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El nuevo telón de acero pasa por Italia

El secretario de Defensa estadounidense advierte a Roma de la propaganda que esconden las ayudas de Pekín y Moscú

Un grupo de soldados procedentes de Rusia realiza operaciones de desinfección en un hogar de ancianos en la localidad italiana de Orzinuov, a finales de abril.
Un grupo de soldados procedentes de Rusia realiza operaciones de desinfección en un hogar de ancianos en la localidad italiana de Orzinuov, a finales de abril.EFE/EPA/Filippo Venezia
Daniel Verdú

El 25 de marzo un convoy de camiones y todoterrenos del ejército ruso entró a Bérgamo (Lombardía) por la frontera con Austria. Transportaba militares, material sanitario y 104 enfermeras y médicos que todavía siguen en Italia. La imagen, con la bandera rusa ondeando en primer plano, debió de llegar en pocos segundos a Washington, como lo había hecho días antes la de los aviones chinos con toneladas de ayuda. Italia se desangraba en plena pandemia de la covid-19, pero sus aliados miraban hacia otro lado. Pekín y Moscú, dos potencias que han tejido una sólida relación con Italia desde que un vendaval populista llegó, aprovecharon ese flanco. Pero EE UU se ha hartado.

El secretario de Defensa norteamericano, Mark Esper, advirtió directamente a Italia el pasado lunes sobre su peligrosa promiscuidad con Rusia y China. “Pekín y Moscú explotan el virus para tener más poder en Italia”, lanzó en una entrevista con el periódico La Stampa. La incomodidad no es nueva. Surgió ya con la cercanía de Matteo Salvini con Rusia cuando fue viceprimer ministro italiano. Al líder de la Liga le costó más de una advertencia diplomática. Pero no se había escuchado hasta ahora aviso tan claro.

El Pentagono ha asignado a la naviera estatal italiana un contrato de 5.000 millones

Italia no puede permitirse ahora ser un caballo de Troya. Y el primer ministro, Giuseppe Conte, respondió a las palabras de Esper asegurando que su país “no ha cambiado de aliados”. “Recibimos ayuda de muchos países. Entre ellos también estaban China y Rusia. Las hemos gestionado con total transparencia hacia nuestra opinión pública y nuestros aliados”.

Lo mismo ha hecho durante toda la semana el ministro de Exteriores, Luigi Di Maio, en distintas entrevistas. En su ministerio consideran que el aviso desde Washington es fruto de la guerra tecnológica que mantiene EE UU con China y que no responde a la realidad. Italia ha recibido ayuda de 60 países y no ve motivo para focalizar el problema en solo dos Estados. De puertas para adentro, se considera el tema “delicado” y se trata con extremo cuidado.

En el Gobierno italiano conviven dos almas (al menos) con distintas visiones sobre esta cuestión. Di Maio siempre ha estado más cerca de China y durante su periodo como vicepresidente del Gobierno pilotó el acuerdo sobre la Ruta de la Seda (el primero de los países del G7), dirigiendo la escenificación de aquellos lazos con la sonada visita de Xi Jinping. Un teatro político que ya le costó la reprimenda de algunos socios de la UE. En las filas del PD (Partido Democrático), con el ministro de Defensa, Lorenzo Guerini, a la cabeza, la posición es muy distinta y se observa con mayor recelo. Lo mismo que sucede en el palacio del Quirinal, donde el presidente de la República, Sergio Mattarella, encarna aún la identidad de un país con enormes lazos al otro lado del Atlántico.

La estrategia de EE UU tiene algo de palo y zanahoria. La advertencia de Esper llega solo cuatro días después de que el Pentágono adjudicase a Fincantieri, la naviera pública italiana, un contrato de 5.580 millones de dólares (unos 5.160 millones de euros) para la construcción de 10 fragatas de guerra. La primera, un lanzamisiles, dejará ya 795 millones de dólares. El contrato —también concursaba la española Navantia— ha sido asignado a la filial americana de Fincantieri, que fue rescatada en 2009 por la empresa italiana y que permitió conservar 3.000 puestos de trabajo y tres fábricas en Illinois y Wisconsin. “Es solo una confirmación de las buenas relaciones que tenemos”, señalan fuentes del Gobierno. Pero si el apoyo de Rusia y China formaba parte de una estrategia propagandística, como sostiene Esper, podría decirse que ha sido más fructífera.

Los italianos pierden confianza hacia los tradicionales aliados y desplazan el eje hacia el Este. Una encuesta reciente de SWG reveló que China es el país más amigo para un 52% de los ciudadanos, con un increíble aumento del 42% en solo un año. Le sigue Rusia, con un 32% y EE UU con un 17%. A la pregunta sobre con quién debe aliarse Italia en el futuro, el 36% responde que debe hacerlo con China y solo el 30% señala que debería ser con EE UU. El coronavirus ha vuelto a convertir a Italia, primer país donde se detectaron casos de transmisión local en Europa, en la frontera entre dos mundos en conflicto. Una plaza apetecible donde librar una batalla internacional.

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Sobre la firma

Daniel Verdú
Nació en Barcelona pero aprendió el oficio en la sección de Madrid de EL PAÍS. Pasó por Cultura y Reportajes, cubrió atentados islamistas en Francia y la catástrofe de Fukushima. Fue corresponsal siete años en Italia y el Vaticano, donde vio caer cinco gobiernos y convivir a dos papas. Corresponsal en París. Los martes firma una columna en Deportes

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