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David Van Reybrouck: “Los referendos crean problemas”

El pensador flamenco alerta del riesgo de polarización de las consultas y advierte del alejamiento de Bruselas del ciudadano de a pie

El autor belga David Van Reybrouck, en su casa de Bruselas, a finales de abril.
El autor belga David Van Reybrouck, en su casa de Bruselas, a finales de abril.Delmi Álvarez
Álvaro Sánchez

David Van Reybrouck (Brujas, 1971) es un autor capaz de vender más de 600.000 libros con un ensayo de más de 700 páginas sobre el Congo —desde este mes en librerías españolas—, y a continuación ponerse a reflexionar sobre el futuro de la democracia en otra obra de título provocador: Contra las elecciones. Cómo salvar la democracia (Taurus). Historiador y arqueólogo, el pensador flamenco, que ahora trabaja en un libro sobre Indonesia, es uno de los grandes inspiradores de la nueva idea de democracia participativa a través del colectivo G1000, cuya principal propuesta son las asambleas ciudadanas elegidas por sorteo para debatir sobre asuntos públicos.

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Desde su casa de Bruselas, advierte contra la tentación del poder de fiar todo al corto plazo. “Los políticos piensan en el bienestar de la sociedad, pero siempre con miedo a perder las próximas elecciones”. Un corsé que, según su parecer, desnaturaliza la acción de gobernar, y que resumió el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, en una célebre frase: "Sabemos lo que hay que hacer, lo que no sabemos es cómo ser reelegidos después de hacerlo".

Para el escritor belga, dar voz a los ciudadanos cada cuatro años a través del voto es insuficiente. Y la otra opción favorita de la clase política, los referendos, tampoco suplen esa carencia. "Las consultas crean problemas. Mira Reino Unido con el Brexit. Es un país partido en dos para los próximos 20 años", advierte citando también los casos de Escocia y Cataluña. Van Reybrouck cree en una interacción más continua entre poder político y ciudadanía. Y sus tesis ya resuenan en grandes países como Francia, donde el presidente Emmanuel Macron, con el que mantuvo un breve encuentro, acaba de anunciar la creación de un consejo ciudadano de 150 personas elegidas por sorteo cuya primera misión será discutir sobre el cambio climático. "Si hubiera sometido su idea de subir los precios del combustible a un panel ciudadano, los chalecos amarillos nunca hubieran existido", dice el autor haciendo política ficción.

¿Y el gran debate nacional donde Macron escuchó a los ciudadanos por todo el país? "Es una buena iniciativa, pero si es solo una vez es como una pareja que está en crisis matrimonial desde hace 20 años y va a ver a un psicoterapeuta una vez durante 20 minutos. Hay que construir algo permanente", replica.

Pregunta. ¿Cómo ve el estado de ánimo de los europeos a pocos días de las elecciones?

Respuesta. Siento que la temperatura aumenta. No solo la meteorológica, sino la política. La frustración de la gente es creciente. Y la comprendo porque vivimos cada vez menos en una democracia. La voz de los ciudadanos se escucha muy poco. Para mí vivir en Europa hoy no tiene tanto que ver con las comparaciones que la sitúan en los años treinta con el surgimiento del fascismo, sino con los últimos años de la colonización del Congo, en los cincuenta. Tenemos una administración que hace aumentar el poder adquisitivo y la riqueza de ciudadanos y empresas, pero la emancipación socioeconómica no va en paralelo a una emancipación política.

P. Pero la extrema derecha y los euroescépticos ganan posiciones.

R. En una conferencia leí varias citas para que el público me dijera si eran de Yanis Varoufakis o de Nigel Farage. Todas eran críticas con que todo se decida desde Bruselas y los ciudadanos no tengan voz. En realidad era un texto de 1958 de Joseph Kasa-Vubu, el primer presidente del Congo. Fue una forma de mostrar cómo el discurso antieuropeo actual tiene grandes similitudes con el anticolonial. 

P. ¿Está la UE demasiado alejada del ciudadano?

R. Vivimos bajo una burocracia que tiene un impacto profundo sobre tu vida privada, tu vida profesional, lo que comes, la ropa que llevas. Es una colonización de tu cuerpo por una administración que llega muy lejos, una instancia muy elevada que va a impactar sobre tu vida pero al mismo tiempo es opaca, un poder que te ve y al que tú no ves. El nivel democrático de la UE es todavía poco transparente. ¿Dónde está el poder de la UE? Es difícil de decir. Comprendo que la temperatura suba. Nunca hemos sido tan ricos y aún así estamos enrabietados. Así era en el Congo, así en Indonesia. Una emancipación sin participación trae siempre frustración.

P. ¿El bienestar no es suficiente?

R. En todos los movimientos populistas de izquierda y derecha veo una voluntad de repolitizar un espacio que ha sido burocratizado. Y lo entiendo. Soy un apasionado de Europa. No quiero volver a una Europa nacionalista. Los desafíos de Europa me parecen racionales y me identifico con ellos: cambio climático, migración, pobreza, desigualdad...pero estoy frustrado con esta Europa. Los chalecos amarillos son gente que tiene televisión y teléfono móvil, pero que sienten que no tienen medios de hacerse oír.

P. ¿Qué hacer entonces para tener una UE más democrática?

R. Comprometer al ciudadano de una forma seria. Macron ha hecho el intento con el gran debate nacional. La idea es excelente pero el método es absurdo. Si de verdad quieres frustrar a la gente haz una mala democracia participativa. Te dan su tiempo, su energía, y luego les dices: no vamos a hacer nada.

P. ¿Cómo convive con las instituciones comunitarias como vecino de Bruselas?

R. Hay una parte de la ciudad a la que no voy casi nunca, el llamado barrio europeo donde viven los eurócratas. Los conozco de cuando me invitan a dar conferencias. Son muy inteligentes, con muchos estudios y las mejores intenciones, pero cargados de un paternalismo que me pone enfermo. Vivo en una Bruselas en la que tengo amigos marroquíes y nunca vas a ver a un marroquí allí. Es un medio muy blanco, muy selecto. Estamos dirigidos por una élite colonial que no ve su propia violencia. ¿Por qué no nos quieren si hacemos crecer la economía y la riqueza?, se preguntan. Y no les quieren porque no escuchan. Es lo que decía Sukarno [primer presidente indonesio tras la colonización holandesa]. Hay una élite condescendiente que no es consciente de su violencia, que no es física pero humilla. La gente muy pobre del Congo tiene un sentimiento derrotista. Pero al disminuir la desigualdad haces crecer la frustración, porque cuanto más te acercas, más molesta la distancia. Es un mecanismo psicológico muy mal entendido. La democracia es una promesa de igualdad.

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Sobre la firma

Álvaro Sánchez
Redactor de Economía. Ha sido corresponsal de EL PAÍS en Bruselas y colaborador de la Cadena SER en la capital comunitaria. Antes pasó por el diario mexicano El Mundo y medios locales como el Diario de Cádiz. Es licenciado en Periodismo por la Universidad de Sevilla y Máster de periodismo de EL PAÍS.

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