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Españoles en el Reino Unido: “Yo tengo plan B, pero los británicos están atrapados si las cosas no van bien”

Los 180.000 expatriados muestran inquietud por el impacto del Brexit en la economía

Un colegio electoral en Priors Dean (Hampshire), al sur del país. En vídeo, los españoles ante el Brexit.Vídeo: ANDREW MATTHEWS/PA WIRE/DPA / V. MARTÍNEZ / CARLOS MARTÍNEZ / N. RAGUA
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Desean permanecer en el Reino Unido, reivindican la contribución de los europeos a la prosperidad británica y temen más al Brexit por su impacto en la economía doméstica que por la continuidad en su país de adopción. La colectividad española al norte del Canal de la Mancha refleja un cuadro heterogéneo como el de la sociedad de origen, pero lo que la aúna en su diversidad son los desafíos impuestos por la salida de la Unión Europea y las inminentes elecciones generales, que sigue como testigo presencial y parte afectada a la vez.

Su evolución desde la incredulidad provocada por el resultado del referéndum del 23 de junio de 2016 ha pasado por las cinco fases del duelo y, hoy en día, la aceptación es el sentimiento dominante, pero el mapa político que arroje este 12 de diciembre tendrá repercusiones directas para su futuro. “Va a haber mucha simplificación de ideas”, dice Sergio del Cacho, zaragozano que se había mudado a Londres en 2001 por un año de Erasmus y que acabó echando raíces. Gerente de un pub en el centro de la capital, en su opinión la “polarización” no se limita a la segunda economía europea, sino que “está pasando en todas las democracias, de ahí el aumento de la ultraderecha, que aquí se relaciona con el Brexit”.

Este monopolio del divorcio sobre el debate político y social constituye “un arma de doble filo”, según Javier Domínguez, quien trabaja en el sector financiero desde el inicio de la década. “La gente está quemada, pero el problema es que acaben votando a los conservadores solo para poner fin a la situación. El votante del Brexit sigue defendiendo su postura, y lo entiendo, pero el otro lado del espectro lo deja, porque está harto”, una impresión respaldada por las encuestas, que evidencian la ventaja de un primer ministro, Boris Johnson, que ha construido su principal apelación electoral en torno al mantra Get Brexit Done (“Materialicemos el Brexit”).

Mariví Rodríguez siente en la actualidad, tras 27 años y seis elecciones generales británicas, “más preocupación que nunca ante la actitud de la clase política y la segregación que trata de generar”. “Quienes llevamos tiempo hemos visto diferencias”, dice esta profesora del King’s College, que denuncia que el referéndum ha dejado a los expatriados “en tierra de nadie”. “Es agobiante y crea ansiedad”, una percepción en sincronía con la mayor trascendencia que estos comicios semejan tener para el grueso de los 180.000 que integran la colonia española.

Los datos más recientes, de octubre, revelan que la mayoría, 152.600, ha completado la solicitud para obtener el denominado estatus de residente, el quinto volumen más elevado de la UE. Bárbara Moledo, ejecutiva de cuentas, abandonó en 2015 un trabajo fijo en A Coruña para trasladarse al Reino Unido, sabiendo que el plebiscito tendría lugar, y destaca la “tranquilidad” que le ha supuesto el procedimiento activado en marzo: “Es para tu propio beneficio, para que tengas una cobertura”.

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Frente a las críticas al registro de ciudadanos comunitarios por parte de plataformas que velan por sus derechos, ella considera que, ante la aparente inevitabilidad del Brexit, el mecanismo “tiene sentido, sobre todo, para calmar a la gente”. Otros, como Virginia Marugán, han dado un paso más y han tramitado ya la doble nacionalidad. Investigadora del Royal Veterinary College, la decisión no fue tanto por el referéndum, como por evitar “situaciones discriminatorias” y la “sensación de la justificación constante”.

Preocupación por la economía

Pese a que quedarse es la intención general, la preocupación mayoritaria es cómo afectará la ruptura a la economía británica. Como analista de la City, Javier Domínguez lo sintetiza como “un problema buscado” que, aún hoy en día, le provoca “una mezcla de sentimientos, de decir… ¿por qué?”, con la que coincide Virginia: “Nunca pensé que el Brexit sería un contratiempo para mí porque me echen del país, por perder mi trabajo…, pero no sé qué calidad de vida va a haber” cuando sea una realidad.

Como el resto de europeos, sin embargo, presume de una “ventaja” frente a los nativos: “Yo tengo un plan B, tengo pasaporte comunitario, me puedo ir a 27 países, pero los de aquí están atrapados si las cosas no van bien”. Precisamente ese viaje de ida y vuelta marca la trayectoria de la extremeña Inés de Sande. Educadora social, acumula 13 años en Escocia, aunque interrumpidos: el “rechazo” que sintió en 2016 la llevó a irse, “igual que mucha gente”.

“Me rompió el corazón, no me cuadraba”, explica, si bien admite que en Escocia, donde el 62% votó por la permanencia en la UE, la hicieron “sentir bienvenida”. Desde su regreso hace un año, fundamentalmente por circunstancias profesionales -“en España las cosas no van bien”, lamenta-, ha descubierto algo del mercado laboral post-plebiscito: “No he encontrado ni un problema por ser europea, ni una vez me han preguntado si había completado los trámites para quedarme”.

Esta aparente laxitud tiene mucho que ver, consideran, con el modelo productivo británico, que según sostiene Sergio, “se nutre de la inmigración”, pese al uso sesgado de la campaña pro-Brexit, una “tergiversación” denunciada por Bárbara: “Los europeos vienen a trabajar y contribuyen con sus impuestos, no son una carga”. La realidad tres años y medio después parece darles la razón, como explica Virginia: “Nunca se expuso el modelo de lo que es la inmigración comunitaria, fue una manipulación. Después del referéndum, a casi todos los europeos nos han dicho: ‘No fue por ti, no fue por gente como tú”.

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