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Tierra de locos
Columna
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El rápido regreso del temido populismo

Brasil, el país guía en el continente, se dirime entre dos opciones dramáticas, que podrían ser calificadas como populistas de izquierda o de ultra derecha

Ernesto Tenembaum

Hay un país del mundo donde se realizarán elecciones presidenciales el próximo 7 de octubre. El líder más popular de ese país no puede presentarse porque está detenido, acusado de haber recibido sobornos. El segundo líder más popular no puede hacer campaña porque fue acuchillado y aún tiene sus intestinos a la miseria. Este último además es lo más parecido a un fascista que alguna vez tuvo posibilidades de ser presidente electo en todo el continente americano. En los últimos tres años, el PBI de ese país cayó un 10%. La anterior presidenta fue derrocada por una conspiración en la que participó activamente su vicepresidente. Los principales empresarios están presos por hechos de corrupción. La tasa de asesinatos por habitante es de las más altas del mundo. Amplias áreas del territorio están controladas por narcos o por milicias parapoliciales. Estos datos sugieren que se trata de una nación con serios riesgos de desintegrarse.

Sin embargo, hace muy poco tiempo, la imagen de ese país era exactamente la contraria. Tanto fue así que la influyente revista inglesa The Economist publicó en su tapa una imagen de uno de los símbolos de ese país —el Cristo Redentor— transformado en un cohete a punto de despegar. El país se llama Brasil. Es el gigante de latinoamérica y una de las 10 economías más grandes del mundo. En el momento de aquella portada, Brasil formaba parte de un grupo de países llamados BRICS, que empezaban a desafiar la hegemonía de las potencias tradicionales. BRIC, justamente, es la unión, en ese orden, de las iniciales de Brasil, Rusia, India y China. Altri tempi.

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La parábola que une a aquellos momentos de euforia con esta tragedia social quizá sirva para entender lo que ocurrió en América Latina en los últimos 20 años. Los principales países del continente sufrieron una traumática crisis sobre el final del milenio pasado. Renacieron de sus cenizas en la década siguiente gracias a un boom en los precios de las materias primas que le vendían al mundo. Y se hundieron nuevamente en el desconcierto cuando estos últimos valores cayeron. El proceso fue tan dramático como una montaña rusa.

Cada período tuvo una expresión política muy identificable. En los años noventa, gobernaban la mayoría de los países presidentes de centro derecha que gozaban del aplauso de los mercados, se alineaban con los Estados Unidos y propiciaban política de apertura comercial. En los 2000, paulatinamente, fueron asumiendo en cada país líderes con retórica de izquierda y latinoamericanista: el sindicalista Luiz Inácio Lula da Silva en Brasil, el militar antinorteamericano Hugo Chávez en Venezuela, el peronista de izquierda Néstor Kirchner en Argentina, el líder indigenista Evo Morales en Bolivia, fueron algunos de estos fenómenos.

Durante los años de vacas gordas, esos líderes gozaron de altísimo consenso popular porque el nivel de vida de sus sociedades mejoró mucho. Cuando el milagro se agotó, comenzaron las crisis: el régimen venezolano se transformó en una dictadura militar tradicional que llevó al país a una crisis social, el PT brasileño implosionó por la recesión económica y los escándalos de corrupción, el kirchnerismo argentino fue reemplazado por Mauricio Macri, quizá el líder que mejor expresó que los tiempos cambiaban de nuevo. Por unos años, pareció que América Latina volvía a aplicar políticas parecidas a las de los noventa. La culpa de todo, decía el sentido común, la había tenido el “populismo”.

Las cosas no eran tan sencillas. Las políticas implementadas en los países más poderosos de la región —Argentina, Brasil, Venezuela— han vuelto a fracasar, cada una por sus razones. Así las cosas, en la Argentina, Cristina Kirchner es una opción muy competitiva para las presidenciales del año próximo. En Venezuela, la dictadura sobrevive. Y Brasil, el país guía en el continente, se dirime entre dos opciones dramáticas, que podrían ser calificadas como populistas de izquierda o de ultra derecha. Una es Jair Bolsonaro, un exmilitar misógino, racista y homofóbico. La otra es Fernando Haddad, el intelectual que fue designado candidato desde prisión por Lula da Silva, el verdadero líder del país.

Gane quien gane, los desafíos de Latinoamérica serán muy complejos en los años que vienen. Es lo que ocurre cuando las vacas se vuelven flacas.

En los tiempos de bonanza, nadie imaginó que la caída sería tan rápida y dolorosa.

@Ertenembaum

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