Luis Almagro, un controvertido camaleón político al frente de la OEA
El uruguayo ha sido reelegido para liderar el principal foro del hemisferio hasta el 2025
No habían transcurrido más de tres semanas desde la muerte de Hugo Chávez. Venezuela estaba a las puertas de unas presidenciales en las que decidía si continuar con el legado bolivariano liderado por Nicolás Maduro o dar un giro a la derecha. Consultado por teleSUR sobre el panorama, Luis Almagro se deshacía en halagos sobre el papel estadista que había ejercido Chávez: “Ahí está la consolidación de un proceso que ha sido plenamente exitoso en su política interna y exitoso en su proyección internacional (...) ese es el camino, ¿no?”. El uruguayo hablaba en su calidad de canciller del Gobierno socialista de José Pepe Mujica. Desde entonces, han cambiado muchas cosas. Venezuela está sumergida en una crisis humanitaria sin precedentes; Mujica ha roto relaciones con su exministro por la ofensiva que adoptó contra el régimen y Almagro acaba de ser reelegido como secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA), convertido en uno de los grandes azotes contra Maduro, un papel protagónico que ha irritado a grandes potencias como México.
Almagro (Cerro Chato, Uruguay, 1963) es un animal político controvertido. Se estrenó en el Partido Nacional, un conglomerado que abarca diferentes movimientos de centro derecha y derecha. Después se hizo militante de la coalición izquierdista Frente Amplio. El Plenario Nacional de este partido decidió por unanimidad expulsarlo en 2018 por haber declarado que no descartaba una posible intervención militar en Venezuela. Cuando Almagro se presentó a la Secretaría general de la OEA por primera vez, lo hizo con el apoyo de Uruguay, entonces gobernado por la izquierda, y contó con el voto de Venezuela. Este viernes volvió a recibir el sufragio de ambos, pero en su país natal ahora lidera la centroderecha y el representante venezolano, Gustavo Tarre, es el embajador designado por Juan Guaidó, reconocido como presidente interino de Venezuela por más de 50 países.
El abogado y diplomático de carrera fue embajador de su país en China y ha trabajado en destinos como Alemania e Irán. Para él, la Secretaría general de la OEA es “el mejor cargo del mundo”. Así dijo en una entrevista a EL PAÍS a mediados de 2018, donde también aclaró que no buscaría la reelección. “El único punto de la Carta de la OEA que deberíamos reformar es el de la reelección del secretario general: es un cargo que no puede ser reelecto y es lo que defiendo en la práctica política”, afirmó Almagro, que no le concedió una entrevista a este diario en los últimos meses, algo a lo que accedió su rival, la excanciller ecuatoriana María Fernanda Espinosa y el embajador peruano Hugo de Zela, quien finalmente optó por salirse de la carrera. Seis meses de aquella afirmación, Almagro anunció que se presentaría nuevamente al puesto para liderar el principal foro gubernamental del hemisferio, impulsado por países como Estados Unidos y Colombia.
Durante su primera administración a cargo de la OEA, Venezuela anunció la retirada de la organización después de que los países miembros aprobaran la convocatoria de una reunión de cancilleres para tratar la crisis que atraviesa el país. Fue el primer país en la historia en salir de forma voluntaria del ente regional. Almagro fue una de las primeras voces contra Maduro y buscar una salida, algo muy valorado por la diáspora. Desde su vereda ha apoyando las iniciativas del Grupo de Lima, conformado por 14 países —entre ellos, las principales potencias de América Latina— para cumplir dicho objetivo. Sin embargo, 11 miembros de esa formación firmaron una carta en la que mostraban su preocupación y rechazo a cualquier intervención militar en el país caribeño, luego de que Almagro dejara la puerta abierta a esa opción durante una conferencia en Colombia.
El papel protagónico de Almagro ha chocado recientemente con una de las grandes potencias diplomáticas de la región, México. La embajadora del país norteamericano ante la OEA, Luz Elena Baños, dedicó las palabras más duras que se recuerdan en el organismo de un diplomático mexicano hacia el secretario general. Baños aseguró que la victoria de Almagro es muestra “del triunfo de la conducción parcial de la OEA, de un secretario general que actúa como otro Estado miembro, y no como un facilitador. Hoy la OEA no celebra nada”, zanjó Baños. Países como Venezuelay Bolivia felicitaron al secretario general que ganó ampliamente con un programa “a favor de la democracia” y “de los derechos humanos”.
El uruguayo logró que la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) visitara Nicaragua, que denunció graves violaciones de parte del régimen de Daniel Ortega contra los manifestantes, provocando la expulsión de la comisión por parte del líder sandinista. El hito más reciente fue el informe de la auditoría de la OEA que daba cuenta de las “graves irregularidades” en las presidenciales de Bolivia del pasado 20 octubre. Tras conocerse el documento preliminar, las fuerzas militares presionaron al líder boliviano para que abandonase el cargo, y así lo hizo. Solo tres países de la OEA -México, Uruguay y Nicaragua- denunciaron en una sesión del organismo un “grave quebrantamiento del orden constitucional”. Almagro respondió que el único golpe de Estado que ocurrió en Bolivia fue cuando Morales “cometió fraude electoral”.
En los primeros años de Almagro en la OEA sostuvo, al igual que durante su campaña para la elección, que Cuba debía volver al organismo e iba a trabajar por ello. La isla fue expulsada del organismo en 1962, una medida que revocaron los países miembro en 2009, pero que no surtió efecto para que decidiera participar. La Habana llegó a impedirle el ingreso a Almagro cuando quiso ir a recoger un premio de una ONG defensora de los derechos humanos en 2017. Desde entonces, el propósito del uruguayo se ha difuminado. Almagro ha llegado a decir que Cuba es “la peor de las dictaduras” y le achaca ser uno de los pilares que mantiene a Maduro en el poder.
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