“Pueblito Paisa”: 12 años de lucha contra un Brexit con sabor latino
El pequeño Caribe de Londres se resiste a desaparecer con la especulación inmobiliaria
—"Ya se vino el frío, mijita. ¿Qué vamos a hacer?"
—"Pues qué si no. Calentarnos aquí entre nosotros".
Marta Cecilia Hinestroza conoce a casi todos los sesenta comerciantes de "Pueblito Paisa", el mercado latino del barrio de Tottenham, a 8 kilómetros al norte del Támesis. La abogada colombiana llegó a Londres hace 16 años. Los paramilitares le habían puesto en el punto de mira en su país, después de batallar durante meses contra la petrolera británica BP. Un oleoducto amenazaba con llevarse por delante la subsistencia de muchos agricultores en la región de Antioquia. Hay personas que necesitan de causas perdidas parar tirar adelante y Marta es una de ellas.
La promotora inmobiliaria Grainger se hizo con la propiedad de Ward´s Corner hace 12 años. El ritmo alocado de construcción de la capital británica no se detiene ante ningún freno. Todo barrio es susceptible de ser revitalizado y de disparar hasta el cielo los precios de sus viviendas y locales comerciales. En este caso, el proyecto era un gran edificio con tiendas de moda y franquicias hosteleras. Y casi doscientos apartamentos. El precio a pagar: eliminar el pedazo de Latinoamérica más popular y querido de Londres. "Aquí tenemos comercios peruanos, ecuatorianos, brasileños, portugueses, venezolanos, y por supuesto colombianos", explica Marta, que gestiona la Asociación de Comerciantes de Pueblito Paisa. "Pero también iraníes, turcos, jamaicanos y africanos. Es un polo de atracción de la comunidad latina. Aquí se vende pero también se hace la vida. Los niños corretean por los pasillos, se crían en este mercado. Los sábados, las tiendas y los bares retiran las mesas y esto es una fiesta continua, con música y baile".
Desde primera hora de la mañana circulan las arepas, los aborrajados (plátanos fritos rellenos de queso mozarela), las empanadas de carne, la yuca, el aroma del café y un continuo runrún en español con la mezcla de acentos caribeños que da vida al mercado.
Nelson Martínez no querría esta en otro lugar. Lleva 25 años en Londres. También él llegó de la región colombiana de Antioquia. Comenzó con los negocios de las discotecas. "La policía me acabó cerrando el local, por desacato a la autoridad", explica con guasa mientras filetea un lomo de ternera uruguaya. "¡Cómo le vas a decir a un colombiano que los locales de parranda tienen una hora de cierre!". Hoy regenta, junto a sus dos hijos, la carnicería Martínez. Chicharrones, lengua de vaca, corazón y tripas, jugosos entrecots de ternera argentina, uruguaya y brasileña. La clientela le conoce por su nombre y él les atiende por el suyo. "Ay, Nelson. Con ese chicharrón no tengo ni para empezar. Ese trozo se lo come mi marido solito". El trozo en cuestión debe pesar en torno al kilo y medio. Piel de cerdo con la carne adherida y cuarteada.
"Mi marido me dejó al poco de llegar a Londres", explica Lita. Es peruana. Su padre era japonés. "Al poco descubrí que las pocas propiedades las había puesto a mi nombre". Así arrancó el negocio. Pequeña. Ágil y lista. De ojos vivos. Es la dueña del café Pueblito Paisa. A la entrada del mercado. Su nombre acabó siendo el de este microcosmos caribeño. Paga en comidas, o como puede, a los fontaneros, albañiles y electricistas del barrio que le han ido ampliando el local de su negocio. Mejor no preguntar por licencias y esas otras molestias. El mejor ceviche del norte de Londres, el pescado crudo en salsa que es la estrella de la cocina peruana. Pero también toda la variedad de fritos con carne y harina de maíz de la gastronomía colombiana. "Ya me cansé de esta batalla. En cuanto pueda me huyo para España. Allí sí que se vive bien", dice.
El nuevo equipo de Gobierno del Consejo Municipal de Haringey es laborista. Pero de la nueva hornada. De los de Jeremy Corbyn. Y la supervivencia de Pueblito Paisa se ha convertido en la prueba de fuego del nuevo colectivismo y lucha asociativa que defiende la izquierda británica actual. El propio Corbyn, el contestado líder del principal partido de la oposición, ha visitado ya tres veces el mercado y les ha dado su respaldo. No solo él. El inefable euroescéptico Boris Johnson, cuando era alcalde de Londres, se dio cuenta de que el asunto podía acabar dándole un tiro en el pie y se volcó en apoyar a la comunidad latina. Los tribunales han acabado dando la razón a los comerciantes. En menos de dos años serán recolocados en los bajos de un nuevo edificio, a pocos metros del mercado. Alquiler gratis durante tres meses, precios bajos después, la garantía de recuperar sus puestos cuando el nuevo edificio esté en pie. Y al menos cinco años con la misma renta que pagan hoy. Unos 140 euros semanales por módulos de poco más de nueve metros cuadrados. Que dan para mucho. Peluquerías, manicuras, ropa latina "para las curvas de las mujeres latinas", giros postales (Don Pedro es el dueño de uno de los locales más veteranos del mercado), cafés, minirestaurantes, ferreterías, y un colmado atestado hasta el techo de productos colombianos. "Aquí se pueden comprar los chontaduros envasados, famosos por aumentar el vigor sexual", explica Marta mientras su risa y la de sus compatriotas desbordan el local.
Una cadena humana de 500 vecinos rodeó este verano la acera de este edificio eduardiano del siglo XIX que hoy se cae a pedazos, pero que encierra en su interior toda la vida, alegría y multiculturalidad de ese Londres que se resiste a participar de la xenofobia que ha traído consigo la fiebre del Brexit.
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