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El segundo ‘annus horribilis’ de Isabel II

La entrevista a la BBC del príncipe Andrés escandaliza a los británicos

Andrés de Inglaterra y la reina Isabel II, en el castillo de Windsor. En vídeo, fragmentos de la entrevista que concedió el príncipe al programa Newsnight de la BBC.
Rafa de Miguel

Si no fuera porque el Brexit se lleva la palma en la categoría de desastre nacional británico, 2019 llevaría camino de convertirse en el annus secundus horribilis de Isabel II. La entrevista concedida a la BBC por su segundo hijo, el príncipe Andrés, para intentar explicar su relación con el millonario y pedófilo estadounidense, Jeffrey Epstein, ha sido calificada ya por los medios británicos como el mayor desastre de comunicación pública de los últimos tiempos. Y ha levantado serias dudas sobre la capacidad de la reina de poner orden en una familia real (The Firm, la empresa, como se la conoce en la prensa) que vuelve a incomodar a los ciudadanos del Reino Unido.

De momento, la crisis no parece llegar a los niveles de aquel famoso annus horribilis de 1992 en el que los británicos vivieron día a día la separación de Carlos de Inglaterra y Diana Spencer, la del príncipe Andrés y Sarah Fergusson, y la imagen del castillo de Windsor en llamas. Pero las implicaciones de todo lo ocurrido en este año tienen en ellas el germen de una crisis de credibilidad institucional mucho más grave. La reina, de 93 años, fue burdamente utilizada por Boris Johnson para echar el cerrojo al Parlamento, y el Tribunal Supremo tuvo que hacer un ejercicio de ingeniería jurídica para anular y revertir la decisión sin salpicar a la monarca. La nefasta entrevista concedida a ITV por los duques de Sussex, el príncipe Enrique y su esposa Meghan Markle, durante su reciente viaje por Sudáfrica, presentó la imagen de dos consentidos con serios conflictos con la libertad de prensa, deseosos de volar por libre sin prescindir del erario público y manifiestamente críticos con el tercero en la línea de sucesión, el hermano de Enrique, el príncipe Guillermo.

Pero nada ha podido salir peor que la entrevista del príncipe Andrés -el favorito de toda la vida de la reina- a la periodista Emily Maitlis. La cadena de explicaciones estrambóticas, evasivas, medias verdades y hasta justificaciones arrogantes del duque de York para justificar su amistad con Epstein, su visita a Nueva York después de que fuera condenado por abusos sexuales, y su supuesta relación sexual con una menor proporcionada por el millonario estadounidense, han escandalizado a multitud de ciudadanos. La lista de despropósitos es amplia:

La fiesta de Pizza Express

Si Andrés se mostraba incapaz de recordar en ningún momento que hubiera conocido a Virginia Roberts (hoy Virginia Giuffre, después de adoptar el nombre de su esposo), desplegó durante la entrevista una prodigiosa memoria para afirmar que, la noche del 10 de agosto de 2001, era imposible que hubiera mantenido relaciones sexuales con la joven de 17 años porque había llevado a su hija Beatriz esa misma tarde a una fiesta en el restaurante Pizza Express de Woking. Ante el pasmo de la periodista, el duque de York explicó que se acordaba perfectamente porque para él no resultaba nada normal lo que para cualquier padre es rutina.

La enfermedad que no le dejaba sudar

Giuffre recuerda cómo, la noche en que bebió y bailó con Andrés en el club nocturno Tramp, de Londres, el duque de York "sudaba profusamente". Su respuesta preparada para lo que no dejaba de ser una anécdota, que quiso presentar en la entrevista como un argumento definitivo, arrancó titulares: "Es imposible, porque en esa época yo no sudaba. Había sufrido una sobredosis de adrenalina durante mi participación en la guerra de las Malvinas, cuando recibimos fuego enemigo. Desde entonces se me cortó el sudor, y solo volví a sudar al cabo de los años. Sufría de una condición médica especial". Se llama anhidrosis, y solo The Times se ha tomado la molestia de explicar el fundamento médico de una excusa que el resto de los medios se han tomado a recochineo.

El "papel positivo" del hombre

Insistió Maitlis durante la entrevista en si el príncipe había mantenido relaciones sexuales con alguna de las menores que Epstein utilizó durante años como "esclavas sexuales". Y fue en ese momento cuando la lógica defensiva del duque de York demostró que su mentalidad anda con ciertos años de retraso respecto a la del resto de sus conciudadanos. "Sin pretender hilar fino, cuando eres hombre, debes tener una actitud positiva si quieres tener sexo con alguien. Debes tomar tú la iniciativa, con lo que resulta difícil de olvidar. Y yo no recuerdo absolutamente nada", explicó.

Mereció la pena conocer a Epstein

El príncipe Andrés, quien después de su heroica participación en la guerra de las Malvinas asumió el papel de Representante Especial para el Comercio Exterior del Reino Unido, intentó justificar su amistad -"no tan cercana como se dice", insistía- con Epstein, y sus repetidas visitas a sus mansiones en Nueva York, Miami y las islas Bahamas, por los beneficios profesionales que le reportó. "La gente que pude conocer y las oportunidades que tuve de aprender cosas nuevas gracias a él o través de él fueron muy útiles", justificó.

El comportamiento "impropio" del millonario

Explicó Andrés que fue su firme convicción de que debía "mostrar liderazgo" en este asunto la que le llevó a desplazarse hasta Nueva York para decirle a Epstein en persona que debían dejar de verse. Lo que no le impidió, una vez pasado el "mal trago", quedarse en la mansión de Central Park del millonario estadounidense cuatro días más. Estaba obligado a tratarle, dijo, porque era el novio de su amiga Ghislaine Maxwell, a pesar de su comportamiento "impropio".

-"¿Impropio? Era un condenado por abusos sexuales...", respondió asombrada la periodista.

-"Perdón. Simplemente intentaba ser educado. He dicho impropio en el sentido de que era un delincuente sexual", explicó Andrés.

La foto comprometedora

Los medios británicos publicaron la fotografía, tomada en el apartamento de Ghislaine Maxwell en el barrio londinense de Belgravia en 2001, en la que Andrés agarra la cintura al aire de Virginia Roberts. El duque de York es incapaz de negar tajantemente que fuera él quien aparecía en la instantánea, pero no tuvo reparo en alimentar las dudas que ya habían extendido meses antes sus aliados sobre la veracidad de la foto. En su caso, sin embargo, evitó señalar expresamente cómo esos dedos "regordetes" no le pertenecían.

Las cosas se han complicado para el duque de York en las horas posteriores a una entrevista comparada ya a un "accidente de tráfico". Algunos medios señalan que el palacio de Buckingham no fue informado de la decisión de explayarse ante las cámaras durante casi una hora más que cuando ya era un hecho casi consumado. El FBI estadounidense pretende interrogar a Andrés y el principal partido de la oposición británico, el Laborista, ha expresado su apoyo a ese interrogatorio. Al menos un par de empresas que colaboran con las actividades filantrópicas del duque han admitido públicamente que se están replanteando su ayuda. Los alumnos de la Universidad de Huddersfield, a cuyo consejo directivo pertenece Andrés, han intentado forzar su expulsión. El primer ministro, Boris Johnson, esquivó como pudo las preguntas sobre la entrevista cuando compareció este lunes en la conferencia anual de la patronal CBI, en Londres.

Y la pregunta que flota este martes en el Reino Unido, en un intento de descargar responsabilidades de los hombros de Isabel II, es: ¿Supervisó algún miembro del Gobierno todo este desastre? La encuesta exprés de YouGov revela que la mitad de los británicos (47%) están convencidos de que el príncipe Andrés ha dañado con su actuación a la monarquía, frente a un 23% que opina lo contrario. Y solo un 6% de ellos cree que ha dicho la verdad.

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Sobre la firma

Rafa de Miguel
Es el corresponsal de EL PAÍS para el Reino Unido e Irlanda. Fue el primer corresponsal de CNN+ en EE UU, donde cubrió el 11-S. Ha dirigido los Servicios Informativos de la SER, fue redactor Jefe de España y Director Adjunto de EL PAÍS. Licenciado en Derecho y Máster en Periodismo por la Escuela de EL PAÍS/UNAM.

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