_
_
_
_

Fukushima retira la estatua de un niño gigante con traje antirradiación que incomoda a sus habitantes

Tras la presión ciudadana, el Ayuntamiento tomó la decisión por los sentimientos negativos que provoca entre la población. La escultura fue inaugurada a principios de agosto en la estación central de la ciudad

Una mujer toma una fotografía de la escultura gigante del niño con traje antirradiación, 'Sun Child', en Fukushima (Japón).
Una mujer toma una fotografía de la escultura gigante del niño con traje antirradiación, 'Sun Child', en Fukushima (Japón).REUTERS

La escultura de un niño en traje antirradiación, ideada como premonición del futuro que le esperaba a Fukushima, será retirada de esta ciudad japonesa porque sus habitantes consideran que no corresponde con la realidad que se vive siete años después del accidente nuclear de 2011.

El autor de la obra, Kenji Yanobe, ha pedido disculpas en Twitter y ha anunciado que retirará la escultura de la entrada del centro comercial vecino a la estación central de Fukushima donde había sido inaugurada el pasado 3 de agosto.

Titulada Sun Child (El niño sol), la obra representa un niño diseñado con estética de manga, con ojos enormes y algunas magulladuras en la cara. Su traje protector es del mismo color amarillo del símbolo de la radiación nuclear y tiene un sensor digital en su pecho marca cero radiactividad.

Las creaciones más memorables del arte popular japonés del siglo veinte, como Godzilla, Astro Boy, Akira o Nausica, hablan de seres mutados por la radiactividad

Yanobe, conocido escultor local cuya temática cuestiona la vida después de una guerra atómica, empezó a realizar versiones de la obra poco después del accidente nuclear que provocó un escape tras un terremoto de magnitud 9 y un devastador tsunami que originó una fusión del núcleo en varios reactores de la central Fukushima Daiichi, situada en la costa de la provincia del mismo nombre.

La fuga radiactiva provocada por el desastre convirtió la denominación de origen "Fukushima" en una maldición para todos los productos cultivados en la zona y muchas familias con niños se marcharon para no tener que vivir junto a una central accidentada cuya limpieza y desmantelamiento durará varias décadas.

Fukushima capital, situada a unos 65 kilómetros de la costa, nunca llegó a sufrir el éxodo que deshabitó el litoral donde se crearon anillos de exclusión alrededor de la planta siniestrada.

Más información
Mamá Julia', la supercentenaria boliviana que inauguró el siglo XX
El asesinato de una joven pone en entredicho al rival de Uber en China
El turismo chino pone el ‘fish and chips’ en el mapa de las grandes atracciones turísticas del norte de Inglaterra

La escultura, de 6,2 metros de altura, revivió al parecer el temor a ser vistos como zona inhabitable y muchos niños se asustaron por el tamaño o no entendieron la propuesta crítica del artista, según un artículo del periodista Tomohiro Hayashi en la web Gendai Media de la editorial Kodansha.

Hayashi desglosó los sentimientos negativos que inspira la obra y concluyó que el lugar más apropiado para alojarla era un museo y no un espacio público de uso diario como la entrada de un comercio. Muchos residentes compartieron sus opiniones y tras una encuesta del ayuntamiento el 70% acordó retirarla.

Por haber sido el único país en la historia en haber sufrido dos ataques nucleares —por parte de Estados Unidos al final de la Segunda Guerra Mundial—, miles de supervivientes japoneses sufrieron las secuelas de la radiactividad y fueron segregados por miedo a procrear seres mutantes.

Un temor similar se produjo tras la tragedia de 2011 y muchos de los que abandonaron Fukushima quisieron borrar su pasado para evitar en sus hijos un estigma similar al sufrido por los irradiados de Hiroshima y Nagasaki.

Para neutralizar la imagen destructora de las dos bombas, Estados Unidos ideó el programa "Átomos para la paz" con el que promovió el uso comercial de la energía atómica y dotó a Japón con más de medio centenar de centrales nucleares, algunas en zonas de alto riesgo sísmico.

Las creaciones más memorables del arte popular japonés del siglo veinte, como Godzilla, Astro Boy, Akira o Nausica, hablan de seres mutados por la radiactividad o distopías originadas en una hecatombe atómica. Pero al contrario de Sun Child, que como obra de arte está abierta a múltiples interpretaciones, aquellas se sostienen en una narrativa que saca lecciones de la destrucción causada por la fuente de energía más peligrosa fabricada por el hombre.

Síguenos en Twitter y en Flipboard

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_