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Francia afronta el espectro del enemigo interior

El presidente Macron llama a extremar la "vigilancia" ante la "hidra islamista" en la sociedad francesa

Marc Bassets
Emmanuel Macron, en la ceremonia por las víctimas del ataque en la sede de la policía en París, este martes.
Emmanuel Macron, en la ceremonia por las víctimas del ataque en la sede de la policía en París, este martes.LUDOVIC MARIN (AFP)

El presidente francés, Emmanuel Macron, ha llamado este martes a los franceses a extremar la vigilancia en su entorno cotidiano y laboral para detectar señales de radicalización entre sus conciudadanos. Macron ha hecho este llamamiento en la ceremonia de homenaje a los cuatro funcionarios de la policía asesinados el jueves por un compañero suyo adepto al islam radical.

El ataque, perpetrado en la sede de la policía en París, ha revelado de forma dramática la presencia de potenciales terroristas en los aparatos de la seguridad del Estado. Después de los atentados de 2015 y 2016 y de una serie de agresiones esporádicas con cuchillo, aparece una nueva amenaza: el enemigo interior.

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“Las instituciones no bastan por sí solas. La Administración y todos los servicios del Estado no pueden vencer a la hidra islamista. No. Es la nación toda entera la que debe unirse, movilizarse, actuar”, avisó el presidente de la República en el lugar de los hechos, el patio de la Prefectura de la policía, en la isla de la Cité de París, junto a la semirruinosa catedral de Notre Dame, y frente a los ataúdes de los cuatro caídos.

“Solo ganaremos si nuestro país, que ha superado tantas y tantas dificultades en la historia, se levanta para luchar contra este islamismo subterráneo que corrompe a los hijos de Francia. Una sociedad de vigilancia: he aquí lo que nos corresponde construir”, ha añadido.

Macron ha sido cuidadoso a la hora de especificar en qué consiste esta vigilancia. Existe el riesgo a fomentar, con estos discursos, la desconfianza y la paranoia entre los franceses. Por eso ha querido precisar que no hablaba de extender “la sospecha, que corroe”, sino de practicar la “vigilancia, [de] la escucha atenta del otro, el despertar razonable de las conciencias”. “Se trata, simplemente, de saber detectar en la escuela, en el lugar de trabajo, en los lugares de culto, cerca de casa los relajamientos, las desviaciones, estos pequeños gestos que señalan un alejamiento de las leyes y los valores de la República, una separación”, ha reclamado.

El ataque y el goteo de revelaciones en los días posteriores han sembrado el desconcierto en Francia y suscitado numerosos interrogantes sobre la eficacia del Estado a la hora de protegerse. Que ocurriera en la Prefectura de la policía, sanctasanctórum de las fuerzas policiales francesas, añade gravedad al ataque. El ministro del Interior, Christophe Castaner, cuestionado por su gestión de la crisis de los chalecos amarillos, ha quedado debilitado tras ofrecer versiones contradictorias sobre el perfil del agresor.

Mickaël Harpon.
Mickaël Harpon.AFP

El 3 de octubre, Mickaël Harpon, empleado del servicio informático de la ultrasensible dirección de información de la Prefectura, apuñaló a cuatro compañeros de trabajo. Después un policía en prácticas le disparó y le mató. En la ceremonia, las víctimas recibieron póstumamente la Legión de Honor. Y se revelaron sus nombres: Damien Ernest, Anthony Lancelot, Aurélia Triferot, y Brice Le Mescam.

Harpon, nacido hace 45 años en la isla francesa de Martinica, trabajaba en la Prefectura desde 2003. Disfrutaba de la llamada “habilitación para el secreto de Defensa”, que permite a sus titulares acceder a información protegida. Se había convertido al islam hace una década aproximadamente.

Su trayectoria no era impoluta. En 2009 se le abrió un expediente por violencia conyugal. Había dado señales que podían haber hecho saltar las alarmas, como unos comentarios favorables al atentado contra el semanario satírico Charlie Hebdo en enero de 2015. En su barrio, en las afueras de París, frecuentaba una mezquita salafista. Todos estos elementos pasaron desapercibidos en la jerarquía policial.

Ninguna organización ha asumido la responsabilidad del ataque y se desconoce si Harpon tenía colaboradores. Su esposa salió el lunes en libertad sin cargos después de tres días de interrogatorios. Está por determinar qué información secreta llegó a manejar. El diario Le Parisien asegura, citando fuentes anónimas, que los investigadores hallaron una llave USB con imágenes de decapitaciones del Estado Islámico (ISIS, por sus siglas en inglés) y datos sobre sus compañeros.

Los investigadores evalúan su estabilidad emocional. El terrorista, que era sordo, participaba en la vida social de la oficina, según un informe interno citado por Le Figaro, pero al mismo tiempo “alimentaba frustraciones debido a su minusvalía y a una sensación de no avanzar en su carrera”.

La preocupación por la radicalización en los ejércitos y la policía en Francia no es nueva. Un informe elaborado por los diputados de la Asamblea Nacional Éric Diard y Éric Poulliat, publicado en junio, ofrece algunas cifras. Las Fuerzas Armadas trataban en 2016 medio centenar de casos de radicalización, y una treintena entre exmilitares. El informe señala una treintena de casos en la policía y la gendarmería sobre un total de 130.000 gendarmes y 150.000 funcionarios de la policía.

Estas cifras llevan a los autores a concluir que los militares y policías, además de otros funcionarios públicos, “parecen (…) preservados en gran parte de toda radicalización significativa”. Y explican que esto se debe a la existencia de “herramientas eficaces en materia de detección, de prevención y de gestión de recursos humanos”.

En la Prefectura de la policía, estas herramientas fallaron, y este es uno de los puntos que deberán aclarar las investigaciones en curso. “La vigilancia”, advertían los diputados, “no debe dejar de ser constante porque, aunque los casos de radicalización sean raros en estos servicios, no significa que sean inexistentes”.

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Sobre la firma

Marc Bassets
Es corresponsal de EL PAÍS en París y antes lo fue en Washington. Se incorporó a este diario en 2014 después de haber trabajado para 'La Vanguardia' en Bruselas, Berlín, Nueva York y Washington. Es autor del libro 'Otoño americano' (editorial Elba, 2017).

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