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En las cocinas de Las Vegas se prepara la respuesta de los latinos a Trump

Cualquier posibilidad de los demócratas de ganar el Senado pasa por el escaño de Nevada, que dependerá de su capacidad de movilizar a la población de origen inmigrante

Trabajadores del sindicato de hostelería de Las Vegas, durante un acto electoral en su sede, el pasado 17 de octubre. En vídeo, el expresidente Obama en un mitin demócrata reciente en Las Vegas.Vídeo: JOHN LOCHER (AP) / REUTERS-QUALITY
Pablo Ximénez de Sandoval

La mayor operación política de Las Vegas se desarrolla cada mañana en el segundo piso del sindicato de hostelería de la ciudad. Cientos de afiliados se organizan en grupos para salir a tocar puertas y convencer a la gente de que vote por los candidatos que apoya el Culinary Workers Union 226, el sindicato que posee toda la fuerza de trabajo que sostiene los hoteles y restaurantes de Las Vegas. Aquí, se habla español y se apoya a los demócratas. Son dos cosas que no tienen por qué estar ligadas, pero la presidencia de Donald Trump ha empujado a los latinos hacia los demócratas más que nunca. El reto en estas elecciones es ver si, además, por fin los ha animado a votar.

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Sara García, nicaragüense de 51 años, y Jesús Rivera, sinaloense de 54, son dos empleadas de limpieza de los hoteles que el pasado jueves tenían el día libre, pagado por el sindicato, para salir a pedir el voto para los candidatos demócratas. “Hay más gente que nunca trabajando en la campaña y más fuerza en la calle”, decía García. Para hacerse una idea de las cifras, hasta ese momento los trabajadores del sindicato habían tocado ya más de 155.000 puertas. En las últimas semanas, tocan más de 6.000 al día. Esa mayor movilización “es por todas las cosas que Trump ha hecho”, dice García.

La población hispana, según el censo, es el 28% de Nevada y el 32% en Las Vegas. En el condado que rodea la ciudad se concentran dos tercios de la población del Estado. Nevada, un Estado tradicionalmente repartido entre los dos partidos, ha votado demócrata en tres presidenciales seguidas, una tendencia que se atribuye al lento incremento de la participación de este grupo. Ahí se juega una de las elecciones clave de este 6 de noviembre. El escaño en el Senado que ocupa Dean Heller, el único republicano que se presenta en un Estado que ganó Clinton. Su oponente es la congresista Jackie Rosen. Su victoria depende de la movilización latina.

El llamado voto latino sigue siendo un concepto difícil de amarrar para los partidos norteamericanos. El número de personas de herencia hispana que pueden votar en estas elecciones ha llegado a los 29 millones de personas, una cifra récord, según datos de Pew Research Center. El crecimiento constante de este grupo demográfico (la primera minoría del país) no se ha traducido en una movilización capaz de explicar elecciones por sí misma, más allá de algunas batallas locales. En las últimas legislativas, en 2014, la participación de este grupo fue del 27%, frente al 46% de participación entre blancos no hispanos.

Jesús Rivera (a la izquierda) y Sara García, en la sede del sindicato de hostelería de Las Vegas con la publicidad que reparten por las casas.
Jesús Rivera (a la izquierda) y Sara García, en la sede del sindicato de hostelería de Las Vegas con la publicidad que reparten por las casas.P. X. S.

Los partidos nunca han terminado de encontrar la forma de dirigirse al grueso de los latinos en una campaña. Existe la confusión de que lo que más les preocupa son las políticas de inmigración, como explica Cecia Alvarado, directora de la organización apartidista Mi Familia Vota en Nevada. “Una vez le tuve que decir a un candidato, a ver, ¿tú quieres votantes o inmigrantes? Porque los inmigrantes no votan, por definición”. Alvarado confirma que la movilización está siendo muy importante. “Estamos viendo un ambiente de presidenciales”, afirma. “La gente está registrando a sus vecinos, a sus familiares. Algunos latinos tienen el remordimiento de no haber votado en las presidenciales”.

Las principales preocupaciones de los votantes latinos, explica Alvarado, son las mismas que las de cualquiera: sanidad, educación y trabajo. Sin embargo, esto ha cambiado con Donald Trump. La inaudita agresividad contra los sin papeles, los inmigrantes e incluso la cultura hispana en general parece haber calado en ese electorado, que por definición no tiene problemas de papeles ni teme la deportación. El mismo estudio de Pew revela un creciente interés por el proceso electoral (un 52% dice que “ha pensado mucho” sobre el asunto). El 63% dice que votaría demócrata. Quizá más importante, casi el 70% opina que el actual Gobierno es dañino para los hispanos en general. Ahí puede estar la clave de un aumento de participación que, esta vez sí, sea significativo a favor de los demócratas.

Jenny Cortés, por ejemplo, es ciudadana desde 2013 y votó el pasado jueves por primera vez después de saltarse dos elecciones. Lo hizo en un supermercado de la cadena Cárdenas que es el centro de la campaña hacia los latinos en el este de Las Vegas. “Mucha gente no vota por apatía, porque piensan que su voto no cuenta”, decía. “Es muy importante votar porque si no, no tenemos derecho a quejarnos”, decía. Votaba “para que no sigan separando familias”, confirmando que la agresividad de Trump está siendo uno de los principales factores de movilización de un voto que estaba dormido hasta ahora. Su madre y su marido no tienen papeles.

Cecia Alvarado, directora de Mi Familia Vota en Nevada, en una fiesta para registrar votantes junto a un supermercado en Las Vegas.
Cecia Alvarado, directora de Mi Familia Vota en Nevada, en una fiesta para registrar votantes junto a un supermercado en Las Vegas.P. X. S.

“Lo que más le ha impactado a la gente ha sido la separación de familias en la frontera”, confirma la sindicalista Sara García. “Todos conocemos a alguien que no tiene nada y acaba de llegar”, dice mientras pasea por el este de Las Vegas haciendo trabajo de campo. Pocos minutos después, en la casa donde le abren para hablar de las elecciones, aparece exactamente la situación de la que habla. Una casa donde un matrimonio es indocumentado y otros dos miembros de la familia son ciudadanos y pueden votar. En la familia se han conjurado para que los que pueden, voten demócrata para defender a los que no pueden.

Los dos partidos hablan de la elección del escaño de Nevada con severo dramatismo y han movilizado a sus pesos pesados para la campaña. Donald Trump en persona se desplazó a Las Vegas para apoyar a Dean Heller, que durante meses hizo ejercicios malabares para no parecer demasiado cercano al presidente, hasta que ha necesitado su apoyo. La estrategia de Heller parece reducirse ahora a movilizar hasta el último trumpista. La semana pasada, el republicano Linsey Graham fue a Las Vegas a decirles a los que votan a su partido que esta era la elección más importante del país. Su argumento, sin embargo, era castigar a los demócratas por la humillación del juez Brett Kavanaugh durante la confirmación para el Supremo.

En el otro lado, todas las estrellas demócratas se han dejado ver en Las Vegas. Y ellos sí hacen un tema de la inmigración. Bernie Sanders se presentó ante la audiencia de Nevada como hijo de inmigrantes. Cuando el expresidente Barack Obama visitó Las Vegas, el pasado 22 de octubre, subió al escenario con él la actriz América Ferrera. Además, hubo una actuación del artista colombiano J Balvin, el número uno del reguetón. “¿A quién no le gusta J Balvin y el reguetón?”, dijo Obama. En Las Vegas, la seducción del voto latino no se reduce a una anécdota en español en un discurso, ni una foto simpática con mariachis. Es el corazón mismo de la campaña.

Sobre la firma

Pablo Ximénez de Sandoval
Es editorialista de la sección de Opinión. Trabaja en EL PAÍS desde el año 2000 y ha desarrollado su carrera en Nacional e Internacional. En 2014, inauguró la corresponsalía en Los Ángeles, California, que ocupó hasta diciembre de 2020. Es de Madrid y es licenciado en Ciencias Políticas por la Universidad Complutense.

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