El éxodo dibuja una nueva realidad en Ucrania
Entre 2002 y 2017 más de seis millones de ucranios se marcharon del país de forma permanente. Los jóvenes son los más cercanos a la UE
Hace un par de meses, Jana Zaporochenko se hizo con un par de maletas grandes. Las tiene en el salón de casa, a la espera de absorber las pertenencias que ha acumulado durante los tres años que ha vivido en Kiev. “O todo lo que quepa”, bromea resuelta la maquilladora de 24 años, originaria de un pueblo muy cerca de Odessa. Se mudará a Polonia. Allí viven ya su hermana mayor y dos primos. Cuenta que lleva encadenando empleos precarios demasiado tiempo y que, de momento, su futuro no está en Ucrania. “Me gustaría quedarme, pero también quiero progresar y aquí no hay manera de hacerlo. Esto está estancado”, lamenta la joven.
Solo entre 2002 y 2017, 6,3 millones de ucranios se marcharon del país de manera permanente. Esto son unos 400.000 al año, advierte Diane Francis, del centro para Eurasia de Atlantic Council; una enorme fuga de cerebros equivalente a la población de la ciudad de Mariúpol. Y dentro de poco, la estilosa maquilladora Zaporochenko pasará a engrosar la estadística que muestra que uno de cada seis ucranios emigran a Europa --donde además ya no necesitan visado-- para trabajar, según el Centro para la Estrategia Económica. Sobre todo, a la cercana Polonia, donde ya viven más de un millón. El 54% de los jóvenes entre 18 y 25 años dicen estar dispuestas a mudarse al extranjero permanentemente; frente al 19% de la generación anterior, según el instituto de investigaciones sociológicas Rating.
La desilusión por el sistema y la desafección política están haciendo mella también en este grupo social. Hace ya cinco años de las protestas europeístas que derribaron al prorruso Víktor Yanukóvich. Y entre los jóvenes no se ha apagado ni mucho menos el anhelo de cercanía con la Unión Europea. Son ellos quienes más confían en que su país pueda pertenecer, en un futuro no muy lejano, al club comunitario, según los sondeos de Ratin Group. Y en las elecciones de este domingo, donde un 31% todavía no ha decidido si acudirá a las urnas, su apuesta será decisiva. La mayoría, según las encuestas, prefiere al comediante Volodymyr Zelenskiy, que parte como favorito. Pero en unas elecciones que definen como impredecibles, quien logre hacerse con el voto joven, señala el analista Dmitri Kuzin, puede sumar un mínimo adicional de entre un 3% y un 5% a su resultado general.
Yevgeni Fetisov no votará por el cómico estrella. Se define como “un patriota”, y asegura que elegirá al actual presidente, Petró Poroshenko. “Es el único que se está tomando en serio de verdad la guerra del Este del país, el principal problema que tenemos ahora mismo”, señala. El joven de 34 años combatió en el Donbás. Volvió hace un par de años, y desde entonces trabaja en una pizzería gestionada por veteranos de la guerra como él. “Paseando por las calles de Kiev no puedes notarlo, pero la gente sigue padeciendo y lo seguirá haciendo si dejamos que las cosas sigan así”, afirma ajustándose la gorra con la que cubre su cabello rubio. “Las cosas serían distintas si el país entrase en la OTAN. Rusia no se atrevería a atacar a un país miembro”, afirma el excombatiente, que tiene una hija de 13 meses.
El conflicto con los separatistas prorrusos apoyados por el Kremlin en las regiones de Donetsk y Luganks ha causado ya 1,2 millones de desplazados. Y unos 13.000 muertos. Poroshenko, en segunda o tercera posición para esta primera vuelta —depende de los sondeos—, ha centrado su mensaje en la guerra y la amenaza rusa. Y ha aumentado el presupuesto para Defensa hasta el 5% del PIB. Como Fetisov, la mayoría de los jóvenes menciona el conflicto como uno de los principales problemas del país. Sólo superado por la corrupción.
Para Taras Kozachenko, no obstante, aunque el país tiene mucho que mejorar en transparencia, las cosas han mejorado. “La diferencia es que ahora conocemos los escándalos, antes estaban ocultos”, señala el joven de 22 años en un café del centro de Kiev, donde locales hipsters y simpáticos restaurantes han brotado como setas. Kozachenko, proviene de la región de Rivna y lleva dos años estudiando en la capital. Reconoce que las oportunidades no abundan, sobre todo para las personas con una educación media, dice. Pero desea quedarse; cambiar las cosas desde dentro. “Y si queremos acercarnos a la UE tenemos mucho por hacer antes. La Administración pública necesita reformas. Y el sistema de justicia precisa de garantías de imparcialidad”, explica el joven, apasionado por la historia y la numismática.
Anna-Sophia Puzanova está de acuerdo con esa necesidad de cambio. También con que los jóvenes deben impulsarlo. Apurando un cigarrillo, la joven de 17 años, destaca con su roja melena y su marcado lápiz de ojos en la Plaza de la Independencia. Estudia Filología y anhela un país en el que llevar el cabello teñido de colores o vestir de manera distinta sea completamente normal. “Si queremos que las reformas sean eficaces, las personas necesitan primero abandonar esa mentalidad soviética y ganar en tolerancia e igualdad”, opina. Cuenta que hace sólo unas semanas unos ultraderechistas acosaron a su grupo de amigos por ese motivo. Y asegura que desde hace un par de años ve a la sociedad mucho más dividida.
Los informes de las organizaciones de derechos civiles le dan la razón. Los delitos de odio han aumentado; también los ataques de grupos de extrema derecha a activistas LGBTI, como señala un estudio reciente de la organización Human Rights Watch. A la vez, Ucrania cuenta con leyes anti-discriminación mucho más sólidas que otros países de la antigua URSS y ha acogido marchas del orgullo gay.
Pese a la emigración y los síntomas de desafección política --que no son únicos de este país del Este--, Anna Korbut, investigadora en Chatham House, es optimista. Asegura que Ucrania, con estándares de educación muy altos, ofrece grandes oportunidades para la investigación y que muchos de los que se han ido terminarán volviendo.
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