America Latina, a la espera del impacto del coronavirus con actitudes muy dispares
La región afronta la crisis entre el negacionismo de Bolsonaro, la cuarentena total de Argentina y el gradualismo mexicano
Hay una foto de Joedson Alves, de la agencia Efe en Brasil, que refleja el pavor que causa todo aquello que sale de la boca del presidente Jair Bolsonaro. El fotógrafo logró captar esta semana la saliva que lanzó el mandatario, partículas que, tenga o no coronavirus Bolsonaro —dijo haber dado negativo en la prueba que se hizo—, destilan la rabia y la insensatez del único presidente del mundo civilizado que a estas alturas se niega a aceptar las consecuencias de la pandemia que está golpeando a todo el mundo.
Brasil, el país más grande de América Latina con más de 200 millones de habitantes, es el que más está sufriendo la embestida del virus: hasta el viernes había 2.900 casos confirmados de Covid-19 y 77 muertos. Más allá del número de casos en un país enorme, preocupa sobremanera la actitud del presidente. Mientras gobernadores, autoridades locales y el propio Ministerio de Sanidad recomiendan que se incrementen las medidas de aislamiento, Bolsonaro ha insistido en que todo es una “histeria” y culpa a sus críticos de querer “arruinar” el país.
Similar inquietud se percibe en el otro extremo de la región. En México, durante semanas se ha criticado la forma de actuar de Andrés Manuel López Obrador, dándose baños de masas cuando la pandemia ya azotaba a todo el mundo y relativizando, en cierta medida, el impacto del coronavirus en el país. Sin embargo, López Obrador no es Bolsonaro. Pese a las formas, el mandatario mexicano, por convicción o por necesidad, ha aflorado otro perfil en los últimos días, en la medida en que el número de contagiados de la Covid-19 ha crecido en México, que, según todos los expertos, va con una semana o dos de retraso en la sacudida respecto a algunos países de Europa o EE UU.
El Gobierno de México ha ido incrementando esta semana las medidas de mitigación, aunque aún no ha optado por decisiones drásticas para el aislamiento masivo. El argumento principal de las autoridades es que estas, de adoptarse de forma demasiado preventiva, golpearían de lleno a millones de personas que viven al día: más de la mitad de la población de México, un país de 130 millones de personas, vive en la pobreza.
En México, las autoridades no consideran que el cierre de fronteras traiga un valor añadido a la contención de la propagación del virus, de ahí que sea el único país que aún mantiene abiertas sus vías de entrada y salida. Sin embargo, las principales potencias del subcontinente han decidido confinarse, hasta el punto de que Argentina, en cuarentena total hasta el próximo 31 de marzo —una medida que, previsiblemente, se extenderá a partir de esa fecha— ha prohibido la entrada al país por tierra, mar y aire incluso de sus propios ciudadanos. Alrededor de 10.000 personas que pretendían regresar al país deberán ahora “esperar un poco”, en palabras del presidente argentino, Alberto Fernández.
La pandemia ha sacudido también el tablero político de una región que ya de por sí vivía momentos convulsos, particularmente en el Cono Sur.
Chile ha aplazado el referéndum para modificar la Constitución que estaba previsto para abril y el coronavirus ha silenciado las protestas que sacudieron el país.
En Colombia, ha agitado el debate de si Iván Duque debe abrir un canal de comunicación con el Gobierno de Nicolás Maduro, al que no reconoce —Bogotá solo ve a Juan Guaidó como el único interlocutor posible en Venezuela— para, al menos, tratar los temas fronterizos que afectan a ambos países.
En el caso de Venezuela, donde se han registrado oficialmente poco más de 100 contagios, la preocupación crece con los días por las deficiencias de un sistema de salud mermado desde hace años. Mientras algunos miembros de la oposición, caso del excandidato presidencial Henrique Capriles, han enfatizado la necesidad de que Maduro y la Asamblea Nacional de Guaidó se sienten a dialogar para unir fuerzas contra el coronavirus, esta semana Estados Unidos asestó un duro golpe al líder chavista —pide su detención con recompensa millonaria—, de consecuencias impredecibles y que alejó la atención de la crisis sanitaria.
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