Preguntas y respuestas clave sobre las elecciones legislativas de Estados Unidos
¿Por qué son importantes los comicios? ¿Qué se juega Trump? ¿Y los demócratas?
Estas son las claves de las elecciones legislativas del 6 de noviembre en Estados Unidos:
¿Qué se vota?
Como cada cuatro años, EE UU celebra elecciones de medio mandato. Se renuevan 36 gobernaturas de los 50 Estados y, como ocurre cada dos años, la totalidad de la Cámara de Representantes y un tercio del Senado. El Congreso —compuesto por la Cámara y el Senado— está ahora mismo bajo control del Partido Republicano, la formación de Donald Trump. Los conservadores también controlan la mayoría de Gobiernos regionales.
¿Por qué son importantes estas elecciones?
Las elecciones son consideradas un referéndum a la gestión de Trump a los dos años de su victoria electoral. Históricamente, el partido que gobierna en la Casa Blanca suele sufrir en las elecciones de medio mandato de un presidente. Por ejemplo, en 2010 los demócratas de Barack Obama perdieron el control de la Cámara de Representantes y en 2014, también cedieron el Senado a los republicanos.
Trump se ha volcado en la campaña electoral y aspira a atraer, con su discurso nacionalista y populista, a la misma masa heterogénea de votantes que en 2016, cuando se hizo con la victoria pese a recibir tres millones menos de votos que su rival, la demócrata Hillary Clinton. El presidente sabe que no solo se juega el crédito político entre los suyos sino también buena parte de su acción futura en la Casa Blanca ante su reelección en 2020. Si los demócratas se hacen con el control de la Cámara de Representantes, como así apuntan las encuestas, tendrían la capacidad de bloquear la agenda legislativa de Trump dado que todas las leyes deben de ser aprobadas por los dos hemiciclos del Congreso.
Además, es la Cámara la que puede impulsar un proceso de destitución (impeachment) del presidente en caso de que se hallen delitos graves en la investigación del fiscal especial Robert Mueller a la injerencia rusa en los comicios de 2016. Sin embargo, tras pasar el filtro de la Cámara, el impeachment debe ser aprobado por dos tercios del Senado, lo cual parece muy difícil de lograr para los demócratas si los republicanos se mantienen fieles a Trump.
¿Qué deben hacer los demócratas para hacerse con el control de uno o los dos hemiciclos del Congreso?
En el Senado hay 100 escaños, dos por cada Estado y el mandato de cada senador es de seis años. Actualmente, los republicanos controlan 51 asientos y los demócratas 49 (incluidos dos independientes que votan con el partido). De los 100 escaños totales, en las elecciones se renuevan 35, de los cuales solo nueve están en manos de republicanos. Es decir, los demócratas tienen que renovar el doble de plazas que sus rivales. Para hacerse con la mayoría del Senado, los progresistas no solo tienen que mantener sus 26 escaños a reelección, sino robarles otros dos a los republicanos. No es una tarea fácil. El consenso de las encuestas es que los conservadores mantendrán su mayoría en el Senado.
La Cámara de Representantes, cuyos legisladores se renuevan cada dos años, está compuesta de 435 escaños, aunque aproximadamente solo unos cincuenta se considera que corresponden a distritos que pueden oscilar de un partido a otro. Los republicanos controlan 241 asientos y los demócratas, 194. Para hacerse con la mayoría de la Cámara, los demócratas necesitan mantener sus escaños actuales y arrebatar 24 a los republicanos. La mayoría de los distritos en juego están ahora en manos republicanas. La estrategia demócrata es ganar el 6 de noviembre en los 23 distritos ahora en manos republicanas en la Cámara pero en los que venció Clinton en 2016 y sumar otro asiento en algún Estado reñido.
¿Qué dicen las encuestas?
Según la media de sondeos del portal Real Clear Politics, con datos del 6 de noviembre al mediodía, en el ecuador de la jornada electoral, los republicanos mantendrían su mayoría en el Senado y ganarían dos escaños (hasta 53), mientras los demócratas caerían hasta 47 asientos. Sin embargo, en la Cámara de Representantes, los demócratas ganarían 27 nuevos asientos, tres más de los que necesitan para hacerse con la mayoría del hemiciclo. En cuanto a las elecciones a gobernador, ocho Estados cambiarían de color político, siete de ellos pasarían a manos demócratas.
¿Qué Estados son clave?
Nevada y Arizona, por la fuerza del voto latino, se perciben como los Estados que están ahora en manos de un senador republicano pero corren el riesgo de ser desbancados por uno demócrata. Tennessee y Texas también podrían dar el vuelco, pero se consideran opciones menos probables.
Al mismo tiempo, los demócratas corren serio riesgo de perder algunas de sus plazas de senador en Estados en los que Trump se impuso en las elecciones presidenciales de 2016. Misuri, Indiana, Virginia Occidental, Montana, Wisconsin y Florida son algunos de los Estados más frágiles para los demócratas del Senado.
En cuanto a la Cámara, la pelea está más distribuida territorialmente. Los demócratas han puesto el foco en distritos republicanos, sobre todo en California y Florida. Pero los republicanos también aspiran a hacerse con dominios demócratas en Florida, Misuri y Dakota del Norte.
¿Qué hace inusuales estas elecciones?
Para empezar, su importancia es palpable económicamente. Por primera vez, se espera que el gasto en unos comicios legislativos llegue a los 5.000 millones de dólares, según la previsión del Center for Responsive Politics, una organización independiente. Al margen de los resultados finales, los comicios estarán marcados por la mayor presencia femenina (como electoras y candidatas) y la creciente diversidad en los aspirantes.
Serán las elecciones de muchos primeros: por ejemplo podría elegirse a la primera musulmana en el Congreso, a la primera gobernadora transgénero de Vermont, a la primera gobernadora negra de Georgia, a la mujer más joven del Congreso… Todas ellas son candidatas del Partido Demócrata que ha logrado a atraer a una masa heterogénea de outsiders políticos como contrapeso a la política de Trump.
¿Qué temas están dominando la campaña?
Uno de los asuntos centrales ha sido precisamente el auge de candidatos fuera del establishment demócrata, entre ellos varios que se declaran socialistas y con propuestas contundentes, como la eliminación de la agencia de deportaciones de EE UU, a los que la derecha ha tratado de demonizar y vestir como un peligro para la estabilidad del país.
Trump y los republicanos han atizado el discurso de dureza contra la inmigración y han ensalzado la buena marcha de la economía aunque la rebaja fiscal no ha sido un asunto central por temor a ser etiquetada como favorable a los más ricos. A diferencia de 2016, los demócratas no han convertido la campaña en un plebiscito sobre la capacidad moral de Trump, por miedo a ofender a sus votantes, sino que la han tratado de centrar en políticas concretas para el ciudadano, por ejemplo en sanidad y economía. La campaña también se ha visto alterada por un asunto que no se sabe a quién beneficiará más: la acusación de acoso sexual a Brett Kavanaugh, que fue aprobado como juez del Tribunal Supremo el 6 de octubre gracias a los votos de la mayoría republicana del Senado.
¿Qué lecturas se harán de los resultados?
Trump ha multiplicado sus mítines en apoyo de republicanos en puestos frágiles, pero el presidente ha alegado que, si los republicanos pierden su mayoría en la Cámara de Representantes, no se le podrá echar la culpa a él. No hay duda, sin embargo, de que el resultado tendrá una clara lectura presidencial dado que los comicios son un plebiscito a los casi dos años de mandato de Trump y que él mismo se atribuiría el resultado si los republicanos logran mantener el control de ambos hemiciclos del Congreso.
Se dice que la campaña a las elecciones presidenciales empieza al día siguiente de las legislativas. Y así será: Trump tiene la vista puesta en su reelección en 2020 desde su primer día en la Casa Blanca y varios demócratas ya han iniciado movimientos que indican que optarán a ser el candidato del partido en las presidenciales.
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