“Hay una sensación de optimismo y esperanza”
Simpatizantes de López Obrador aguardan su llegada al poder con entusiasmo después de un sexenio aciago
Hay terremotos de sensaciones que sacuden un país de arriba abajo sin que los perciba el sismógrafo. Un hecho paradójico en zona sísmica, hasta que llegó López Obrador. La plaza central de la capital mexicana, una de las más grandes del mundo y corazón de un país de casi 130 millones de habitantes, se preparaba para vibrar con la llegada al poder de Andrés Manuel López Obrador, recibido como un "mesías tropical", como un día lo describió el historiador Enrique Krauze.
México cierra su año más sangriento desde la Revolución y es humillado cada día por los tuits del presidente estadounidense Donald Trump que los llama "flojos" y "delincuentes". Pero un renovado amor propio sobrevuela estos días el ambiente. Un ritual de optimismo que vivirá su máximo apogeo cuando los pueblos originarios le entreguen la tarde de este sábado ante la multitud el bastón de mando al nuevo tlatoani (gobernante en lengua náhuatl).
Los más veteranos comparan la llegada de López Obrador al poder con la esperanza que despertó la de Luis Echeverría en 1970, tras el oscuro paso de Díaz Ordaz. O con la de Vicente Fox en 2000, al poner fin a siete décadas de Gobierno del Partido Revolucionario Institucional (PRI).
Las altas expectativas en torno a su gestión las simbolizó el muchacho que subido a una bicicleta se puso en paralelo al Volkwagen blanco que trasladaba al mandatario a la ceremonia de toma de posesión. Cuando estaba a la altura de la ventanilla, sin dejar de pedalear, el joven, espetó a López Obrador: "En ti confiamos" antes de que el vehículo acelerara el paso. La imagen la grabó y difundió su esposa y López Obrador se refirió "al joven de la bicicleta" en su discurso, como un recuerdo que lo acompañará en la billetera durante su gestión junto a la foto de sus hijos.
"Hay una sensación de optimismo y de esperanza. Que levantamos el vuelo después de haber llegado al punto más bajo", resume Brenda Barrón de 37 años, simpatizante de la causa. Brenda se alistó para llegar al Zócalo con varios amigos horas antes de que López Obrador saliese al balcón del Palacio Nacional bajo la campana de Dolores con la que Miguel Hidalgo levantó a las masas contra los españoles en 1810. Otro gesto más de un hombre que ha hecho de la reivindicación de los héroes patrios y el rescate de las esencias el aderezo que rodea su llegada al poder.
Los cambios que más han llamado la atención a Brenda del nuevo presidente son la despenalización de la marihuana y el papel de la esposa Beatriz Gutiérrez Müller del presidente, "que no será un florero al frente de instituciones de caridad sino una mujer vinculada a la cultura e implicada en la política", resume.
Como muchos, ella piensa que en tiempos de Trump y del brasileño Jair Bolsonaro no hay que despreciar la posibilidad de estar rodeado de 120.000 personas con esperanza. "Hay un ánimo positivo en el aire, pero también siento una polarización muy grande y una confrontación como no había visto antes. Hay una clase media conservadora muy irritada con López Obrador. Un importante sector de la población que cree que con él nos convertiremos en Venezuela y no vamos a tener huevos ni leche dentro de poco. Paralelamente hay una izquierda que lo ve como un producto de centro", señala poco antes del comienzo de la fiesta un antropólogo de 33 llamado Hugo Chávez, "como el finado comandante", bromea.
Hace cinco meses, el líder de Morena no ganó las elecciones, arrasó. Con más de 30 millones de votos obtuvo el respaldo más amplio jamás logrado por un candidato. El perfil del votante de López Obrador fue un hombre de entre 26 y 35 años, universitario y de ingresos medios como Hugo. "Había necesidad de creer y López Obrador supo ver que había un estado de ánimo de bajón y de que seguir así nos llevaba la verga", añade.
Más que criticar a Peña Nieto por la corrupción y el Gobierno de élites desplegado, la sensación entre muchos de los que se preparaban para estar en el Zócalo este sábado es que se despiden de un sexenio perdido. En un mundo dinámico y pujante, con una juventud que viaja, habla idiomas y se prepara para el futuro el nadismo se castiga con más dureza que la corrupción. López Obrador supo ser el beso del príncipe que despertó la esperanza dormida a base de gasolinazos (aumentos súbitos en el precio de la gasolina), la desaparición de los 43 estudiantes de Ayotzinapa, la impunidad y los tuits de Trump. La multitud que tantas veces lo siguió en las calles se prepara hoy para su unción definitiva en el mismo lugar en el que comenzó su leyenda.
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