Las ideologías que marcan el voto en Colombia
Los votantes tienen un sesgo mayoritariamente conservador, pero el país se divide por mitades con respecto a la negociación con las FARC
Un 77,5% de los votantes colombianos se declara muy en contra del aborto. Un 69%, de la legalización de la marihuana. Y hasta casi un 60% no estaría para nada dispuesto a aceptar mayores impuestos a cambio de una mejora en la educación. Tales son los resultados de una encuesta realizada recientemente por Cifras & Conceptos, que vendría a revelar el grado de conservadurismo del votante. Es importante destacar esta palabra: votante. El sondeo se centra en personas cuya probabilidad de asistir a las urnas es alta o muy alta, lo cual se corresponde a grandes rasgos con la mitad de la población (la participación electoral en Colombia suele estar alrededor o por debajo del 50%).
Estamos hablando de personas con un mínimo grado de movilización política. Que, definitivamente, tienen un sesgo conservador. Salvo en la cuestión de las negociaciones con las guerrillas: ahí, sobre todo en el proceso con las FARC, la división de opiniones viene a reproducir la que ya conocimos en el plebiscito de 2016, o en la segunda vuelta de 2014: las dos mitades de Colombia.
Esta idea queda confirmada cuando atendemos a la distribución de los datos por regiones. Aquellas zonas que, en el imaginario colectivo de la opinión pública, son más conservadoras (Antioquia, Oriental), destacan en su oposición al proceso con las FARC. Menos en el centro del país, donde quizás el hecho de que las consecuencias directas del conflicto se hayan sufrido más matiza dicha oposición. Que en cualquier caso es superior a la de las dos áreas costeras, Caribe y Pacífico.
Lo curioso es que en estas regiones la pulsión conservadora en temas sociales (como el aborto) y económicos (impuestos por educación) es superior a la de otras donde el voto es tradicionalmente más godo. Aquí destaca Antioquia, bastión uribista por excelencia, pero con los valores más bajos. Se trata de una realidad en cualquier caso compleja, y es difícil sacar conclusiones claras, pero lo que sí se intuye es que lo que divide al país es el conflicto y la manera en que se afronta desde la política, más que cualquier otra cosa.
Moviéndonos al plano social, en general las mujeres tienen cierto sesgo conservador en sus opiniones frente a los hombres. Es interesante, eso sí, que las diferencias no son ni mucho menos abrumadoras, sino más bien pequeñas.
Esto, probablemente, choque con una imagen ciertamente difundida de mujer colombiana madre de familia tradicional. Hay sesgo, cierto, pero su tamaño es tan reducido que tal vez se deba sencillamente a que hay más mujeres viviendo en el ámbito rural (donde las opiniones por lo general son menos liberales) o, probablemente, a que las mujeres cuentan con una mayor esperanza de vida que los hombres, incrementando así la edad media de la población femenina: en teoría, los años también cuentan para hacernos conservadores. Aunque en Colombia lo hace de una manera compleja.
Por un lado, hay más personas contra la legalización del aborto en las franjas de más edad. Pero, por otro, en la cuestión del proceso de paz, el resultado es aparentemente contraintuitivo. Quizás tiene que ver con que las personas de más edad se vieron más expuestas a las consecuencias negativas del conflicto, y por ello están más dispuestas a ceder. Sin embargo, la correlación tampoco es clara con la dimensión más material de la ideología: no hay una gran diferencia por cohortes en la penetración de ideas pro-gasto educativo asumiendo el coste de impuestos. Quizás los jóvenes son algo menos conservadores que los mayores en algunos aspectos, pero se trata de una regularidad muy poco regular.
La división de opiniones, por último, se vuelve más fuerte cuando se tiene en cuenta la estructura económica. No tanto en cuestiones relacionadas con el conflicto, donde la regularidad entre niveles socioeconómicos es considerable. Pero sí en los temas de orden social y económico: los estratos altos son menos conservadores. Mucho menos, de hecho.
Cabe recordar que la primera candidatura de izquierda potente en mucho tiempo gana votos sobre todo en los estratos bajos y entre las personas más jóvenes. El contraste es llamativo, y da que pensar: si los votantes son tan conservadores como parece a la luz de estos datos, ¿por qué la izquierda se está abriendo paso en Colombia? ¿Y por qué lo está haciendo en esos frentes, particularmente? Cabe recordar que los datos del AmericasBarometer que recogimos aquí ya apuntaban relaciones particulares entre ideología declarada y preferencias concretas: mientras el porcentaje de personas que se ven a sí mismas como de izquierdas está subiendo entre la población, las opiniones alejadas del liberalismo social prevalecen.
¿Está Petro sencillamente recogiendo las minorías liberales en ciertos segmentos? ¿O lo que pasa es que sus votantes están dispuestos a seguirle por otras razones (paz, discurso anti-establishment) a pesar de sus posiciones ideológicas? Lo primero nos dejaría con una candidatura que da voz a lo que hasta ahora eran opiniones minoritarias en el país, a las cuales se ataría electoralmente, guiando sus posiciones y eventuales decisiones de política pública en el futuro. Lo segundo, con una plataforma que podría moverse más ampliamente en el espectro ideológico, asumiendo posturas alejadas de su origen progresista. Dos izquierdas muy distintas para el país, que en cualquier caso se encuentran con una realidad clara: entre los votantes, el conservadurismo es mayoritario, y lo que realmente parece dividirlos es lo que siempre les ha dividido. El conflicto.
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