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Grecia arde en el fuego eterno

El primer crematorio abierto en el país se enfrenta a la oposición de la Iglesia ortodoxa

María Antonia Sánchez-Vallejo
Un operario acciona el horno del crematorio de Ritsona.
Un operario acciona el horno del crematorio de Ritsona.Antonio Santos (EFE)

Cuando en abril de 2012, en lo más crudo de la crisis griega, el boticario retirado Dimitris Jristulas, de 77 años, convirtió en acto político su suicidio —un disparo en la sien como denuncia de las políticas de austeridad y el interminable rosario de recortes—, era muy consciente de que a sus despojos les aguardaba un largo viaje. Un trayecto de cientos de kilómetros hacia uno de los crematorios búlgaros donde durante décadas muchos griegos debieron ser conducidos para que se cumpliera su última voluntad, dada la inexistencia de incineradoras en su país por el rechazo expreso de la Iglesia ortodoxa a este método.

Catorce años después de la primera aprobación de la ley, el tabú de la Iglesia continúa (“el cuerpo de los muertos no es basura para reciclar”, es el mensaje oficial, como si el ser humano fuera algo más que materia orgánica), pero en octubre abrió sus puertas el primer crematorio del país, situado a 70 kilómetros de Atenas, en Ritsona, que alberga un campamento de refugiados y desde donde se divisa el piélago inmóvil del Mediterráneo en torno a la hermosa isla de Eubea. El último país de la Unión Europea que carecía de incineradoras para cadáveres se homologa por fin con sus socios gracias a una iniciativa privada.

La Iglesia sigue erre que erre, y no permite siquiera el entierro en columbarios de urnas cinerarias, ni tampoco honras fúnebres para los que opten por el fuego y no la tierra, si bien es cierto que muchos popes se saltan estos preceptos (de manera parecida a lo que sucedía hasta hace poco en los países católicos con las víctimas de suicidio).

Pero no solo eso, dado el enorme peso de la Iglesia en Grecia: la presión eclesiástica ha puesto también palos en las ruedas de muchos municipios —la gestión de los cementerios es municipal— deseosos de ofrecer este servicio, lo que explica la titularidad privada del de Ritsona. Los ayuntamientos de Atenas y Patras, por ejemplo, ya han elegido el lugar donde levantar sus crematorios, otra cosa es cuánto tarden en hacerlo.

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Uno de los siete socios de Ritsona, con el 30% de las acciones, es Andonis Alakiotis, fundador de la Sociedad Griega de Cremación. “Hasta ahora miles de familias han debido trasladar los restos de los suyos a Bulgaria y otros países [de la región], con un coste económico y sentimental enorme. Calculamos que se gastaban entre 2,5 y 3 millones de euros anuales” en el último viaje, recordaba Alakiotis al diario Efymerida ton Syntakton en octubre.

Lo curioso es que el Patriarcado de Constantinopla, máxima instancia de la Iglesia ortodoxa griega —las ortodoxas son iglesias nacionales, autocéfalas—, no solo acepta la cremación, sino que incluso ha modificado la liturgia fúnebre para despedir a las personas que opten por ella, según el teólogo y profesor Andreas Aryirópulos, citado por la agencia Efe. “Y nadie puede acusar al patriarca de hereje”, subraya.

En los dos primeros meses en funcionamiento, el crematorio de Ritsona ha realizado 260 incineraciones, y sus responsables calculan que harán falta al menos 1.200 al año para que el negocio resulte rentable. Pero no solo aspiran a hacer dinero, sino a normalizar y homologar la opción, "una elección mucho más económica que la inhumación, que además está sujeta a la temporalidad de las tumbas", recordaba Alakiotis en declaraciones al citado diario griego. Su pretensión desde que hace 23 años fundara la Sociedad Griega de Cremación ha sido que las incineradoras fueran de titularidad pública, pero cree que Ritsona es un oportuno, y esperado, primer paso. Pese a quien pese, incluido el folleto distribuido el pasado 1 de diciembre en todas las iglesias griegas prometiendo poco menos que el fuego eterno —nunca mejor dicho— a quienes osen contravenir su mandato.

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