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La extraña amistad del reclutador de yihadistas y el policía que le persiguió

Jesse Morton, expropagandista de la ideología de Al Qaeda, colabora siete años después de su detención con Mitchell Silber, exdirector de Inteligencia de la Policía de Nueva York

ÓSCAR GUTIÉRREZ
El exreclutador de yihadistas Jesse Morton (izquierda), durante su época radicalizado, y exdirector de Inteligencia de Nueva York Mitchell Silber.
El exreclutador de yihadistas Jesse Morton (izquierda), durante su época radicalizado, y exdirector de Inteligencia de Nueva York Mitchell Silber.Getty

Si se les pregunta por separado, los dos coinciden en que son amigos. Y eso que uno de ellos dirigió las pesquisas que acabaron con el otro entre rejas. Jesse Morton y Mitchell Silber. El uno, Morton (Pensilvania, 1979), nacido en el seno de una familia cristiana, pasó tres años y medio en una prisión norteamericana tras ser detenido en Marruecos por su historial de reclutamiento online de yihadistas enganchados a la ideología de Al Qaeda. El otro, Silber, neoyorquino de 48 años, dirigió el departamento de Inteligencia de la Policía de Nueva York que siguió los pasos de Morton y sus acólitos en la organización Revolution Muslim, entre los años 2006 y 2012. Eran, admiten, adversarios. Pero el tiempo, la prisión y el contacto del FBI con Morton facilitaron su encuentro. ¿Se fía Silber de Morton al 100%? Sí. "Su cambio es duradero", dice en un intercambio de mails el hoy analista de la Universidad George Washington, "porque se apoya en un examen profundo de los argumentos políticos que le radicalizaron y desradicalizaron". Y también porque le pusieron a prueba con agentes encubiertos.

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La apariencia física de Morton, un tipo elegante, trajeado, en forma, rasurado con intención, poco tiene que ver con la del joven que predicaba contra su propio país en las calles de Nueva York, más pesado, de barba y bigote salafistas, gafas de metal, tocado con la tradicional taqiya y palestina al hombro. Claro que por aquel entonces, en los años 2006, 2007, cuando funda Revolution Muslim, no era Jesse Morton sino Younus Abdullah Muhammad. El joven de Pensilvania, ya convertido al islam tras una infancia no muy feliz y una juventud que le vinculó a las drogas hasta pisar por primera vez prisión, se convirtió, o así lo veía él, en un "activista" del islam. Pero no era solo eso. Se dio cuenta después. "Nos dirigíamos a una audiencia muy amplia", dice Morton en conversación telefónica, "para formar un movimiento que apoyase el yihadismo salafista. No me veía como un reclutador per se, pero mirando hacia atrás... El reclutamiento se descentralizó, se podía hacer simplemente expresando ideas online, atrayendo a gente sin tener que decirles que cometieran un ataque".

Morton, en una charla en la Universidad George Washington, el 9 de septiembre de 2016.
Morton, en una charla en la Universidad George Washington, el 9 de septiembre de 2016.ANDREW CABALLERO-REYNOLDS (AFP/Getty)

Morton se veía como un ideólogo, pero acabó siendo culpable de conspiración para instigar al asesinato. Relata su historia de malo con absoluta sinceridad; una suerte de terapia de remordimiento que ayude a pensar que es de fiar. Y le creen. Da algunas vueltas hasta confesar: "Era muy fácil llegar a la idea de que apoyábamos un ataque. Esencialmente, lo que estaba haciendo, en un mundo en el que la comunicación estaba descentralizada a través de las redes, era reclutar". En la práctica, muchos empezaron a tomarse en serio el mensaje integrista de Revolution Muslim y actuaron en consecuencia. El punto de inflexión llegó cuando uno de sus fieles, Zachary Adam Chesser, de 20 años, publicó en Internet la dirección de los domicilios de los creadores de South Park, una serie cómica de animación que se había reído del profeta Mahoma. Era abril de 2010 y Morton estaba ya en Marruecos. Supo que iban a ir a por él.

Así recuerda aquel día de mayo de 2011 en Casablanca. "La calle estaba despejada a lo largo de las dos manzanas que separaban la mezquita de mi casa". La policía marroquí había preparado el escenario para detenerle. "Me dijeron que no tenían ningún problema conmigo, pero sí Estados Unidos". Por entonces, Morton estaba sumergiéndose en el mundo de la primavera árabe magrebí. "Había empezado a repensar las cosas, pero no diría que hubiera iniciado mi desconexión [del radicalismo] cuando fui arrestado".

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Lo cierto es que lo de South Park era casi anecdótico. Morton puso en marcha Revolution Muslim junto a Abdulá Faisal, un predicador jamaicano condenado a prisión en Reino Unido por pedir la muerte de judíos, hindúes, cristianos y estadounidenses. Se llegó a vincular a la organización con 15 tramas yihadistas. Uno de sus miembros murió en Yemen en un ataque de un dron enviado por Washington. Otros trataron de unirse a Al Qaeda o al grupo terrorista somalí Al Shabab. Entre sus seguidores se encontró la renombrada en la esfera del yihadismo norteamericano Colleen LaRose, alias Jane, la yihadista, encarcelada por planear en 2010 el asesinato del dibujante sueco Lars Vilk, que había caricaturizado a Mahoma. "La mayoría de los condenados", prosigue Morton, "habían tenido alguna conexión con mi mensaje, así que sí, facilitamos la violencia".

Morton era bueno en lo que hacía. Se había licenciado en Relaciones Internacionales en la Universidad de Columbia. "Era todo un desafío para la Policía de Nueva York", cuenta Silber, "tenía un conocimiento extremo de la ideología yihadista y los asuntos internacionales, así que podía construir un argumento persuasivo que atrajese a aspirantes yihadistas". Su detención le brindó a Morton la posibilidad de usar todo eso al revés. El FBI penetró en su cárcel y cabeza. El reo había empezado a frecuentar la biblioteca del penal, aficionado a leer a filósofos como John Locke. El FBI le tentó para que les ayudase y le incorporaron al buró como informador. Pero fue sobre todo una mujer, una agente policial, la que marcó un antes y un después en su proceso. "Me trató como si yo también fuera un ser humano".

El daño ya estaba hecho. El propio Morton ha recibido correspondencia en los últimos años desde tierras del califato de algunos de sus fieles, ya en filas del Estado Islámico. Su colaboración con el FBI le permitió salir de prisión en febrero de 2015. Para entonces, cuenta Silber, ya había recibido la visita de agentes encubiertos que demostraron, sin revelar su identidad, que el preso estaba "arrepentido de sus acciones". Cumplió tres años y medio de condena, en lugar de los más de 11 que le puso el tribunal. Durante el otoño de 2016, conoció al fin a Silber, con el que fundaría el pasado año el proyecto Parallel Networks, una plataforma online especializada en el combate del extremismo. A principios de este mes, el exreclutador y el hombre que siguió su pista hasta su captura publicaron de forma conjunta el informe From Revolution Muslim to Islamic State (Desde Revolution Muslim hasta el Estado Islámico), alabado por los mejores analistas del fenómeno yihadista.

¿Amigos? "Le considero un amigo, aunque aún me estoy acostumbrando a decirlo", responde Silber, "es incluso raro responderte así. Creo que es importante para el que desradicaliza contar con viejos adversarios [en referencia a Morton] y aceptar que pueden cambiar y que su cambio es real".

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Sobre la firma

ÓSCAR GUTIÉRREZ
Periodista de la sección Internacional desde 2011. Está especializado en temas relacionados con terrorismo yihadista y conflicto. Coordina la información sobre el continente africano y tiene siempre un ojo en Oriente Próximo. Es licenciado en Periodismo y máster en Relaciones Internacionales

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