El otro peregrinaje a Belén
Un año despúes de su apertura, un hotel ideado por el artista británico Banksy reanima una ciudad fracturada por el muro que separa Cisjordania de Israel
"¡Bienvenidos al hotel!”, exclama en un perfecto inglés el portero del establecimiento mientras invita a acceder a una terraza donde varios clientes pasan la tarde relajados, imperturbables. Algunos charlan, otros leen el periódico como si se tratara de un café turístico cualquiera. Frente a ellos se erige un inmenso muro de hormigón cubierto de grafitis sobre el que culmina una alambrada electrificada. La proximidad de un paso fronterizo, donde guardias armados regulan una larga hilera de coches, no parece incomodarlos. Al contrario, eligieron ese destino para presenciar la “peor vista del mundo” en el rincón que, desde marzo de 2017, atrae cada vez más visitas a Belén: el Walled Off Hotel. Un establecimiento ideado y financiado por el artista callejero británico Banksy para denunciar la ocupación israelí de los territorios palestinos.
El alojamiento, situado a tan solo cinco metros del muro que separa Cisjordania de Israel, consiguió atraer 60.000 clientes en su primer año, devolviendo a esta zona un destello del dinamismo económico que perdió tras la construcción del muro por el Gobierno israelí a finales de 2002. “Me gusta mucho venir aquí y ver cómo Banksy ha conseguido transformar una cosa horrible en obra de arte”, explica Sara Heinohen, finlandesa de 23 años que estudia en la Universidad de Jerusalén.
En la mesa de al lado, James Cross, coleccionista amateur de arte, disfruta de la vista mientras bebe una cerveza. “Es la décima vez que vengo a Belén y que me alojo aquí. Todos creen que Banksy soy yo”, bromea con la mirada perdida en una divisoria fronteriza en la que se puede leer "Make hummus not walls" (haz humus, no muros) en una pintura. Este británico de 37 años cree que el enigmático artista ha conseguido despertar el interés de mucha gente que, como él, jamás habría puesto un pie en una población habitualmente transitada por viajeros que acuden al lugar donde, según la tradición, nació Jesús.
Con nueve habitaciones diseñadas por Banksy, —cuyos precios van desde los 30 euros la noche en una litera hasta los 800 en la suite presidencial—, un museo dedicado a la historia de la ocupación israelí en los territorios palestinos y visitas guiadas al campo de refugiados de Dheisheh, situado a tres kilómetros de Belén, el hotel se ha convertido en una gran atracción. “El 90% de los clientes viene por Banksy”, asegura Wisam Salsaa, director del Walled Off. Salsaa conoce bien al artista, ya que la primera vez que acudió al muro hace más de una década él fue quién le hizo de guía. Ahora se ha convertido en el gerente de un proyecto que vive de la imagen del grafitero, aunque advierte que su mecenas no gestiona nada. Ante las críticas que han acusado al establecimiento de lucrarse con el sufrimiento ajeno, Salsaa defiende que contribuye a mejorar la vida de sus compatriotas empleando a 45 personas “que cobran el doble que en cualquier otro hotel” y avisa: “No somos una ONG”.
“Nos va muchísimo mejor desde que se inauguró el hotel”
“Al principio solo vendía imanes de Banksy pero ahora tengo de todo: camisetas, bolsos, tazas...”, enumera Mohamed Zieda, de 18 años, desde el mostrador de una pequeña tienda. Su familia abrió un comercio de ultramarinos diez años atrás sin imaginar que hace tan solo uno, el antiguo taller de alfarería vecino se transformaría en unos de los principales atractivos de la ciudad. “Nos va muchísimo mejor desde que se inauguró el hotel. No solo vienen turistas, también palestinos de Ramala y Nablus”, explica Zieda que se divierte a diario observando a una multitud sacándose selfis. “Esto es historia, es normal que la gente quiera recordar que ha estado aquí. No creo que banalice nuestra situación, más bien ayuda a que tenga más visibilidad fuera de Palestina".
Claire Anastas, dueña de un albergue situado a 300 metros del Walled Off, espera el despegue de su negocio. Poco antes de la Navidad de 2002, su casa y el comercio que regentaba en la que fue una de las principales calles comerciales de la ciudad quedaron cercadas por el hormigón. “Los niños se fueron a la escuela por la mañana y cuando regresaron la pared ya estaba levantada. Nos habían enterrado vivos”, recuerda con tristeza. Entonces, aprovechando la creciente fama de Banksy en la región, decidió convertir su “tumba” en la Banksy Guest House y abrir una tienda de recuerdos en la que, junto a su marido Johny, vende reproducciones del artista. Con la apertura del Walled Off, el Ministerio de Turismo le obligó a cambiar el nombre del albergue y dejar de anunciarse en Internet. Aunque los clientes menguaron, la obtención hace unas semanas de una nueva licencia bajo la nueva denominación de Anastas Walled In le devolvió la esperanza de que vuelvan las reservas.
A más de dos kilómetros de allí, en el casco antiguo de Belén donde se concentra el turismo religioso, Nadeem Michel tampoco escapa al interés que despierta la nueva estrella de la ciudad. A los pies de la Basílica de la Natividad, el joven de 26 años ha tenido que sumar souvenirs de Banksy a las figuras, cruces y relicarios que pueblan su tienda de artesanía religiosa. “Se venden muy bien”, relata mientras enseña un imán con un dibujo de un niña intentando volar por encima del muro con globos. Aunque Michel aprecia la obra del británico, evita ir a la zona donde se levantó la frontera. “Cuando voy allí, me recuerda la ocupación israelí. Tenía 14 años cuando los militares llegaron a Belén. No me gusta hablar de política, pero ese momento no puedo olvidarlo. Me sigue doliendo por dentro”.
Un grafitero que también es objeto de pillaje
Las pintadas del artista británico en Belén "son a menudo objeto de robo", lamenta George Carlos Canawati, director de Radio Bethlehem 2000, cuya emisora siguió muy de cerca el trabajo de Banksy desde su primera visita a Palestina en 2003. "No hay control", estima el periodista que dice haber tenido que intervenir en dos ocasiones para impedir que se robase una de las últimas obras del artista: un grafiti en el que se podía leer un irónico "Peace on earth" (paz en la tierra), seguido de un asterisco con la inscripción "Terms and conditions apply" (se aplican otros términos y condiciones), en una de las puertas de entrada al patio de la Basílica de la Natividad.
"Los que quisieron llevarse la puerta alegaban que tenía más de 20 años y que había que reemplazarla", explica Canawati que prefiere no revelar la identidad de los autores del intento de hurto. Él fue quién llamó a la policía. "Cuando llegaron, no entendían qué estaba pasando, no sabían quién era Banksy ni el valor que tienen sus obras". Asegura que la puerta que el artista pintó a principios de diciembre de 2017, se encuentra ahora custodiada en la Basílica. "Es una pena porque los dibujos de Banksy pertenecen a todos los palestinos y permiten atraer turistas".
En 2007, otra pintada que retrataba a unos militares israelíes revisando los documentos de identidad de un burro se esfumó de la noche a la mañana. Jo Brooks, el agente de Banksy, confirmó al Financial Times que la pintada estaba en venta en el mercado de arte internacional.
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