El único obstáculo que separa a los niños de la cueva tailandesa de su salvación
Un pasadizo en forma de U, en cuyo fondo se acumula agua, barro y los escombros arrastrados por la corriente, es el principal escollo en la evacuación
La evacuación de los 12 niños tailandeses y su entrenador atrapados desde hace dos semanas en la inundada cueva de Tham Luang ha tenido un episodio trágico este jueves por la noche. Uno de los buzos que participaba en el operativo ha fallecido al quedarse sin oxígeno. El principal escollo del rescate es un pasadizo complejo incluso para los buceadores más experimentados que tardan hasta 11 horas en ir y volver al punto de la cueva donde se encuentran los niños, 2,5 kilómetros en el interior del túnel. Es un tramo en forma de U, en cuyo fondo se acumula agua, barro y los escombros arrastrados por la corriente, y que hay que reabrir constantemente.
Este jueves el rescate parecía estar más cerca. Las operaciones intensivas para extraer el agua de los túneles están dando frutos y se ha conseguido bajar el nivel del agua. “Solo queda un obstáculo”, ha declarado en una rueda de prensa, al filo de la medianoche en la base de operaciones, el coordinador de las tareas de rescate y gobernador de la provincia de Chiang Rai, Narongsak Osottanakorn, en referencia al citado obstáculo. Ese impedimento ha llevado a las autoridades a buscar otras alternativas.
La actividad es incansable en este paraje idílico, en las cercanías de la frontera con Birmania y Laos. En el centro de visitantes junto a la boca de la cueva, un campamento que acoge a más de mil personas permanece abierto las 24 horas del día para intentar sacar a los niños lo antes posible. Bajo los focos y entre el ruido de los generadores, los especialistas continúan transportando material hacia la isleta donde se encuentran los niños; una veintena de bombas expulsa montaña abajo el agua que extraen de las cuevas; los buzos intentan ampliar los pasajes.
Decenas de voluntarios se turnan entre el barro que cubre casi todo para repartir material de limpieza y vituallas; para cocinar; que ni día ni noche falte alimento a los espeleólogos y militares que participan en la operación de rescate. En un punto se ha habilitado un centro de recogida y reparto de donaciones; en otro, una cantina militar; junto a ella, una enfermería y el centro de coordinación de operaciones.
Más retirado está el refugio donde los familiares de los niños entretienen como pueden la espera. Que dos buzos británicos encontraran, casi por casualidad, a sus hijos 400 metros más allá del lugar donde se esperaba localizarles les ha devuelto la vida. Ahora el siguiente paso será, en principio, poder comunicarse con ellos. Los buzos e ingenieros trabajan en el tendido de una línea que les permita hablar por teléfono, por primera vez desde el 23 de junio cuando, por motivos que aún se desconocen, el grupo —un equipo de fútbol— terminó en la gruta después de un entrenamiento. Las fuertes lluvias inundaron la cueva y les bloquearon la salida.
Narongsak ha apuntado que puede ordenar la evacuación de los atrapados si los expertos analizan que los riesgos son aceptables, aunque los niños aún no se hayan recuperado por completo de los nueve días que pasaron sin alimento. En la mente de todos está la posibilidad de que un nuevo temporal pueda elevar otra vez el nivel de las aguas, y el pronóstico meteorológico amenaza con lluvias el fin de semana, después de unos días de respiro en esta temporada de monzón. Los expertos, ha insistido el gobernador, deben valorar cuánta agua podría filtrarse en caso de lluvia y cuánta se está extrayendo. Pero en ningún caso se puede permitir que el nivel vuelva a subir.
El coordinador reiteró lo que ya había contado por la mañana en su rueda de prensa diaria, que ya este mismo jueves los 13 equipos de buceo estaban listos para ser utilizados si es necesario. La idea, en caso de poner en marcha este plan, es reducir lo más posible el nivel del agua para que los niños puedan recorrer la mayor parte del camino con la cabeza fuera del agua.
La alternativa a ese método sería encontrar, u horadar, un pasadizo en la montaña que permitiera llegar hasta los niños con más facilidad y sacarles por allí. Es una vía que aún no se ha descartado y para la que 30 equipos distintos recorren la jungla que cubre la montaña, con la esperanza de encontrar una fisura prometedora.
Para el caso de que ocurriera, se ha movilizado incluso a un equipo de buscadores de nidos de golondrina, la exquisitez culinaria de varias cocinas asiáticas. Estos coleccionistas son expertos en escalar paredes de roca especialmente inaccesibles para conseguir sus piezas, y su destreza puede resultar muy valiosa si se llegara a sacar a los niños a través de una fisura en la montaña. Los ocho miembros del equipo llegaron la semana pasada para ofrecerse como voluntarios y son ahora uno de los grupos que explora la montaña.
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