Los últimos resistentes de la Politécnica de Hong Kong
La Policía entra en la Universidad por primera vez tras 11 días de cerco a los manifestantes
Más de 3.800 cócteles molotov sin usar, un paisaje de basura y destrozos, pintadas y un hedor nauseabundo aguardaban a la Policía de Hong Kong cuando finalmente, tras 11 días de cerco, entró este jueves en la Universidad Politécnica. El escenario de los peores enfrentamientos entre los agentes y los manifestantes en casi seis meses de protestas contra el gobierno autónomo y contra China esconde aún a algunos participantes en las protestas, ocultos en distintos rincones del enorme campus. Cuántos exactamente, nadie ha sabido cuantificarlo. Es vox pópuli que queda un puñado de los más de mil que llegaron a atrincherarse entre los días 17 y 18; pero pocos han llegado a ver alguno.
Durante los días de cerco, los restos de la batalla campal —máscaras antigás, extintores, gafas protectoras— han estado esparcidos por doquier, testimonios de lo que fue una lucha encarnizada de los estudiantes por impedir la entrada de la Policía en el campus y de los agentes por abrirse paso. Unos centenares lograron escapar por medios más o menos peregrinos. La mayoría fue detenida o se acabó entregando. En el patio, cascos blancos y amarillos componen las letras de un desolado SOS.
En todo el recinto reina un profundo silencio. En una terraza, entre sacos terreros, tornillos, herramientas y cascotes, se acumulan los restos de una catapulta casera, fabricada con tiras de goma y los restos de una máscara antigás. Entre cristales rotos, una pintada promete “nos vengaremos”. Otra, en español, “hasta la victoria, siempre”.
Por los suelos paraguas, latas, extintores, plásticos de destino incierto. La tarjeta de un abogado. Bidones, muchos bidones de gasolina. Botellas de todos los tamaños y colores. Cajas enteras de cócteles Molotov ya preparados y listos para su uso. Una enorme pintada de “No Fumar” sobre un cartel con los colores granate y dorado de la Politécnica marca uno de los puntos donde se fabricaban a mansalva. En un corredor se acumulan bolsas con todo tipo de prendas; de la cantina, donde se pudren los restos de comida, llegan ráfagas de olor insoportable; en el gimnasio, las colchonetas y mantas abandonadas a toda prisa evocan un desastre natural. Revolotean las moscas.
Al amanecer, uno de los manifestantes atrincherados surge de la nada y cruza a toda prisa el patio, como un fantasma en sudadera y chanclas. No quiere dar ningún dato personal. Solo declara que se niega a marcharse aunque la Policía esté a punto de entrar. “Haremos lo que tengamos que hacer”, declara tajante, mientras desaparece tan furtivamente como ha llegado.
Los primeros en entrar en la Universidad por una entrada completamente calcinada son los bomberos, poco antes de las 08.00 horas locales (01.00 hora peninsular española). Después, un grupo de artificieros en uniforme negro. Finalmente, una columna de cerca de un centenar de agentes del departamento antitríadas (la mafia local) y otros especialistas de varios ministerios.
“Varios equipos de unas diez personas van a recorrer las distintas áreas de la universidad, para buscar materiales y productos químicos peligrosos. Si vemos que podemos hacernos cargo, nos haremos. Si encontramos algo demasiado serio, intervendrán los artificieros”, explicaba el superintendente Lau Siu Hom.
Los dos días previos, una serie de equipos formados por profesores y personal de la Universidad, asistentes sociales y auxiliares médicos habían recorrido las instalaciones en busca de manifestantes aún escondidos, para intentar persuadirles de que se entregaran. En la primera misión, solo lograron encontrar a una joven, que se negó a marcharse. En la segunda jornada, a nadie.
La Universidad había pedido ayuda a la Policía para la retirada de las sustancias peligrosas, aunque había insistido en que la primera medida debía ser el levantamiento del cerco.
Durante la noche, después de que la Policía anunciara que entraría en la mañana, un hombre enmascarado se ha presentado ante los periodistas que, por turnos, acampan en el interior del campus. Quería expresar su protesta por la entrada de los agentes pese a los deseos de la Universidad. Según él, quedan una veintena de manifestantes, aunque asegura que solo está en contacto con un par más.
“No vamos a buscar a los manifestantes, y no creemos que vayamos a entrar en contacto con ellos. Si los hay, se mantendrán escondidos. Si, por lo que fuera, diéramos con alguno de ellos le intentaríamos convencer de que se entregue, pero nada más. No creemos que vayan a acometer actos de violencia”, apunta el superintendente Lau sobre los últimos irreductibles de la Politécnica. El cerco, precisa, no se levantará hasta que no se haya seguridad de que no quedan materiales peligrosos.
Al final de la jornada, llegan los números. En total, la Policía ha encontrado 3.800 cócteles Molotov, 921 botes de gas, 588 bidones, botellas o latas de líquidos corrosivos o inflamatorios, y doce arcos y catapultas de fabricación casera. Las tareas de limpieza continuarán este viernes.
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