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EE UU da un ultimátum a Europa para que rectifique su plan de defensa

Washington exige que sus empresas participen en el desarrollo de armamento de la UE

Estados Unidos ha pasado de la presión al ultimátum para que Europa cambie el rumbo de su incipiente política de defensa y la mantenga estrechamente vinculada a los intereses de Washington, que exige participar en los proyectos de armamento, lo que rechaza Bruselas por temor a quedar atrapada en la normativa estadounidense de exportación de material militar. La tensión ha alcanzado tal nivel que la Administración de Donald Trump ha advertido a la UE de que se expone a quedarse sola ante amenazas como Rusia si sigue adelante con su plan, según documentación a la que ha tenido acceso este periódico.

Maniobras militares de la OTAN en Trondeheim (Noruega), el pasado octubre.
Maniobras militares de la OTAN en Trondeheim (Noruega), el pasado octubre.Á. García
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El ultimátum se produjo el pasado 22 de mayo en Washington. “Cuando se produzca una crisis y si vuestras defensas fracasan, vuestros ciudadanos no se van a sentir muy impresionados por el hecho de que el armamento adquirido fuera solo de los países europeos”, advirtió Michael Murphy, máximo responsable para Europa de la Administración estadounidense, durante un explosivo encuentro entre las dos partes en Washington, según la documentación a la que ha tenido acceso este periódico. El choque transatlántico tuvo lugar durante la visita a la capital de EE UU del comité de embajadores europeos de política y seguridad (un órgano llamado COPS), que se desplazó en pleno para reunirse con altos cargos de la Administración de Trump.

La cita pretendía acercar posiciones tras varios meses de rifirrafe sobre las normas del futuro Fondo Europeo de Defensa (FED) y de los proyectos de armamento de la llamada Cooperación Permanente Estructurada (Pesco, en sus siglas en inglés). Washington considera que las normas europeas son demasiado restrictivas (en materia de propiedad intelectual, transferencia de tecnología y control de exportación) e impedirán la participación de sus empresas en el desarrollo de armamento en Europa. Pero el encuentro se saldó con un serio ultimátum para que la UE enmiende las normas recién aprobadas. “Si el lenguaje de la legislación sobre el FDE y las directrices de Pesco no se cambian, entonces la UE tendrá que elegir: o renuncia a utilizar las mejores capacidades tecnológicas que existen o desarrolla las suyas propias”, advirtió a los embajadores europeos Michael Murphy, subsecretario del Departamento de Estado para Europa.

El dilema de Murphy pretende obligar a la UE a elegir entre el riesgo de enfrentarse en solitario a un entorno crecientemente inestable o duplicar capacidades que ya estarían disponibles a través de la OTAN. El subsecretario recordó que Occidente se enfrenta de nuevo, tras el fin de la postguerra fría, a naciones hostiles. Y una de ellas, en alusión a Rusia, “tiene frontera física con la UE y constituye una amenaza física directa a sus Estados miembros”.

Murphy advierte a los diplomáticos europeos de que “cualquier crisis importante en Europa requerirá irremisiblemente una respuesta con EE UU, Canadá, Reino Unido y Noruega”. Esa ayuda de los aliados podría no llegar si, como asegura Washington, los planes militares de la UE hacen que las industrias de armamento de ambas partes “no puedan trabajar juntas”. “Y que, quizá, nuestros ejércitos se vuelvan menos interoperativos y no puedan combatir juntos”, añade. Murphy remata su advertencia invocando la previsible ira de las opiniones públicas europeas si el Viejo Continente se ve desbordado por un conflicto de gran envergadura. Sus palabras suponen la mayor amenaza lanzada por Washington desde que Bruselas comenzó a impulsar la Unión de la Defensa.

EE UU deja claro que si el proyecto sigue adelante con su diseño actual, la UE tendrá que defenderse con su propio armamento, lo que puede dejar a Europa en franca inferioridad. Fuentes de la Comisión enmarcan el encontronazo en la escalada de presión de Washington desde que se han acelerado los preparativos del Fondo de Defensa Europeo, con una dotación prevista de 13.000 millones de euros entre 2021 y 2027, y la selección de los primeros 34 proyectos de la Pesco, desde drones a helicópteros de combate.

Réplica de Bruselas

En el último trimestre de 2018, EE UU planteó las primeras objeciones y logró que los Gobiernos de la UE flexibilizaran el borrador de las normas para facilitar la participación de países terceros. Pero a principios de 2019, el texto se volvió a endurecer y se introdujeron las “píldoras envenenadas”, en palabras de Murphy, que han puesto en pie de guerra diplomática a EE UU. La protesta subió de tono y por escrito el 1 de mayo, con una carta del Departamento de Defensa a Federica Mogherini, Alta Representante de Política Exterior. La misiva ya amenazaba con represalias como restringir el acceso de las empresas europeas a su mercado militar y evidenciaba la preocupación tras el acuerdo preliminar, en abril, entre el Consejo y el Parlamento Europeo sobre el reglamento del Fondo.

La Comisión respondió a Washington con un detallado alegato que pretendía demostrar la compatibilidad de la Unión de la Defensa con los compromisos de la OTAN. Bruselas defiende que el Fondo y la Pesco son complementarios con las capacidades de la Alianza y niega que las normas europeas vayan a frenar la cooperación entre las industrias militares. La réplica de Bruselas no ha hecho sino enconar los ánimos. “Algunas de las respuestas que hemos recibido están basadas en información inexacta”, reprochó Murphy. “Quiero ser claro con ustedes. EE UU no podría apoyar ni el Fondo ni Pesco si se desarrollan de la manera que parece que lo harán, según indican claramente los textos legislativos y regulatorios actuales”. El riesgo de una paz fría transatlántica nunca ha sido tan alto.

Recelos ante otro posible ‘efecto Airbus’

El desarrollo de una industria europea de defensa podría amenazar a largo plazo el dominio absoluto de Estados Unidos sobre un mercado armamentístico que supone una de las grandes bazas exportadoras de la potencia transatlántica. Bruselas atribuye la resistencia de Washington a una política europea de defensa independiente al deseo de preservar esa importantísima baza comercial. Y la propia Administración de Donald Trump parece corroborar esa tesis.

“La UE y muchos de sus Gobiernos han presentado las iniciativas europeas de defensa como parte de la política europea de seguridad, y nosotros lo creímos”, señaló Michael Murphy, subsecretario de Estado de EE UU para asuntos europeos, durante el encuentro con el Comité de política y seguridad de la UE (COPS) en Washington el pasado 22 de mayo. Pero Murphy añadió que tenía sospechas de otros movimientos. “Al menos algunos de vosotros estáis desarrollando una política industrial bajo la fachada de una política de seguridad”, afirmó el alto cargo, según la transcripción de la cita con los embajadores europeos de seguridad en Washington.

EE UU parece temer que se repita el fenómeno de Airbus, la compañía que un 29 de mayo de 1969 lanzó el proyecto del A300 para intentar competir con Boeing, la compañía estadounidense que por entonces dominaba por completo el mercado mundial de fabricación de aviones comerciales. Medio siglo después, Airbus ha arrebatado a Boeing el 50% del mercado.

El precedente del euro, que en solo 20 años aspira ya a rivalizar con el dólar como moneda de referencia mundial, añade fuerza a la posible amenaza de una potente industria europea de defensa.

La Administración de Donald Trump parece dispuesta a que, en el caso de la defensa, el embrión europeo no empiece siquiera a brotar. Los pequeños proyectos anunciados por la UE y sus normas para garantizar que se reservan a la industria europea “son como una bola de nieve que crece a medida que baja por la ladera”, lamentó Murphy durante su encuentro con el COPS.

La hiperpotencia de su industria militar permite ahora a EE UU copar año tras año en torno al 80% del mercado mundial de exportaciones de armamento, un negocio que ha movido de media anual unos 150.000 millones de euros entre 2006 y 2016, según los datos del informe del año pasado del Departamento de Estado estadounidense sobre gasto militar y transferencia de armas. En 2016, el último ejercicio contabilizado, las exportaciones de Estados Unidos alcanzaron los 135.000 millones de euros. Las europeas apenas llegaron a 16.000 millones de euros en el mismo año.

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