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Cisma en la Iglesia ortodoxa con una fuerte carga política

La Iglesia rusa rompe con Constantinopla después de que esta otorgara a los fieles de Ucrania la independencia del patriarcado de Moscú

El presidente de Ucrania, Petró Poroshenko, saluda al arzobispo Daniel de Pamphilon, de Estados Unidos, este martes en Kiev. En vídeo, declaraciones del portavoz de la Iglesia Ortodoxa de Rusia.Vídeo: MYKHAILO MARKIV (AP) / REUTERS-QUALITY

La ruptura por parte de la Iglesia ortodoxa rusa de las relaciones con la Iglesia ecuménica de Constantinopla (que ejerce como primus inter pares entre las comunidades ortodoxas del mundo) ha desorientado a los cristianos fieles al patriarcado de Moscú y elevado la tensión en el conflicto en torno al papel de la jerarquía rusa en la comunidad ortodoxa de Ucrania.

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El enfrentamiento se desarrolla sobre el telón de fondo del progresivo distanciamiento entre los dos países eslavos, que se consideraban hermanos hasta hace pocos años. Las relaciones —económicas, políticas, culturales y también religiosas— entre Kiev y Moscú se enfriaron a partir de 2014, a raíz de la anexión de Crimea y, sobre todo de la intervención del Kremlin en apoyo de los secesionistas del Este de Ucrania.

Las autoridades ucranianas —con el presidente Petró Poroshenko a la cabeza— quieren una Iglesia ortodoxa no dependiente de Rusia y, para ello, solicitaron al patriarca Bartolomé de Constantinopla la anulación de los vínculos que, desde 1686, subordinan los ortodoxos de Ucrania al patriarca de Moscú.

El conflicto tiene raíces profundas y afecta a la percepción de identidad de rusos y ucranianos. La Iglesia ortodoxa rusa (IOR) se percibe a sí misma como uno de los pilares del Estado ruso. Fuera de sus fronteras está Kiev, que es su punto de referencia y de origen, ya que fue precisamente en la Rus de Kiev —federación de tribus eslavas orientales— donde en el año 988 se convirtió al cristianismo el príncipe Vladímir, la figura eslava medieval que hoy es invocada tanto por Rusia como por Ucrania.

¿Podrán ir los ortodoxos rusos al monte Athos en Grecia? ¿Podrán seguir visitando los monasterios de aquel centro espiritual ortodoxo? ¿Podrán rezar en ellos? Estas eran algunas de las preguntas más debatidas en los medios de comunicación en Moscú este martes, un día después de que el sínodo de la IOR, reunido en Minsk (los ortodoxos de Bielorrusia se someten a Moscú), decidiera romper las relaciones con sus hermanos de Constantinopla dirigidos por el patriarca Bartolomé. La razón de esta ruptura es la decisión de la Iglesia ecuménica de Constantinopla de dar la independencia a los ortodoxos ucranianos, en respuesta a la petición de sus dirigentes políticos.

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En el comunicado del sínodo de la IOR se afirma que los sacerdotes y fieles de esta comunidad no podrán relacionarse ni rezar con los de la Iglesia ortodoxa de Constantinopla, de la que dependen precisamente los monasterios del monte Athos. No obstante, el alcance y la forma que adoptarán estas restricciones no están claras aún, a juzgar por la diversidad de opiniones entre los representantes eclesiásticos.

En Ucrania hay tres comunidades ortodoxas, siendo la más numerosa la Iglesia ucrania, dependiente del patriarcado de Moscú, que cuenta con 12.000 parroquias y está encabezada por el metropolita ─cargo eclesiástico─ Onufri. Por el número de parroquias (6.000), la sigue la Iglesia ortodoxa de Ucrania, del patriarcado de Kiev, dirigida por el patriarca Filaret. En tercer lugar, con 1.000 parroquias, se sitúa una Iglesia ortodoxa independiente creada en los años veinte.

La Iglesia ecuménica de Constantinopla anuló el 11 de octubre la subordinación de los ortodoxos de Ucrania a Moscú y con ello puso en marcha el proceso de independencia. Ahora el espacio ocupado por las tres comunidades ortodoxas se transformará, pero el resultado de esta transformación admite diversas variantes (fusiones, escisiones y creación de nuevas entidades). A diferencia de Rusia, las parroquias tienen personalidad jurídica en Ucrania y cada parroquia deberá decidir donde quiere situarse.

El portavoz del presidente Vladímir Putin, Dmitri Peskov, ha dicho que el Kremlin está preocupado por la evolución de los acontecimientos en torno al conflicto de las iglesias. Políticos rusos y representantes de la IOR advierten sobre la posibilidad de que se den ocupaciones de templos en Ucrania y de que se produzca violencia. Estos sectores se muestran especialmente inquietos por el futuro del monasterio de la Lavra de Kiev, el más importante y antiguo del país, que es controlado por la IOR y donde están las reliquias de los santos de la Rus de Kiev. En sectores ortodoxos moderados tanto en Rusia como en Ucrania hay temor a que se puedan producirse provocaciones de resultados inciertos.

La IOR considera cismáticos a los dirigentes de las otras dos iglesias ortodoxas (que no se sometían a ellos) y declararon un anatema al patriarca Filaret, quien —apoyado por sectores nacionalistas ucranios— se enfrentó a principios de los noventa a la Iglesia ortodoxa rusa. Filaret, que pertenecía a la jerarquía de los ortodoxos rusos, fue elegido patriarca de Kiev en 1995.

¿Adiós al monte Athos?

El monte Athos es un centro espiritual de la iglesia ortodoxa griega en una península a orillas del mar Egeo. En este lugar, vetado a las mujeres, hay veinte monasterios ortodoxos (17 griegos, un serbio, un búlgaro y un ruso), sometidos hasta ahora a la jurisdicción canónica de la iglesia ortodoxa de Constantinopla. Muchos peregrinos rusos acuden al también llamado monte Sagrado, entre ellos el presidente de Rusia, Vladímir Putin, en 2005 y 2016. La ruptura de relaciones del patriarcado de Moscú con el de Constantinopla dificultará ahora estas visitas y crea confusión sobre cómo circularán las reliquias que antes eran trasladadas desde allí a Rusia. Antes del anuncio, dos dirigentes de Rusia Unida, el partido gubernamental ruso, se marcharon a rezar al monte Athos. Ayer, sus colegas parlamentarios no podían localizarlos debido a las dificultades para comunicarse por teléfono con aquel lugar de oración y meditación.

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Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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