Furia en Hong Kong tras la herida de bala a un adolescente en las protestas
Miles de personas salen a la calle en varias manifestaciones espontáneas para protestar contra el comportamiento policial
En la entrada del colegio Ho Chuen Yiu Memorial de Tsuen Wan, un barrio de clase trabajadora de Hong Kong, una niña toca con la flauta el himno de las protestas, Gloria a Hong Kong, mientras varias de sus compañeras colocan grullas de colores, un símbolo de paz, en las verjas protectoras. En corrillos, otros compañeros susurran. El centro ha abierto sus puertas, pero pocos han asistido a las lecciones, y quienes lo han hecho tenían la cabeza en otra cosa. El joven herido de bala en el pecho por un antidisturbios durante los duros enfrentamientos entre manifestantes y policía el martes, el día que en China conmemoraba el 70 aniversario de la República Popular, asistía a esta escuela. En gesto de condena, los alumnos organizaron una sentada vestidos muchos de ellos de negro, en lugar del uniforme blanco del colegio.
Como estos estudiantes, Hong Kong trata de hacerse a la idea de que, por primera vez desde la vuelta a la soberanía de China, la policía local ha disparado, y a bocajarro, contra una persona. A la ira y la preocupación dejada por los incidentes del martes se sumó la confirmación de que una periodista indonesia alcanzada por una bala de goma, durante los choques del domingo, perderá la visión en un ojo.
Miles de personas, como los estudiantes de Ho Chuen Yiu Memorial, se lanzaron a las calles en manifestaciones por diversos puntos de la ciudad a lo largo de toda la jornada. Una sentada convocada de manera improvisada a través de las redes sociales se convirtió a mediodía en una marcha de centenares de personas –la mayoría oficinistas que aprovecharon su hora de almuerzo para sumarse– en el centro de Hong Kong. Al otro lado de la bahía, otros centenares se lanzaban a marchar frente a los tribunales de Kowloon Este, donde se celebraba una audiencia masiva para presentar cargos por disturbios contra 97 detenidos en las protestas del domingo. Por la noche, la mayor concentración, en Tsuen Wan, concluía con nuevas rondas de gas lacrimógeno después de que un grupo de radicales rodeara una comisaría.
“La gente está muy enfadada, pero también muy triste”, comenta Emily, una residente en el barrio comercial de Causeway Bay, donde cerca de un millar de personas se ha ido sumando espontáneamente durante de la noche para cantar Gloria a Hong Kong y expresar su condena al comportamiento policial. “Si lo que el Gobierno y la policía quieren es disuadir a la gente de que salga a la calle, están muy equivocados. Mientras más dure esto, más gente se sumará a las protestas. No es cuestión de economía, de que la gente no pueda comprarse una casa o que esté descontenta con su nivel de vida. Es una cuestión de principios, de ideas. Como la Guerra Civil española: la gente combatía por defender sus ideales, ¿no?”.
La policía y el Gobierno local han cerrado filas para defender el acto del agente que disparó, al señalar que el muchacho había intentado atacarle con una barra y que el antidisturbios intentaba defender a otro compañero que se encontraba caído en el suelo, rodeado de jóvenes que le golpeaban. En un comunicado, el Gobierno hongkonés sostuvo que “los disturbios del 1 de octubre fueron planeados y organizados para que Hong Kong cayese en una situación de caos y terror”.
Los manifestantes, en cambio, sostienen que el agente sacó su arma de fuego desde el primer momento y que fue él quien arremetió contra la gente, sin intentar hacer uso de otro armamento menos letal que también portaba. El activista Joshua Wong tuiteó que Hong Kong "se ha convertido en un Estado policial de hecho".
En la escuela de Tsang Chi-kin, el estudiante herido, domina la incredulidad. Los pocos alumnos que han ido a clase no han podido concentrarse en las lecciones. En los corrillos no se hablaba de otra cosa. La escuela ha ofrecido asistencia psicológica a los estudiantes. Un grupo de asistentes sociales les reparte tarjetas con mensajes de aliento.
Wong, un compañero de Tsang del equipo de baloncesto, asegura que su amigo “es un chico muy dotado para los estudios y para los deportes”. “Este verano se entregó de lleno a la causa de las protestas. Siempre participaba en las huelgas de estudiantes, en actividades. Para los más jóvenes es como un hermano mayor, que nos ayudaba y nos hacía sentir más seguros”, sostiene. El joven herido, que recibió el impacto de bala a tres centímetros del corazón, según su abogado, se encuentra grave pero estable y no se teme por su vida.
Los enfrentamientos del martes fueron los más duros hasta el momento en los casi cuatro meses de protestas: 269 personas entre los 12 y los 71 años fueron detenidas como sospechosos de disturbios, reunión ilegal y tenencia ilegal de armas. Los antidisturbios lanzaron 1.400 rondas de gas lacrimógeno, 900 balas de plástico y 230 balas de espuma, además de 190 pelotas de goma y seis disparos de bala. Es, de lejos, la mayor cantidad en un día: en el total de los dos primeros meses de manifestaciones, la policía lanzó un millar de rondas de gas pimienta, 160 balas de goma y 150 balas de espuma. Los manifestantes, por su parte, lanzaron cócteles molotov y líquidos corrosivos que hirieron a agentes y a periodistas, erigieron barricadas y causaron serios destrozos.
La situación no tiene visos de mejorar. La policía y el Gobierno sostienen que la respuesta contundente “con la fuerza necesaria” es imprescindible para “restaurar la paz social”. Y los manifestantes más radicales advierten que consideran el balazo del martes “un claro intento de asesinato, al haber disparado tan de cerca y al pecho”. En una rueda de prensa, varios de estos movilizados advirtieron de que se plantean responder con mayor dureza, aunque no quisieron precisar con qué tipo de actos o si recurrirán a una mayor violencia. Emplearán, aseguró uno de ellos posteriormente, “todos los medios necesarios”.
La creación de una comisión independiente de investigación sobre el comportamiento de la policía es una de las principales exigencias de los manifestantes. Esta noche, en Tsuen Wan añadían otra más: que se desmantele ese cuerpo y se empiece otro desde cero.
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