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Reino Unido
Columna
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El suicidio inglés

Dos años después del Brexit, Londres no tiene ni propuesta digna para la salida ni negociadores para plantearla

El ministro para el Brexit, David Davis, en mayo en Londres. En vídeo, sus declaraciones tras su dimisión.Vídeo: HANNAH MCKAY (REUTERS) / REUTERS-QUALITY
Carlos Yárnoz

Tres días después de que Theresa May anunciara el respaldo de su Gobierno a una abstrusa fórmula para el Brexit, las dimisiones del negociador David Davis y del ministro Boris Johnson demuestran que, como todo el mundo sabía, el supuesto consenso era un espejismo y que Reino Unido galopa hacia un suicidio en diferido. Dos años después del referéndum ganado con mentiras por los euroescépticos, Londres no tiene ni propuesta digna para la salida ni negociadores para plantearla. Por no tener, tampoco tiene tiempo para validarla a solo nueve meses de la fecha oficial de salida. Ahora se dispone a no tener ni siquiera Gobierno.

Davis y Johnson han sido al menos consecuentes al encabezar la rebelión contra la primera ministra, cuya continuidad se presenta inviable. Era imposible que el negociador, reconocido eurófobo y famoso por su escasa tenacidad, defendiera ante Bruselas un Brexit no solo blando, sino imposible de llevar a la práctica.

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No existe ese jeroglífico que May endosó el viernes a sus ministros, según el cual Reino Unido seguirá aplicando las reglas del mercado único para los bienes, pero no para los servicios ni para el libre movimiento de personas. Eso sí, sin frontera entre las dos Irlandas.

No, eso no existe, pero, además, ¿no consistía el Brexit en recuperar la soberanía total frente a la UE? Hace dos años que Londres se hace trampas al solitario mientras deja víctimas en el camino. Por eso, tiene razón “el recluta” Davis, como se define en la carta de dimisión, cuando dice que la propuesta de May mantiene una gran parte de la economía británica bajo las reglas de la UE, que el control de Westminster será “ilusorio” y que, además, sitúa a Londres en una posición negociadora muy débil.

La deserción de Davis hacía impensable la permanencia en el Gobierno del antidiplomático ministro de Exteriores, Boris Johnson, que ha dado todo un ejemplo de deslealtad e hipocresía mientras llevaba a la otrora prestigiosa diplomacia británica a los niveles más bajos de las últimas décadas.

Van ya siete dimisiones en el Gobierno en los últimos ocho meses, sin contar los que siguen boicoteando el proceso desde dentro. La batalla final, sin embargo, será la que arroje mayor número de víctimas y de mayor calibre. Octubre es el límite para que Londres y Bruselas cierren un acuerdo, de modo que el Parlamento británico y el europeo tengan tiempo para ratificarlo antes del 29 de marzo, el día D de la salida de la UE.

Las deshonrosas fugas de Davis y Johnson disparan las apuestas a favor de un Brexit sin acuerdo. De una catástrofe para los británicos, las verdaderas víctimas de tanta irresponsabilidad. Mientras, los culpables se van de rositas. ¿Dónde están los ultraderechistas y xenófobos que encabezaron el sí al Brexit y llevaron a sus conciudadanos al precipicio? Dos más, el recluta Davis y el farsante Johnson, acaban de saltar del barco.

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Sobre la firma

Carlos Yárnoz
Llegó a EL PAÍS en 1983 y ha sido jefe de Política, subdirector, corresponsal en Bruselas y París y Defensor del lector entre 2019 y 2023. El periodismo y Europa son sus prioridades. Como es periodista, siempre ha defendido a los lectores.

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