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Las luchas entre milicias en Trípoli causan decenas de muertos en una semana

El Gobierno de Unidad, apoyado por la ONU y sin Ejército propio, intenta conciliar a los contendientes

Francisco Peregil
Campamento de desplazados sobre el que cayó un mortero durante los enfrentamientos.
Campamento de desplazados sobre el que cayó un mortero durante los enfrentamientos.REUTERS

El enfrentamiento iniciado hace una semana entre las milicias de Trípoli y otras pertenecientes a la ciudad de Tarjuna (80 kilómetros al sureste de la capital) ha causado en la primera ciudad 47 muertos y 129 heridos, muchos de ellos civiles, según el ministerio de Salud de Libia. El Gobierno de Unidad, apoyado por la ONU y sin fuerza militar propia, declaró el domingo el estado de emergencia y ha intentado conciliar a las partes enfrentadas. La misión de las Naciones Unidas en el país intenta fraguar una reunión para este martes entre las partes enfrentadas. El pasado viernes, la ONU impulsó un alto el fuego que apenas duró unas horas.

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El aeropuerto de Trípoli se vio obligado el pasado viernes por la tarde a suspender todos los vuelos durante al menos 48 horas. Unos 400 reclusos de la prisión de Ain Zara, en el sur de la ciudad, se aprovecharon el domingo del caos que vive la ciudad para escapar.

Sobre las posibles razones de los enfrentamientos, un periodista libio indicó por teléfono: “En los últimos dos años las milicias de Trípoli tenían el Gobierno en el bolsillo, disponían de todos los recursos económicos que hay en la capital. Ahora, unas milicias de Tarjuna han decidido reclamar su parte de la tarta”.

Una vecina de Trípoli contactada por teléfono indicó a este diario: “Casi todo en el centro de la ciudad está parado, la gente no va a los trabajos. Las calles están casi desiertas. Nadie tiene claro qué es lo que pasa, quién promueve esto ni con qué motivos. Ha habido decenas de muertos y la gente tiene miedo. Llevamos varias noches oyendo golpes de morteros, de armamento pesado. Aunque esta última madrugada del lunes no hemos oído nada”.

Respecto a la situación cotidiana en la capital, la citada vecina indica que sigue con los mismos inconvenientes de siempre: “Hay cortes de luz de entre seis y ocho horas diarios. Siempre hay colas en los bancos para sacar dinero y sigue habiendo limitaciones para sacar tu propio dinero. En el mercado negro, el dólar y el euro están muy caros. Respecto a los alimentos, uno encuentra de todo, pero la comida está muy cara”.

Libia atraviesa ya su séptimo año sin el general Muamar el Gadafi, quien fue linchado y asesinado el 20 de octubre de 2011 por milicianos de Misrata tras resultar herido en un ataque aéreo de la OTAN cuando intentaba burlar un asedio en su ciudad natal de Sirte. La comunidad internacional se esforzó por impulsar en diciembre de 2015 un Gobierno de Unidad, asentado en Trípoli. Pero, en realidad, el país ha vivido escindido desde la muerte de Gadafi.

En Trípoli distintas milicias imponen su orden en un frágil equilibrio. En Misrata, la segunda ciudad más poblada del país, otras milicias, supuestamente leales a ese Gobierno de Unidad, mantienen el orden. Y el este del país lo controla el mariscal Jalifa Hafter, quien está considerado por muchas milicias de Trípoli y Misrata como un criminal de guerra mientras en las ciudades del este se le considera un salvador. Hafter tiene como objetivo liberar a Libia de los islamistas y está respaldado por Egipto y Emiratos Árabes Unidos.

En medio de todas esas milicias y reinos de taifas hay un gran botín petrolero. Hafter ha emprendido en los últimos meses varias acciones militares con el fin de controlar las exportaciones de crudo. Pero la comunidad internacional solo reconoce como autoridad legítima al Gobierno de Unidad, que es quien ha gestionado hasta ahora la principal fuente de riqueza del país. En los últimos años también ha crecido otra industria, sobre todo en el este de Libia: la del tráfico de migrantes.

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Sobre la firma

Francisco Peregil
Redactor de la sección Internacional. Comenzó en El País en 1989 y ha desempeñado coberturas en países como Venezuela, Haití, Libia, Irak y Afganistán. Ha sido corresponsal en Buenos Aires para Sudamérica y corresponsal para el Magreb. Es autor de las novelas 'Era tan bella', –mención especial del jurado del Premio Nadal en 2000– y 'Manuela'.

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