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La hija del espía envenenado asegura que su salud mejora: “Mi fuerza aumenta a diario”

La declaración desvelada por Scotland Yard confirma la recuperación Yulia Skripal, que puede ser una testigo esencial en el caso que enfrenta a Londres con Moscú

Oficiales de la policía británica delante de la casa del espía Sergei Skripal en Salisbury el pasado marzo.
Oficiales de la policía británica delante de la casa del espía Sergei Skripal en Salisbury el pasado marzo. Chris J Ratcliffe (AFP PHOTO)

“Me desperté hace ahora una semana y me alegra decir que gano fortaleza día a día”, son las primeras palabras difundidas públicamente de Yulia Skripal, desde que fuera objeto junto a su padre, el espía ruso Serguéi Skripal, de un ataque con gas nervioso en suelo británico a principios de marzo. La declaración, desvelada este jueves por Scotland Yard, confirma la progresiva recuperación de quien puede ser una testigo esencial en un suceso que ha enfrentado al Gobierno de Londres y sus aliados con el régimen de Vladimir Putin.

Las noticias procedentes del hospital de Salisbury (sur de Inglaterra), donde también permanece ingresado en “estado crítico pero estable” el antiguo oficial de la inteligencia militar rusa, coinciden en el tiempo con la crisis más grave que afrontan las relaciones entre Moscú y las potencias occidentales desde el final de la Guerra Fría. Más de centenar y medio de diplomáticos han sido expulsados por ambas partes, a raíz de las acusaciones británicas responsabilizando a Rusia del suceso y la consiguiente respuesta del Kremlin que denuncia un confabulación occidental para desatar la “histeria antirrusa”.

Lo que haya podido o no aclarar Yulia Skripal sobre aquel ataque del 4 de marzo, cuando fue hallada malherida junto a su padre frente a un centro comercial de Salisbury, pertenece por el momento a secreto de sumario. La policía británica sólo ha difundido un mensaje de agradecimiento de la paciente, de 33 años, al personal hospitalario y a quienes han enviado muestras de solidaridad, con la petición añadida de que “espero que respetéis mi privacidad y la de mi familia durante este periodo de convalecencia”.

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Pocas horas antes de que la misiva saliera a la luz, los informativos de la televisión rusa difundían la grabación de una conversación entre Yulia y una prima suya, Viktoria Skripal, en la que la primera confirma que tanto ella como su padre están bien (“no hemos sufrido ningún daño irreparable”) y muestra su esperanza en ser dada de alta muy pronto. La cinta, cuya autenticidad cuestionan veladamente los medios británicos, al intercalar en todo momento el adjetivo de “supuesta”, recoge asimismo la respuesta de Yulia a la petición de su pariente de visitarla pronto: “Vika, nadie va a darte un visado. Ya lo arreglaremos más tarde, pero ahora no creo, con esta situación….”.

El Foreign Office, entretanto, asegura que sigue sopesando la exigencia de las autoridades rusas de visitar a Yulia Skripal en el hospital. Sin embargo, una respuesta positiva aparece por el momento difícil, cuando el Reino Unido y Rusia acaban de trasladar su pulso a la Organización para la Prohibición de Armas Químicas, con sede en La Haya (Holanda). Fue Moscú quien solicitó la reunión, que arrancó el miércoles, al tiempo que demandaba una “investigación conjunta” de ambos gobiernos, iniciativa tildada por Londres de “perversa”.

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La unidad antiterrorista de Scotland Yard está convencida de que el gas nervioso Novichok, agente desarrollado en su día por los militares de la Unión Soviética, fue utilizado en el ataque contra Serguéi y Yulia Skripal a la puerta del domicilio del primero en Salisbury. La hija, residente en Rusia, estaba de visita aquel día en el que ambos resultaron envenenados, al igual que el policía local que los halló poco más tarde frente a un centro comercial de la habitualmente tranquila población inglesa. El agente fue dado de alta a los pocos días de su ingreso. El pronóstico de Yulia también aparece ahora esperanzador, mientras que del estado de su padre apenas ha trascendido que sigue con vida.

Serguéi Skripal llevaba residiendo en el Reino Unido desde 2010, cuando salió de una prisión rusa para protagonizar un canje de espías en Viena entre Moscú y Washington. Así logró la libertad este condenado a 13 años de cárcel en Rusia por haber trabajado como agente doble para los servicios de inteligencia británicos.

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