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La purificación femenina como argumento en la campaña electoral de Israel

El Gobierno de Netanyahu promueve publicidad institucional con celebridades para fomentar el baño ritual judío posmenstrual

Juan Carlos Sanz
Mujeres ortodoxas judías, en una parada de autobús de Jerusalén, en 2017.
Mujeres ortodoxas judías, en una parada de autobús de Jerusalén, en 2017.Lior Mizrahi (Getty Images)

En las últimas dos décadas Israel ha triplicado la presencia femenina en la Kneset (Parlamento), al pasar de nueve diputadas en 1997 a 30 en los comicios del pasado abril. Ante la repetición de las legislativas, convocadas para el mes que viene, los sondeos prevén, dada la configuración de las listas electorales, que las parlamentarias seguirán ocupando apenas una cuarta parte de los escaños. Su representación queda lejos aún del listón del 45%, superado ya por países como Suecia y España.

Con solo una candidata como cabeza de lista —la ultraconservadora Ayelet Shaked, exministra de Justicia— las mujeres se ven relegadas o desplazadas por dirigentes masculinos en los principales partidos. En este clima de estancamiento de la presencia política femenina en Israel —que tuvo a una primera ministra, Golda Meir, hace casi medio siglo— el Gobierno de Benjamín Netanyahu —en el que solo figuran dos ministras— se dispone a lanzar una campaña institucional para promover el baño ritual de purificación posmenstrual.

El Ministerio de Asuntos Religiosos, cuyo titular es Isaac Vankin, un ultraortodoxo afiliado al partido Shas (ultrarreligioso sefardí), ha contratado a través de la agencia de publicidad del Gobierno la producción de un anuncio para televisión y plataformas digitales con el objetivo de “hacer más atractiva la percepción de los baños rituales”, según informaba el lunes el diario Haaretz.

Para ello contará con la imagen de celebridades femeninas locales, que animarán a las israelíes a sumergirse por completo tres veces consecutivas, desnudas y de pie siete días después de la menstruación. La ley religiosa judía prescribe que las mujeres son impuras tras el periodo, y por lo tanto no les está permitido mantener relaciones sexuales con sus esposos si no pasan antes por el ritual del mikveh, una pequeña piscina de agua de lluvia situada generalmente en una sinagoga o centro religioso.

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Los sectores laicos de Israel consideran, de acuerdo con Haaretz, que el Ministerio se ha excedido en sus atribuciones legales, circunscritas a la oferta de servicios religiosos a los ciudadanos que lo demanden, para lanzar una campaña publicitaria destinada a promover la obediencia a un mandamiento de la Halajá o ley judía.

Este departamento gubernamental ya desató la polémica hace cinco años cuando contrató anuncios en los medios de comunicación hebreos para revisar las conversiones al judaísmo. La campaña institucional puso entonces el foco en las conversiones aprobadas por rabinos reformistas, una corriente mayoritaria entre la comunidad judía de Estados Unidos, a fin de que fueran supervisadas de nuevo en Israel de conformidad con el estricto ritual del rabinato ortodoxo.

Los tribunales religiosos tienen jurisdicción prácticamente exclusiva sobre los asuntos de familia, en general, y para los divorcios, en particular, para los judíos en el Estado de Israel, que suman cerca del 80% de sus nueve millones de habitantes. El matrimonio civil no está contemplado en la legislación israelí, aunque el Estado reconoce la validez de los celebrados en el exterior.

El anuncio de la campaña institucional para promover los baños rituales purificadores posmenstruales se ha producido tras la polémica surgida la semana pasada en la ciudad de Afula, en el norte de Israel, por el permiso otorgado por las autoridades locales a una actuación musical al aire libre con separación entre hombres y mujeres en el auditorio. “Fue un día negro para la igualdad de género en Israel”, advierte la escritora y columnista Iris Leal. “No se trataba de una reunión en la sinagoga ni de un acto privado, y se violó un principio básico”. La decisión final del Tribunal Supremo de prohibir la separación por género se comunicó a las autoridades de Afula cuando la actuación ya había concluido.

La campaña institucional del mikveh forma parte del acuerdo de coalición que el primer ministro Netanyahu pactó con los partidos ultrarreligiosos para poder formar en 2015 el Gobierno más conservador en la historia de Israel. Los sondeos electorales sobre los comicios del 17 de septiembre publicados el pasado fin de semana apuntan a una repetición del bloqueo que le impidió la formación de Gabinete tras la aparente victoria revalidada por las fuerzas de derechas, que sumaron 65 escaños frente a los 55 del centro, la izquierda y los partidos árabes.

Pacto con los partidos ultrarreligiosos

El veto del exministro de Defensa Avigdor Lieberman a un nuevo pacto con las fuerzas jaredíes o ultraortodoxas forzó entonces el fracaso de Netanyahu. Los partidos ultrarreligiosos —precisamente los que menos presencia de mujeres registran en sus listas— temen verse excluidos ahora de la próxima coalición, y por ello se aprestan a ejecutar acuerdos anteriores, como el de la campaña en pro del mikveh, al filo de la extinción de la legislatura.

En Israel las mujeres han logrado, sin embargo, avances legales. Antes de que se disolviera la Kneset para la convocatoria electoral de abril, un colectivo de diputadas de varios partidos impulsó la aprobación de una ley para la prohibición de la prostitución, en una medida pionera que ha situado al país entre los diez primeros que se han atrevido a dar el paso.

A mediados del año que viene, cuando entre en vigor la nueva legislación, dejará de estar tolerado ofrecer y recibir sexo a cambio de dinero, aunque se trate de adultos que libremente lo consientan. Los infractores serán multados con 2.000 shequels (unos 500 euros), que se multiplicarán sucesivamente en caso de reincidencia hasta alcanzar los 20.000 euros.

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Sobre la firma

Juan Carlos Sanz
Es el corresponsal para el Magreb. Antes lo fue en Jerusalén durante siete años y, previamente, ejerció como jefe de Internacional. En 20 años como enviado de EL PAÍS ha cubierto conflictos en los Balcanes, Irak y Turquía, entre otros destinos. Es licenciado en Derecho por la Universidad de Zaragoza y máster en Periodismo por la Autónoma de Madrid.

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