno”, insiste. También aclaró que antes de acudir a la comida de la discordia había cumplido con las dos semanas de cuarentena que Irlanda obliga a pasar a los viajeros procedentes de Bélgica.

La figura de Hogan, de 60 años, ya generó problemas a la Comisión hace pocos meses, cuando barajó postularse a la dirección general de la Organización Mundial del Comercio (OMC). El movimiento molestó porque llegó justo cuando la UE buscaba un candidato de consenso. Y las dudas sobre posibles conflictos de interés llevaron a la Comisión a prohibirle hacer campaña para el puesto, al que finalmente renunció presentarse por su falta de apoyos.

Su segundo error podría ser el último. Y la posible salida de Hogan, un veterano de las instituciones europeas, donde también fue comisario de Agricultura en la anterior Comisión, permitiría a la presidenta acometer una reforma de su gabinete. Casi nueve meses después de su aterrizaje en el edificio Berlaymont, el Ejecutivo comunitario todavía da signos de desorientación. Aunque la aprobación del plan de reconstrucción ha concedido crédito extra a Von der Leyen, impulsora del proyecto del fondo, la agenda legislativa, lastrada por la pandemia, no acaba de arrancar.

De consumarse el adiós de Hogan, sería la segunda dimisión de un comisario en la última década, tras la del maltés John Dalli en 2012 por un turbio caso de tráfico de influencias relacionado con la industria tabaquera. Aunque los comisarios son nombrados por los Gobiernos nacionales, estos no pueden despojarlos de su plaza, y según los tratados europeos, solo la presidenta Von der Leyen puede reclamarle que deje sus funciones.

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Para Irlanda, la sustitución de su comisario entrañaría riesgos. En plena negociación de la relación futura con el Reino Unido, la cartera de Comercio fue un obsequio mayor para un país de solo cinco millones de habitantes. Pero las circunstancias han cambiado. Irlanda también acapara ahora la presidencia del Eurogrupo en las manos de Paschal Donohoe, por lo que aunque cabe la posibilidad de que Von der Leyen se decante por un reemplazo nombre por nombre, no resulta descabellado que su relevo se vea relegado a una cartera de menor caché.

La controversia ha estallado la misma semana en que se han anunciado avances significativos para frenar la guerra comercial emprendida por el presidente estadounidense, Donald Trump. Este viernes, la UE y EE UU firmaron un acuerdo para rebajar los aranceles a una cesta de productos. El pacto, que puede marcar el inicio del deshielo comercial, fue negociado por el propio Hogan.

El político irlandés no es el primero en ser cuestionado por violar las normas contra la pandemia. Dominic Cummings, asesor de Boris Johnson y gurú del Brexit, estuvo varias semanas en el punto de mira por saltarse el confinamiento y viajar más de 400 kilómetros hasta la finca de sus padres cuando ya presentaba síntomas de la covid-19. Tras saltar la polémica, Cummings se aferró al puesto, y el primer ministro, Boris Johnson, lo defendió y lo confirmó en el cargo, en el que aún sigue.

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Sobre la firma

Álvaro Sánchez
Redactor de Economía. Ha sido corresponsal de EL PAÍS en Bruselas y colaborador de la Cadena SER en la capital comunitaria. Antes pasó por el diario mexicano El Mundo y medios locales como el Diario de Cádiz. Es licenciado en Periodismo por la Universidad de Sevilla y Máster de periodismo de EL PAÍS.

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