Una banda de enmascarados apalea a manifestantes prodemocracia en el metro de Hong Kong
Una larga marcha pacífica recorrió el centro de la ciudad durante el día hasta que con la noche llegó la violencia. Los enfrentamientos fueron especialmente violentos en el área adyacente a la terminal del ferri a Macao
El séptimo fin de semana consecutivo de protestas en Hong Kong volvió a convertir el centro de la ciudad en un campo de batalla. Durante la noche, varias bandas de hombres vestidos con camisetas blancas —en contraposición con el color negro de las movilizaciones— atacaron con palos a los manifestantes en el metro. Otro domingo más, los hongkoneses tomaron las calles para reiterar su rechazo a la ley de extradición, “muerta” pero no retirada, y convertida en símbolo de la lenta erosión del sistema de libertades vigente por parte del Gobierno chino.
Una larga marcha pacífica recorrió el centro de la ciudad durante el día hasta que con la noche llegó la violencia. Jóvenes manifestantes protegidos con cascos, mascarillas y paraguas cortaron varias avenidas del Distrito Central y rodearon la comisaría de Wanchai, como ya hicieran en ocasiones anteriores. La novedad llegó cuando la multitud señaló a su auténtico adversario y por primera vez se dirigió hacia la oficina de representación del Gobierno chino, a la que arrojaron huevos y cuyo emblema tacharon con spray, un gesto simbólico similar al realizado en el interior del Parlamento. En el último mes estas manifestaciones han llegado a convocar en repetidas ocasiones a más de un millón de personas en un territorio de 7,3 millones de habitantes. En esta ocasión, el baile habitual de números osciló entre los 430.000 asistentes según los organizadores, el Frente Civil de los Derechos Humanos, y los 138.000 de la policía.
Dispositivos policiales antidisturbios emplearon gases lacrimógenos y pelotas de goma para dispersar a la multitud en enfrentamientos que fueron especialmente violentos en el área adyacente a la terminal del ferri a Macao, hasta que los manifestantes acabaron por retirarse alrededor de la medianoche. Muchos de ellos abandonaron la zona en metro, donde tuvo lugar el segundo foco de violencia de la jornada.
Ataques a los manifestantes
En la parada de metro de Yuen Long, un barrio residencial en la zona de Nuevos Territorios, un grupo de hombres vestidos de blanco atacaron a todas aquellas personas que vestían el color negro de los manifestantes en una carga que se saldó con al menos 45 heridos. Los asaltantes iban armados con palos de madera y tubos de metal, una elección que no parece fruto de la casualidad: la propaganda pro-china acostumbra a retratar a los hongkoneses como niños mimados que deben ser disciplinados a golpe de vara por sus padres. Esta misma expresión fue empleada por Arthur Shek, vicepresidente del periódico Hong Kong Economic Times, durante su intervención en la marcha pro-China del sábado por la mañana.
Múltiples vídeos compartidos en redes sociales recogen las agresiones perpetradas por quienes se sospecha son miembros de las mafias locales, conocidas como tríadas, reclutadas por simpatizantes del régimen chino. Imágenes publicadas a lo largo del día de hoy muestran al legislador Junius Ho, contrario a las protestas, saludando cordial y dando la enhorabuena a varios de los hombres de blanco. Ataques similares ya habían tenido lugar durante la revolución de los paraguas de 2014.
Muchas de las críticas de los ciudadanos se han dirigido contra la actuación del cuerpo de policía, cuya línea de teléfono estuvo bloqueada y acabó por llegar tarde al lugar de los hechos. En una rueda de prensa convocada a las 5 de la mañana de hoy, Yau Nai-keung, asistente del comandante del distrito, afirmó que “la policía empezó a recibir llamadas pasadas las diez de la noche”. En palabras de Yau, había alrededor de cien personas concentradas en la estación de metro, por lo que tuvieron que esperar a la llegada de refuerzos. Los disturbios continuaron durante la noche en el pueblo cercano de Nam Pim Wai, del que la policía se retiró sin realizar ningún arresto.
La reputación del cuerpo policial de Hong Kong, en su día considerado como uno de los más avanzados de Asia, se ha hundido después de estas semanas de protestas. Una de las exigencias de los manifestantes reclama que su actuación represiva sea sometida a una investigación independiente. Esto ha hecho que sean más cautelosos, lo que explica su pasividad durante el asalto al Parlamento de la semana pasada; un movimiento que también ha sido interpretado como una decisión estratégica para que la vandalización de la sede oficial dañara la favorable imagen internacional de que gozan las protestas.
Según informó el Financial Times, Carrie Lam, jefa del Ejecutivo, ha puesto su cargo sobre la mesa en repetidas ocasiones pero su dimisión, otra de las peticiones básicas de los manifestantes, habría sido bloqueada desde Pekín. El conflicto continúa sin que haya una solución aparente a la vista. Mientras tanto, Hong Kong se hunde aún más en una espiral de violencia que comienza a crear una profunda fragmentación social.
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