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La victoria de Duque ahonda en el giro a la derecha de la región

El nuevo presidente colombiano busca un papel clave ante la grave crisis de Venezuela

Vladímir Padrino y Nicolás Maduro
Nicolás Maduro, a la derecha, a estrecha la mano del ministro de Defensa, Vladímir Padrino, la semana pasada.

La victoria de Iván Duque en Colombia con el apoyo sin precedentes de más de diez millones de votos es el primer movimiento de peso en el tablero político latinoamericano en lo que va de año. Dentro de dos semanas, México elegirá nuevo presidente y el otro gigante de la región, Brasil, hará lo propio en octubre.

El relevo de Juan Manuel Santos, un político moderado, profundiza en el giro conservador de la región, que terminó el año pasado con la elección de Sebastián Piñera en Chile. Duque, llegado de la mano del expresidente Álvaro Uribe, ganó a Gustavo Petro, claramente alineado a la izquierda, con un programa neoliberal en lo económico y prometiendo mano dura contra la corrupción. No obstante, no es de prever que la política exterior de Duque vaya a diferir de la de su antecesor, con quien, más allá de las diferencias en el proceso de paz -que no son despreciables- coincide ideológicamente en muchos planteamientos.

La elección del dirigente del Centro Democrático incidirá, en cualquier caso, en las relaciones con Venezuela y, probablemente, tendrá consecuencias ante la deriva del régimen de Nicolás Maduro. Duque, que el año pasado presentó junto a un centenar de congresistas colombianos y chilenos una denuncia contra el aparato chavista ante la Corte Penal Internacional de La Haya, se propone convocar a los principales líderes regionales para redoblar la presión.

La gravísima crisis del país vecino se convirtió en uno de los temas de campaña y en algunos casos, en una oportunidad para criticar a Petro, que en el pasado tuvo una relación de amistad con el expresidente fallecido Hugo Chávez y en los últimos años se distanció de su proyecto, llegándolo a calificar de "dictadura insostenible". El presidente electo organizó uno de sus actos centrales en la ciudad fronteriza de Cúcuta junto a la dirigente opositora María Corina Machado. Y, sin duda, será uno de los gobernantes más firmes con Maduro como, por otro lado, lo fue Santos en la última etapa de su segundo mandato.

El papel de Colombia respecto al país vecino será crucial. En los últimos meses ha recibido alrededor de un millón de venezolanos que cruzan la frontera para huir de una catástrofe económica en busca de oportunidades. Duque, en este contexto, se va a convertir en el blanco de los ataques del chavismo, como se ha percibido ya desde este fin de semana, cuando Nicolás Maduro ha acusado a Colombia de preparar una intervención militar. El mandatario venezolano lleva años aprovechando las presiones de los principales países de la región, Europa y Estados Unidos para agitar el fantasma del enemigo exterior, por lo que es previsible que, en medio de una dramática tendencia inflacionista, acabe sobreactuando también ante Duque.

Por otro lado, una victoria de Andrés Manuel López Obrador en México, como vaticinan todas las encuestas, supondrá un cambio respecto a la política de ese país con Venezuela. Si a principios de su sexenio, Enrique Peña Nieto se mostró tibio ante la deriva autoritaria de Maduro, en el último año y medio se ha convertido en uno, sino el mayor, de los azotes del chavismo en la región.

La política exterior no se antoja una de las prioridades de López Obrador. Criticado por su tibieza respecto a Venezuela, durante la eterna campaña electoral, tanto López Obrador como sus asesores han incidido que lo único que no quieren es una política intervencionista en otros países, sin definir claramente a qué se refieren. En cualquier caso, lo que ha quedado claro en los últimos años, con independencia de hacia dónde se inclina el péndulo ideológico, es la falta de un liderazgo regional, motivada por los problemas internos de los países, pero también por la falta de carisma de líderes, como antaño lo fueron Fidel Castro, Hugo Chávez o Lula da Silva.

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