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Cartas de Cuévano
Columna
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Nostos

Efectivamente: Diego Armando Maradona no anotó un gol contra Corea el día que murió Jorge Luis Borges en Ginebra

Una fotografía de archivo de Jorge Luis Borges.
Una fotografía de archivo de Jorge Luis Borges.Cuartoscuro

Efectivamente: Diego Armando Maradona no anotó un gol contra Corea el día que murió Jorge Luis Borges en Ginebra. Lo cierto es que una inmensa mayoría volcaba su interés en el devenir, avatares y circunstancias en los que se desenvolvía el Mundial de México 86 y, como intenté insinuar en unos errados párrafos, solo the unhappy few prestamos la debida atención al triste deceso del inmenso poeta en Suiza. Por estulticia, amenaza de amnesia y no más que pura estupidez, afirmé que Maradona había anotado contra Corea, mientras Borges y El Otro se esfumaban de este mundo a orillas del eterno espejo de un lago que había sido su confidente, ya de joven y con toda la vida a la vista o bien, de viejo en las tinieblas próximas a su final. Perdón. Mea Culpa y espero que los lectores ofendidos puedan disculparme por esta errata.

Para colmo, yo solo quería honrar la secreta etimología de la palabra griega Nostos y por pura estupidez, amenaza de amnesia y la misma estulticia ¡¡escribí Nosos!! A contrapelo, es de subrayarse que los encendidos reclamos que suscitó mi gazapo futbolero no tuvieron reacción similar entre parlantes de griego, etimólogos clásicos o forofos de todo helenismo. Al contrario: a diferencia de quienes ya pedían mi yugular por haberle adjudicado un gol inexistente a Maradona, no hubo un solo ateniense que se sintiera ofendido por mi errata o lapsus linguae.

Asumo enteramente las consecuencias de mis desvaríos, pero en mi abono diré que las reacciones al tropiezo confirman que así pasen otros 33 años de la triste partida de Borges, seguirá campeando el recelo, el encendido encono o minuciosa y fanática memoria popular del otrora delgado Diego Armando Maradona por encima de la prosa y los versos de uno de los más grandes escritores que ha dado la humanidad. Al ahora esférico Diego se le perdonan los exabruptos y se obvian sus vergüenzas, pero yo solo quería señalar que toda faramalla espectacular o deportiva se celebra con un recelo acentuado por encima de la saudade al evocar un poeta intemporal.

De saudade está compuesta la palabra griega nostos, emparentada fonéticamente con nosos y quizá por ello, la errata. Algo tiene de enfermedad, pero es más bien la feliz tristeza; algo tiene de lánguida añoranza y mucho de elación por volver al nido; algo tiene de melancolía, pero también de ilusión. En griego, nostos suena también a isla y a un apócope de nosotros mismos, como si una mínima parte del ser se quedase anclada en el territorio que ha de volverse querencia. Perdón por enredar la etimología de nostos con nosos, pero es probable que el enredo explique también la errata en la efemérides: hace 33 años, en el bullicio principalmente etílico del Mundial de México 86, algunos preferiríamos canjear una entrada al estadio por la posibilidad de ver andar –aunque fuera de lejos—a Borges en Ginebra y, sin embargo, no hay escapatoria a esa suerte de nostos que se filtra en la saliva en cuanto se acumulan las añoranzas por Mundiales pasados, el balón de cuero, las medias al tobillo, la falta de espinilleras, los porteros sin guantes, los pasos para despeje, los uniformes con hot-pantsla mano de Dios.

Ciertamente, el revuelo que causó la falsa afirmación de adjudicarle un gol inexistente a Maradona no deja de tener un leve porcentaje de nostos o franca ironía: en un mundo con VAR y con tanto sigilo por la verificación instantánea y la desmitificación, imaginar un gol contra Corea el mero día que murió Borges complementa con sarcasmo el velo impalpable con el que Pelusa engañó al mundo entero, incluyendo al árbitro, con el puño pegado al cráneo en un atrevido lance que contó como anotación, aunque en realidad no fue gol.

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