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Corea del Norte intenta presionar a EE UU con nuevos lanzamientos de misiles de corto alcance

El disparo sucede en vísperas de la visita a Seúl del enviado de EE UU, Stephen Biegun, para reactivar las negociaciones nucleares con Pyongyang

Macarena Vidal Liy
El líder norcoreano, Kim Jong-un, en una imagen de archivo.
El líder norcoreano, Kim Jong-un, en una imagen de archivo. AP

Corea del Norte está impaciente. Y para dejarlo claro vuelve a hablar con el mismo lenguaje con el que solía hasta hace apenas un año y medio: el de lanzamiento de misiles. Apenas seis días después de disparar varios proyectiles de corta distancia, entre ellos al menos un misil, este jueves ha completado una prueba similar. Una nueva advertencia a Estados Unidos sobre su descontento por la parálisis en las negociaciones nucleares, y sobre lo que puede ocurrir si el punto muerto continúa sine die.

El momento elegido para la prueba ha estado lleno de significado: cuando el enviado estadounidense para las conversaciones nucleares, Stephen Biegun, se encontraba en Seúl para reunirse con las autoridades del Sur para examinar vías que permitan destrabar el proceso negociador. Entre ellas, quizá, el envío de arroz surcoreano al norte para paliar los posibles efectos de la peor cosecha en una década: se calcula que unos 10 millones de norcoreanos, el 40% de la población, pueden verse afectados por escasez de alimentos.

Esta vez los proyectiles fueron dos, lanzados con diez minutos de diferencia en torno a las 16.30 hora local (09.30 hora española) desde el oeste del territorio norcoreano, en las cercanías de la base militar de Sino-ri. Los dos proyectiles cruzaron la península en dirección este antes de caer al mar. El primero recorrió 420 kilómetros; el segundo, 270, según los datos que ha divulgado la Junta de Jefes de Estado Mayor surcoreana. La altura máxima alcanzada fue de 50 kilómetros.

Con esos datos en la mano, ha declarado el presidente surcoreano, Moon Jae-in -en una entrevista televisada con ocasión del segundo aniversario de su mandato-, lo que Pyongyang ha lanzado ha sido “misiles de corto alcance”. El sábado, en su primer lanzamiento desde noviembre de 2017, Corea del Norte disparó varios proyectiles desde su costa este que recorrieron entre 70 y 200 kilómetros antes de caer a las aguas del mar del Este. Al menos uno de esos artefactos, según los análisis del Ejército surcoreano, era un misil de corto alcance que el Norte acaba de incorporar a su arsenal.

Moon reconoció que el lanzamiento de este jueves puede representar una violación de las resoluciones de la ONU que prohíben al Norte el uso de tecnología de misiles balísticos, pero puntualizó que aún es pronto para sacar conclusiones. “De todos modos, me gustaría advertir a Corea del Norte que si este comportamiento se repite, podría dificultar la fase actual de diálogo y negociación”, subrayó.

Tras su prueba de hace 18 meses, Corea del Norte comenzó una fase de acercamiento al Sur y a Estados Unidos en la que, como muestra de buena voluntad, anunció una moratoria de sus lanzamientos de misiles de largo alcance.

Fruto de ese acercamiento, Kim Jong-un y Donald Trump celebraron en junio del año pasado en Singapur la primera cumbre de la historia entre un líder norcoreano y un presidente estadounidense. El encuentro se saldó con una vaga declaración de intenciones para lograr la “desnuclearización completa de la península coreana”.

Que cada parte firmante entendía algo muy distinto de esa expresión quedó claro a lo largo de los meses siguientes, en que apenas se produjeron progresos y sí abundantes desencuentros. Corea del Norte aspiraba a un proceso por etapas, en el que cada parte tuviera que cumplir una serie de pasos antes de comenzar la fase siguiente. Estados Unidos reclamaba que Pyongyang se desarmara de manera completa, verificable e irreversible.

El punto muerto pareció haberse desatascado -en un proceso en el que Corea del Sur ejerció una mediación constante- cuando los dos líderes acordaron reunirse de nuevo en Hanói el pasado febrero. Pero la enorme divergencia en las posturas hizo que esa reunión acabara precipitadamente y en fracaso.

Ya la noche de aquel fiasco, Corea del Norte dejó saber, durante la celebración de una rueda de prensa -una medida insólita hasta entonces por parte del régimen- su descontento con lo que considera intransigencia estadounidense. Un descontento que volvió a expresar en una segunda rueda de prensa en Pyongyang. En abril, el régimen de Kim Jong-un anunciaba que había probado con éxito un nuevo sistema de armamento táctico. Y a finales de mes, el líder norcoreano se reunía en Vladivostok con el presidente ruso, Vladímir Putin, en una señal a Washington de que Pyongyang puede recurrir a otros respaldos. Precisamente, los analistas han destacado la similitud del misil que el Norte probó el sábado pasado con el Iskander de producción rusa.

Pero, sobre todo, también en abril Kim Jong-un puntualizaba, en una intervención ante la Asamblea Popular Suprema, que mantendrá la puerta abierta solo de momento. El plazo acaba a finales de este año.

Según un análisis de la prueba del sábado que publica la página especializada 38 North, “Pyongyang sigue buscando mejorar su capacidad militar y estratégica. No es algo que deba sorprender, puesto que Pyongyang se ve a sí misma bajo amenaza de agresión estadounidense. Muy probablemente, Kim Jong-un tenga en marcha otros proyectos de armamento estratégico, sea compra de armas extranjeras o el desarrollo de sistemas propios. Si las negociaciones entre Washington y Pyongyang no progresan a corto-medio plazo, cabe esperar la presentación de más armamento estratégico y de cada vez mayor capacidad”.

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Sobre la firma

Macarena Vidal Liy
Es corresponsal de EL PAÍS en Washington. Previamente, trabajó en la corresponsalía del periódico en Asia, en la delegación de EFE en Pekín, cubriendo la Casa Blanca y en el Reino Unido. Siguió como enviada especial conflictos en Bosnia-Herzegovina y Oriente Medio. Licenciada en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense de Madrid.

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