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Miles de personas desoyen la prohibición policial en una nueva protesta en Hong Kong

Los agentes utilizan gases lacrimógenos para tratar de dispersar a la multitud

La policía trata de dispersar a manifestantes en el barrio de Yuen Long, en Hong Kong, este sábado.
La policía trata de dispersar a manifestantes en el barrio de Yuen Long, en Hong Kong, este sábado.Bobby Yip (AP)

De lunes a viernes Hong Kong parece detenerse para coger aire, solo para volver a la pelea en cuanto acaba la semana laboral: este sábado, por octavo fin de semana consecutivo, las protestas continúan. Decenas de miles de personas se han congregado esta mañana en el barrio de Yuen Long, en el distrito de Nuevos Territorios, para condenar la violencia con la que miembros de grupos mafiosos locales —conocidos como tríadas— atacaron el domingo pasado a manifestantes en la estación de metro, causando 45 heridos. La zona se ha convertido en el escenario de una batalla campal cuando la policía ha empleado gases lacrimógenos para disolver el cerco que un grupo de jóvenes ha formado alrededor de la comisaría.

La concentración de este sábado había sido prohibida por las autoridades locales argumentando motivos de seguridad. Por ello, los manifestantes han empleado todo tipo de excusas para seguir adelante con la convocatoria y evitar cualquier posible represalia. Según la información compartida en redes sociales, esta mañana la gente se ha reunido en Yuen Long para cazar pokémons, ir de picnic o conseguir un autógrafo de la estrella del canto-pop Denise Ho. También, en una guasa mordaz, para llorar la muerte de Li Peng, ex primer ministro chino fallecido este lunes y responsable político de la matanza de Tiananmen. Este trágico suceso histórico ha estado muy presente esta última semana, después de que el gobierno de Pekín recordara que está legitimado para recurrir al Ejército para aplacar las protestas —como sucedió en 1989— si el gobierno local así lo solicitara.

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La marcha ha cortado la calle central y la línea del tranvía ante la pasividad inicial de las fuerzas de seguridad. El prestigio de la policía de Hong Kong, en su momento considerada como una de las más modernas de Asia, se ha hundido a causa de su actuación en las últimas semanas, en particular tras lo sucedido el pasado domingo. A pesar de la violencia de los ataques en Yuen Long —los agresores iban armados con varas y golpeaban a los pasajeros de manera indiscriminada—, el número de emergencias estuvo bloqueado y para cuando los agentes se desplazaron a la zona ya era demasiado tarde.

Un portavoz policial afirmó que todos los efectivos se habían desplazado al centro de la ciudad, pero la publicación de varios vídeos en los que puede verse a varios gentes charlando amistosamente con algunos de los atacantes ha dado alas a teorías conspiratorias, según las cuales el asalto fue orquestado por fuerzas políticas pro-Chinas con la complicidad de las fuerzas de seguridad. Doce personas han sido arrestadas a día de hoy por los incidentes, aunque se rumorea que la mayoría de los responsables ya habrían abandonado la ciudad.

Desde Yuen Long pueden verse los rascacielos de la vecina Shenzhen, la ciudad china al otro lado de la frontera, lo que para los manifestantes representa la amenaza de lo que está por venir. La mayoría de los habitantes de este barrio, en cambio, se identifica como pro-China, por lo que la jornada se preveía violenta. Este barrio, además, tiene fama de ser un territorio sin ley en el que las tríadas campan a sus anchas. La mayoría de las tiendas no han levantado la persiana esta mañana, mientras que unos pocos locales han permanecido abiertos para aprovechar la enorme afluencia de gente, poco habitual en esta zona apartada, a más 30 kilómetros del centro de la ciudad.

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Las protestas siguen creciendo en la violencia de sus formas y el tamaño de sus reclamaciones mientras se extienden por todo el territorio de Hong Kong. El viernes llegaron hasta el aeropuerto, en la isla de Lantau, donde una multitud tomó el vestíbulo de llegadas. Su objetivo era internacionalizar la causa e informar a los turistas chinos. También se sumaron a la concentración empleados del aeropuerto, que manipularon la información de las pantallas: en alguna puerta de embarque el destino era “libertad”. Lo que no decía era cuántos fines de semana se tarda en llegar.

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